En política, como en los velorios, lo que más duele no es el silencio, sino el murmullo de quienes saben la verdad del muerto y la esconden bajo el pésame de la hipocresía y el cinismo.
Claudia Sheinbaum afirma que ningún imperio dicta su agenda, pero la presión de Trump huele a gas butano en tanque viejo . El cambio en materia de seguridad no nació de un deslinde súbito en Palacio Nacional, sino de la convicción gringa de que México se gobierna bajo franquicia de los cárteles. Y, como siempre, Washington mueve las fichas mientras en la 4T hacen caritas de soberanía.
El dilema es sencillo: ¿Sheinbaum decidió romper con los abrazos no balazos por convicción, o porque ya no caben más muertos bajo la alfombra de la herencia maldita de AMLO? Lo cierto es que, por primera vez en años, los abrazados pasaron a ser correteados. Y si de paso caen algunos de los cómplices incrustados en el régimen, pues mejor… aunque lo hagan a regañadientes.
Ahí está García Harfuch: más amado por los neoliberales que por los chairos; odiado por el círculo cercano al obradorismo que lo ve como traidor a la patria, más que a Lilly Téllez. Si a caso como un Judas con poder secretarial, cuando en realidad es el brazo derecho de Sheinbaum y el enlace de todas las confianzas de un gobierno estadounidense que ya le puso nombre y apellido al huachicol fiscal y a la cloaca llamada La Barredora.
El hilo se tensa hacia Tabasco. Adán Augusto y su “hermano” Andrés Manuel flotan como sombras en un expediente que no se escribió en la mañanera, sino en la Corte del Distrito Sur de Texas. Los millones de dólares, los buques, los ferrocarriles, los puerto; nada de eso habría fluido sin el visto bueno del mesías tropical. ¿De verdad no sabían ni AMLO ni el almirante Ojeda? La inocencia se les nota tan falsa como sus discursos de austeridad, honradez y transparencia.
Hoy, los muertos se apilan: siete marinos caídos en circunstancias sospechosas, un Rey del Huachicol, financiador de campañas morenistas, ejecutado en una barbería de Monterrey y expedientes que la DEA, la CIA y el FBI guardan con el cuidado de quien prepara el jaque mate.
La pregunta es obligada: ¿Sheinbaum se atreverá a sacrificar a un pez gordo y amarrarle las manos a AMLO para salvar su sexenio? ¿Caerá un Ojeda, un Adán… o alguien más cercano al patriarca? Porque si el lodo ya salió de las coladeras, lo que viene sería un río turbio arrastrando nombres, complicidades y cadáveres políticos, dónde no habrá abrazos que valgan. ¿Llegará ese día en este México de la Claudia miedosa, según Trump? ¿Será posible que poco más adelante solo quede el eco de la traición de quienes juraron transformar al país para bien? ¿Se animará la presidenta a oxigenar al menos la vida pública, a eliminar el hedor insoportable de la corrupción? ¿Ir contra los que en verdad obstaculizan su gobierno y su proyecto y que no son precisamente los de la oposición?
Y es que cuando la gente se cansa, se decepciona, se enoja, utiliza el poder del voto o del veto, como lo hizo dándole la espalda a la faramalla electoral del Poder Judicial . Y el 2027 será un laboratorio para medir la decisión ciudadana en relación a la 4T; sobre todo cuando los cárteles están en el scanner de los gringos y al gobierno mexicano lo acusan de cogobernar con ellos. Ya no les será fácil operar los comicios. ¿Lo estará midiendo la presidente Sheinbaum? Veremos.
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