“La Naturaleza nos es hostil porque no la conocemos: sus crueldades representan la venganza contra nuestra indiferencia”, Santiago Ramón y Cajal
CUENTAS CLARAS
Sinaloa ha dado una lección de civilidad, coordinación institucional y responsabilidad ciudadana durante la Semana Santa 2025.
En un contexto donde los retos de seguridad y organización suelen ser complejos, el estado logró salir adelante con saldo blanco en la mayoría de sus municipios, destacando lo que se puede lograr cuando sociedad y gobierno trabajan de la mano.
El caso de El Fuerte es emblemático. Con una afluencia cercana a las 80 mil personas entre el Pueblo Mágico, balnearios y centros ceremoniales mayos-yoremes, no solo se garantizó la seguridad de los visitantes, sino que también se promovió con éxito el patrimonio cultural de la región.
Este esfuerzo de promoción local, impulsado por la dirección de Turismo, permitió que más sinaloenses redescubrieran la riqueza de su tierra.
La región del Évora, integrada por Mocorito, Salvador Alvarado y Angostura, también reportó una Semana Santa sin incidentes mayores.
Destinos como Costa Azul, Playa Colorada y La Reforma atrajeron a miles de visitantes que disfrutaron sin contratiempos, gracias a la vigilancia y operativos preventivos desplegados por sus respectivos cuerpos de seguridad.
En Guasave, la gran concentración de personas en balnearios y playas no fue motivo de preocupación.
Bellavista y Las Glorias recibieron a más de 200 mil personas entre ambas, y aunque se presentaron algunas atenciones médicas y accidentes viales, se evitó lo más importante: la pérdida de vidas humanas.
Culiacán, como capital del estado, también cumplió. El operativo desplegado permitió que más de 22 mil personas disfrutaran de los espacios recreativos sin incidentes graves.
La rápida localización de un menor extraviado y el auxilio mecánico brindado a varios vehículos hablan de un trabajo atento, humano y eficaz por parte de las autoridades municipales
En el norte del estado, Ahome vivió una Semana Santa ordenada, alegre y familiar. El alcalde Gerardo Octavio Vargas Landeros confirmó saldo blanco y destacó el ambiente sano en playas, ríos y centros ceremoniales.
Tan solo en la playa de El Maviri se registraron 16 mil visitantes durante el Domingo de Resurrección, y el sábado se duplicó el ingreso de vehículos. La excelente respuesta ciudadana y la labor conjunta de los tres órdenes de gobierno hicieron posible una jornada memorable para los ahomenses y visitantes.
Por su parte, el municipio de Sinaloa también concluyó este periodo vacacional con tranquilidad y sin incidentes.
Según informó el secretario del Ayuntamiento, Radamés Véliz Quiñónez, lugares como el Malecón de Sinaloa de Leyva, la presa Bacurato, y los arroyos de Ocoroni y Estación Naranjo registraron gran afluencia, sumando más de 40 mil visitantes.
La coordinación entre cuerpos de seguridad y auxilio fue clave para que todo transcurriera en paz, mostrando una vez más la hospitalidad y organización del municipio serrano.
Y Mazatlán, como el gran motor turístico del estado, no fue la excepción.
Con una ocupación hotelera del 85 por ciento, más de 500 mil visitantes estimados entre Semana Santa y Semana de la Moto, y una derrama económica calculada entre 1,400 y 1,600 millones de pesos, el puerto reafirmó su liderazgo como destino preferido.
La presidenta municipal Estrella Palacios Domínguez subrayó la reactivación intensa de zonas como El Faro, el Gran Acuario, playas, restaurantes y comercios. El malecón albergó hasta 20 mil personas en una sola noche, y en todo momento prevaleció el orden gracias al trabajo conjunto de autoridades y cuerpos de auxilio.
Esta Semana Santa no solo dejó playas llenas y hoteles con buena ocupación; dejó algo más valioso: el ejemplo de que sí se puede tener un periodo vacacional seguro y disfrutable.
ENFOQUES
Los lamentos de armadores y pescadores que aseguran que la pesca ya no es redituable son comprensibles, pero también deben analizarse con una visión más amplia y de futuro. En Sinaloa, el corazón pesquero de México, el reto no es si la pesca va a terminar, sino cómo adaptarla a una nueva era: más eficiente, más sostenible y, sobre todo, más organizada.
Flor Emilia Guerra Mena, secretaria de Pesca en el estado, lo resume con claridad: la pesca no se va a acabar. Y tiene razón.
El mar sigue ahí, la biodiversidad sigue siendo fuente de riqueza, y los productos como el camarón, la jaiba y ahora incluso la ostra, continúan siendo demandados.
El problema no es la escasez absoluta, sino la falta de adaptación de una industria que lleva décadas operando con prácticas que ya no se sostienen ni en lo económico ni en lo ambiental.
La solución no está en la nostalgia, sino en la transformación. Modernizar las embarcaciones, utilizar motores ecológicos, promover nuevas tecnologías y, sobre todo, entender que el futuro de la pesca está en la sustentabilidad.
La sobreexplotación, los altos costos del combustible y la competencia desleal solo se contrarrestan con innovación, organización y cooperación.
Aquí entra el papel fundamental del cooperativismo.
El surgimiento de nuevas federaciones pesqueras en los últimos tres años demuestra que los trabajadores del mar están entendiendo que unidos pueden acceder a apoyos, gestionar mejor sus recursos y, por supuesto, tener mayor representación ante los gobiernos.
Esta es una ruta que debe fortalecerse: la organización comunitaria como pilar del nuevo modelo pesquero.
Y no hay que perder de vista la diversificación. La acuicultura y la ostricultura son alternativas viables que están tomando fuerza.
La idea de que solo el camarón sostiene al sector debe romperse. Sinaloa tiene un amplio litoral y muchas posibilidades de aprovechamiento responsable. Apostar solo a una especie o a un modelo tradicional es condenar a la actividad a la obsolescencia.
La pesca, como cualquier otra industria, debe reinventarse o morir. Pero en este caso, no hablamos de una muerte inminente, sino de una necesaria evolución.
La pesca no está en crisis; está en un momento de definición. Si el sector —tanto en sus líderes como en sus bases— abraza el cambio, la pesca sinaloense no solo sobrevivirá: será un modelo nacional de cómo se puede producir sin destruir.
PATEAR EL PANAL
La transmisión en horarios estelares de anuncios migratorios del gobierno de Donald Trump en la televisión abierta mexicana es no solo preocupante, sino indignante. Que un mensaje que criminaliza a migrantes, promueve el miedo y refuerza una visión xenófoba tenga espacio privilegiado en medios nacionales debería encender todas las alertas.
Lo más grave no es el contenido del mensaje, que ya de por sí es ofensivo, sino que se difunda en territorio mexicano, un país de migrantes. ¿Quién autorizó estos espacios? ¿A cambio de qué? ¿Y con qué cara se habla de soberanía cuando se permite este tipo de propaganda?
Este hecho también deja al descubierto la falta de una política de medios clara en México, donde los espacios de comunicación masiva parecen estar más al servicio de intereses externos que del interés público nacional. Resulta alarmante que se utilice el prime time mexicano para disuadir, estigmatizar y atemorizar, justo cuando miles de personas en situación vulnerable podrían estar viendo esos mensajes.
No se trata solo de un comercial más; es una pieza de propaganda política que busca consolidar una narrativa de exclusión. México no debe prestarse a reforzar discursos que dañan a nuestra gente, dentro o fuera del país. Si permitimos este tipo de mensajes sin cuestionarlos, corremos el riesgo de perder no solo el control de nuestra imagen, sino de nuestra dignidad.
Además, el contenido del anuncio no solo vulnera la dignidad de los migrantes, sino que perpetúa estereotipos racistas que han sido históricamente utilizados para justificar políticas represivas en Estados Unidos. Hablar de “inundaciones” de drogas y “criminales violentos” es retomar el mismo discurso de odio que ha causado tragedias, detenciones arbitrarias y deportaciones masivas. Que estos mensajes lleguen a millones de hogares mexicanos sin filtro alguno es una bofetada para las familias que tienen a sus seres queridos buscando mejores oportunidades del otro lado de la frontera.
Es momento de preguntarnos qué intereses están detrás de esta cesión de espacio mediático. ¿Es complicidad, negligencia o simple indiferencia? Cualquiera que sea la respuesta, lo cierto es que la televisión abierta ha dejado de ser solo un canal de entretenimiento o información, y se ha convertido —una vez más— en un instrumento para reproducir el poder y sus narrativas más peligrosas. México no puede permitir que su pantalla se convierta en megáfono de políticas ajenas que atentan contra su propia gente.
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