¿Por qué Omar García Harfuch no asistió al evento más importante de la presidente Claudia Sheinbaum? En el primer año de gobierno, el hombre que más resultados ha entregado en materia de seguridad brilló por su ausencia. Un vacío físico que sin embargo provocó mucho ruido.
Sheinbaum explicó que Harfuch no acudió por “cuestiones de agenda”. Una excusa tan elemental que provoca una pregunta inevitable: ¿qué puede ser más importante que el informe presidencial? Hasta ahora, nadie lo sabe. Pero en los pasillos del gabinete de seguridad circula otra versión: desde una agencia de Estados Unidos habrían advertido sobre llamadas sospechosas en torno a la organización del evento. No se precisó de quién ni de qué tipo, pero los ofendidos abundan: dentro y fuera del gobierno.
La propia presidente recordó el atentado que Harfuch sufrió cuando era jefe de la Policía capitalina, una referencia que no pareció casual. Y cuando el propio secretario fue cuestionado por los reporteros, respondió con una frase que suena más a evasiva que a explicación: “Dependiendo de las actividades, a veces se puede acudir a un evento, a veces no”.
El argumento se derrumba por sí solo. Si estaba en su oficina de Constituyentes, ¿qué le impedía presentarse en un acto que, por la naturaleza de su cargo, le pertenecía tanto como a Sheinbaum? Su ausencia no fue burocrática: fue política, y probablemente también de supervivencia.
Porque Harfuch tiene enemigos en todos los frentes. Los externos, grupos fácticos que le deben golpes duros, y los internos, los del “movimiento”, los de las purgas silenciosas. Los morenistas “puros” lo detestan. Y no sin razón: fue él quien hurgó en el pantano del huachicol y quien ventiló la existencia de La Barredora, ese grupo criminal que mezcla política, petróleo y poder.
Los Andys López, los Adanes Augusto, las Marías Luisas Alcaldes y los Ricardos Monreal, sí, los del corralito del Zócalo, saben que el supersecretario no les debe lealtad, y que su función por la seguridad los pone en riesgo. Si ellos pudieran, por lo menos ya lo habrían echado del gabinete.
García Harfuch conoce la estructura del huachicol desde adentro. Sabe que los verdaderos jefes no están en los cárteles, sino en las cúpulas políticas cercanas al poder de Palenque. Conoce los intríngulis de los testigos silenciados, mandos desaparecidos y expedientes sellados. Y que algunos de los responsables siguen cómodamente instalados en el gobierno.
Por eso no fue al Zócalo. No fue porque seguramente considera que su vida vale más que un aplauso. Porque, advertencia estadounidense o no, Harfuch entiende que los enemigos que lo quieren eliminar no necesariamente visten pasamontañas, sino ¿trajes de lino y guayaberas a mano bordadas?
El peso de su ausencia en realidad destacó su presencia, y ratificó al hombre que sabe demasiado. Tanto que en México, funcionarios de su tipo, caminan siempre por el filo de la navaja. Desde luego no ignora que, en estas coyunturas, los de adentro suelen ser más peligrosos.
MINI-CHISPAZO
Si ahorita, en 2025, brota la pus por todos lados, habría que imaginar el próximo 2026, cuando las definiciones para el año electoral 2027 prácticamente serán cocinadas.
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