La política mexicana es un carnaval de máscaras donde cada semana se renuevan los disfraces. En pocos días nos ha dejado un repertorio de sainetes y cortinas de humo.
La reyerta Alito–Noroña. Los manotazos en la Comisión Permanente confirmaron que el Congreso dejó de ser parlamento para convertirse en ring de box. Y lo peor: nadie pidió disculpas, todos reclamaron victoria. Y la presidente Sheinbaum toma partido y también ataca. Aprovecha para tachar de porro a “Alito” Moreno y a los panistas de ser miembros del cártel inmobiliario. La misma línea divisoria de su antecesor, pero ahora en un ambiente de adversidad exterior.
El Mayo habla y la presidenta calla. Ismael Zambada describió lo que todos sabían: sobornos a militares, policías y a políticos. Claudia Sheinbaum intentó minimizarlo, pero en Washington ya entendieron la confesión como radiografía de narco–Estado. Aquí el relato presidencial tiene eco entre sus seguidores, pero la administración Trum lo escucha de otra manera.
Julio César Chávez Jr. queda prácticamente libre al pisar suelo mexicano, cuando la propia FGR lo acusa de tener vínculos con cárteles de la droga y tráfico de armas. Por menos, hay muchos a quienes les han aplicado la llamada Prisión Preventiva Oficiosa.
Mientras todo esto ha servido también para que Adán Augusto López, líder de MORENA en el Senado, se escabulla de la sospecha nacional de estar presuntamente vinculado al cártel de “La Barredora”. Igual, a otros por menos se les pretende desaforar, mientras en la notaria 27, en Villahermosa, de quien fuera gobernador de Tabasco y luego Secretario de Gobernación, yacen en archivos los documentos notariados de grandes negocios atribuidos a miembros de esa organización criminal.
Así es como se fabrican las distracciones: farándula y violencia como espectáculo paralelo. Y en esa lógica el circo mañanero hace lo suyo contribuyendo potencialmente al ambiente carnestolendo. Si, la presidente Sheinbaum en modo AMLO; desde el púlpito tempranero radicaliza, acusa, descalifica y divide. Copia la fórmula del caudillo, pero sin la voz ni el arrastre. Es eco sin potencia.
Mientras tanto Trump, el trapecista naranja, salta de entre la amenaza al ultimátum. El republicano sigue, desde su campaña, disparando a diestra y siniestra contra los “narco–gobiernos”. Pero hasta ahora todo ha quedado en bravata. En el caso de México El Chapo Guzmán fue aprehendido por tercera vez en 2016 y extraditado en 2017; y a El Mayo se lo llevaron los gringos sin trámite alguno, de tal modo que los dos grandes capos encarcelados en Estados Unidos no fue por decisión del régimen de AMLO y Sheinbaum. Viene al caso porque a pesar de las estridencias del gobierno trumpista, solo charalitos les ha mandado el régimen de la 4T al que tachan de narco gobierno. ¿Y los narco políticos de los que tanto hablan las Pam Bondi, los Marco Rubio, los Terrance Cole? Hasta ahora ni siquiera han acusado a alguien, menos capturado.
Mucho show, circo, farándula, cortinas de humo, estrategias mediáticas, a lo que la raza ha sabido responder con el mejor de los ingenios: Los memes, extraordinaria respuesta ante los escenarios de oropel de los políticos, contra los actores cínicos y sinvergüenzas que en estos días han recibido, como rechifla, millones de mensajes con los que la gente se desquita a través del humor.
La semana pues, casi termina como empezó: con ruido, pleitos y discursos radicales. México atrapado entre un Congreso que boxea, una presidenta que imita, cárteles que gobiernan y un Trump que acecha y se mueve en la amenaza discursiva. Pero hasta ahí.
Los pendientes siguen en la mesa: paz, justicia, empleo e inversión. Pero aquí se prefiere el humo al aire limpio, la pelea al argumento, el espectáculo a la solución. En este teatro, lo único que crece es la certeza de que el poder vive de distracciones mientras el país se desangra.
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