Chispazo

Golpes sí, acuerdos no

En el circo de la política mexicana, los payasos ya no hacen reír y los magos exhiben sus trucos: hacen trizas la solemnidad de un Congreso que, en teoría, debería legislar en el consenso y la razón, no a golpes físicos. Ayer, la Comisión Permanente se convirtió en ring de lucha libre con boleto gratuito y con una amplia difusión a nacional e internacional, sin pagar derechos de cobertura. Para vergüenza no ganamos.
El respetable público —usted, yo, la ciudadanía— presenció cómo el priista “Alito” Moreno, con la finura de un guarura de antro, soltó manotazos al siempre incendiario Gerardo Fernández Noroña, quien reaccionó con el histrionismo de quien ya se sabe víctima predilecta para la crónica roja y los hashtags virales. Su mero mole, más aún cuando la reyerta le cayó como anillo al dedo por su casita de 12 millones de pesos cuyo escándalo iba en ascenso.
Los gritos, los empujones, los insultos… todo a cuadro. La democracia mexicana en su máxima expresión: convertida en un espectáculo de arrabal. Olvídese usted de las leyes, las reformas o la “división de poderes”: lo que divide ahí son los cómodos sillones y las amenazas de desafuero.
De por si, los consensos, vaya, la sola idea del acuerdo mínimo, hace tiempo fueron sepultados por la intransigencia absolutista, y ahora los ajustes llegaron al límite: Madrazos físicos que tendrán como respuesta los que la mayoría guinda siempre ha buscado: El desafuero, ese que por mucho deberían aplicárselo al presunto cabecilla mayor de “La Barredora” y líder morenista en el Senado: Adán Augusto López.
Mientras tanto, afuera, millones de mexicanos siguen esperando soluciones a la inseguridad, a la carestía, al desempleo. Pero no, nuestros representantes están demasiado ocupados peleando quién da el primer golpe para aparecer en TikTok, en Instagram, en YouTube y en Facebook, la aplicación predilecta de la masa.
Lo más grotesco no fue el zafarrancho en sí, sino la normalización: cada quien regresó a su curul como si nada. Como si no hubieran convertido el recinto en cantina de cuarta categoría, esas que ni a saca borrachos llegan, con servicio exclusivo de cheve, pulque y una alfombra de aserrín para tirar sin escrúpulos el escupitajo. Ahí donde rifan los putazos a mano limpia, sin la mediación siquiera de una pizca de prudencia porque en esos espacios la investidura es la antítesis de la razón. Así, de ese tamaño vimos como, una vez más, se mancilló uno de los poderes que en las últimas décadas perdió su solemnidad, seriedad y compromiso histórico.
Y si ayer Noroña era trending topic por su casita de 12 millones de pesos en Tepoztlán, hoy el pleito con Alito le cayó como bendición: nada borra mejor la resaca de la austeridad traicionada que un buen derechazo parlamentario. El escándalo de los golpes terminó tapando el escándalo de la mansión.
En resumen: en México, no pocos políticos, no solo no ejercen la austeridad republicana, sino que se involucran en negocios sucios, protegen al narco, ejercen y promueven la corrupción, pisotean la constitución que juraron defender y no se tientan el corazón para liarse a golpes, en vez de tramarse en busca de soluciones de los tantos problemas que padece el pueblo de México. Ayer vimos un claro ejemplo de ello.

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Felipe Guerrero Bojórquez

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