Es inevitable. Hay hechos que se imponen solos, que no admiten eufemismos ni maquillajes: lo ocurrido con la camioneta custodiada, asignada a la Directora del DIF, Eneida Rocha, no parece un simple despojo, sino un ataque a plena luz del día.
Y aunque lo más importante —¡gracias a la vida!— es que la niña salió ilesa, el fondo del asunto no se puede trivializar con un montaje ministerial, de esos que tanto perfeccionó la señora Sara Bruna, a la que por cierto en vez de llamarla a cuentas la han protegido.
La sociedad sinaloense no es ingenua ni se chupa el dedo. Está curada de espantos y sabe leer entre líneas. Si los agresores se toparon con escoltas, no fue por accidente. O se equivocaron rotundamente o dispararon con plena conciencia. No hay más.
El cinismo está en que, aun si se tratara solo de robar la camioneta, el mensaje es peor: los delincuentes se saben impunes, tan seguros de que nada les pasará al grado de que actúan en avenidas transitadas, en horarios familiares, como si Culiacán fuese su campo de tiro privado.
Mientras tanto, los altos mandos militares juegan al espejismo con sus 10 mil soldados que ni inhiben ni impiden lo cotidiano: robos, levantones, ejecuciones, extorsiones. ¿No se supone que a eso vinieron, a cuidarnos, como mil veces ha dicho y prometido la presidenta Claudia Sheinbaum? ¿De qué sirve decomisar arsenales, toneladas de droga y presumir narcolaboratorios desmantelados, si en la calle el terror se respira igual o peor que ayer? Hasta ahora, está comprobado que esto último no protege a nadie, porque los espacios públicos siguen dominados por el miedo y los actos criminales.
La ecuación es simple y atroz: los logros estadísticos, de los que en Sinaloa se ufana el gobierno federal, no han sido garantía de custodia social. Lo único que crece con esa estrategia es la numerología oficial…pero en contra de la sociedad.
Urge invertir el proceso para evitar además, que sigan cayendo inocentes, sobre todo niñas y niños, víctimas de la crueldad criminal y de la fallida táctica gubernamental.
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