Chispazo

Los poderosos sobrinos del Secretario

Él decretaba lo que le venía en gana. Sabía que muchos mexicanos no le creerían, pero tampoco ignoraba que había otra gran mayoría que aceptaba a ciegas cualquier cosa que dijera. Por eso un día se le ocurrió sacar un pañuelo blanco, para ofrecerlo a la Nación como símbolo de que la corrupción ya había terminado. Antes, sin inmutarse en lo más mínimo, pasó por su cabeza informar que el huachicol había quedado reducido a su mínima expresión.

Otra ocasión amaneció con el antojo impune de avisarle al país que en materia de salud ya habíamos superado a Dinamarca. Luego testimonió que los Presidentes lo sabían absolutamente todo, solo con el fin de evidenciar que Felipe Calderón conocía de los vínculos de García Luna con el crimen organizado.

Hoy, ya en el autoexilio, confinado y rodeado de soldados en su rancho “La Chingada”, se estará tragando sus palabras. El pañuelito blanco mugroso de huachicol, el modelo danés de salud hecho trizas y su propia declaración de que todo lo sabía, a la luz del tiempo, vinculándolo irremediablemente a las cañerías de la corrupción que heredó. Que no se diga que alguien lo está inventando: Él mismo adelantó que lo sabía todo. ¿O no?

¿No sabía entonces lo que hoy confirma la propia FGR? Que Rafael Ojeda Durán, su entonces poderoso secretario de Marina, denunció hace dos años las irregularidades de sus sobrinos y de otros marinos huachicoleros? ¡Dos años! Y uno se pregunta: ¿Sabía o no sabía el Presidente? ¿ Qué hizo durante todo ese tiempo su secretario de Marina con el uniforme, el rango y el poder que otorga la Ley de Disciplina Militar?

Porque no era un cadete ni un recluta: era el jefe supremo de la Marina. Tenía mando para relevar a oficiales, sancionar y detener en flagrancia… pero prefirió ir a tocar la puerta de la Fiscalía, y luego quedarse de brazos cruzados mientras sus sobrinos hacían fortuna con el diésel fiscal. ¿Lo sabía o no lo sabía López Obrador? Máxime cuando había declarado que la extracción ilegal y la importación fraudulenta de combustible ya había prácticamente terminado. En cualquier otro país, al exmandatario lo hubiesen llamado a cuentas.

Y lo más grave: no hablamos de simples rumores. El año pasado, el 8 de noviembre, fue asesinado en Manzanillo el Contralmirante Fernando Rubén Guerrero Alcántar, quien había denunciado directamente a los hermanos Farías Laguna —sobrinos políticos de Ojeda— de encabezar una mafia delictiva en puertos y aduanas. Antes de él, el 21 de octubre de 2024, también fue asesinada Magaly Janet Nava Ramos, auxiliar en la Delegación de la FGR en Colima, crimen que la propia Fiscalía vinculó con la ejecución del Contralmirante.

Con esos crímenes sobre la mesa, la pregunta es inevitable: ¿por qué la FGR no actuó entonces, si Ojeda ya sabía lo que sus sobrinos hacían? ¿No lo sabía López Obrador, ese presidente que presumía que nada le pasaba desapercibido?

Hoy, dos años después, el caso resurge con espectacularidad mediática y con Sheinbaum cuidándole la espalda no solo a su antecesor y Maestro, sino al almirante. Y como si también fuese autoridad ministerial en tono afirmativo sentenció:

> “Fue él quien denunció, no encubre a nadie, ni a sus familiares”. ¿Denunció a sus parientes, que estaban bajo sus órdenes pudiendo removerlos, concentrarlos, arrestarlos? ¡Qué sobrinos tan poderosos! ¿O cómo fue Señora Presidente? Usted que todo lo sabe.

Pero el mensaje real es otro: AMLO es super intocable. Ni siquiera se atreven a mencionarlo. Pero Ojeda es aliado, es la reputación misma de la 4T, quien entregó aeropuertos, puertos y aduanas a la MARINA. Y el señor ex Secretario, como buen marino en aguas turbulentas, forma parte del círculo transexenal, protegido en automático desde el pináculo presidencial.

No hay duda: por eso de los montajes, la justicia tardía tiene sabor a simulacro. Eso sí, los que en su momento se atrevieron a denunciar, por lo que se ve, no solo fueron desprotegidos ante el ataque de los sobrinos huachicoleros, sino que fueron ejecutados. Y en todo esto el Almirante Ojeda aparece más como víctima heroica que como jefe omiso.

¿De verdad, creen que la gente se tragará fácilmente esa versión anticipada de que, en las alturas, nadie sabía sobre los mandos huachicoleros a pesar de las denuncias con pelos y señales? ¿O se vieron obligados, dos años después, a destapar la cloaca ante las evidencias presentadas por el gobierno de Estados Unidos? Se sabrá, se sabrá sin duda.

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Felipe Guerrero Bojórquez

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