Chispazo

Ante el engaño y la cerrazón, la protesta

La 4T creyó que eliminando apoyos “innecesarios” al campo corregiría los “vicios neoliberales”. Solo consiguió hundir a la agricultura, la pesca y la ganadería. Hoy el país enfrenta una crisis productiva y alimentaria: escasez, precios por las nubes, carreteras inseguras, extorsión generalizada e infraestructura al borde del colapso.

El obradorismo apostó todo a la ideología y al “ahorro” para repartir dinero. Abandonó a quienes producen. Y los productores —privados y sociales— que creyeron en las promesas de López Obrador ya entendieron el engaño: no hubo subsidios, no hubo precios de garantía, no hubo apoyos… solo propaganda.

Con Claudia Sheinbaum, la respuesta ha sido igual: cerrazón e incapacidad para entender que la producción está por encima de la propaganda y la ideología, y que el país exige un modelo de desarrollo competitivo, sobre todo en su sistema alimentario. Por eso mismo, los productores saben que el diálogo de sordos y la promesa ya no es la solución, sino la protesta: la toma de carreteras, casetas y aduanas porque ya no encuentran otra forma de exigir que se les escuche. Saben que para ellos ya no habrá un peso porque todo se va al populismo del reparto.

Y surge la pregunta que incomoda al régimen:
¿De dónde sacarán dinero cuando quienes producían están quebrados y ya ni impuestos podrán pagar?

La 4T ya perdió a gran parte del voto productivo y también al popular: el dinero de los programas no alcanza para medicinas ni para la canasta básica; el “abasto” de fármacos es una mentira; y el salario mínimo se pulverizó.

Mientras tanto, la presidente aparece en las mañaneras echando culpas, exhibiendo adversarios y repitiendo rollos. Muy lejos de ser estadista; muy cerca de ser solo militante y defensora de funcionarios embarrados en corrupción y hasta en crimen organizado.

Las voces de inconformidad crecen, pero el régimen prefiere culpar al pasado y a la ultraderecha. Es su método: meter todas las inconformidades en un mismo costal y juzgar a la ciudadanía en blanco y negro. Eso es pensamiento fascista.

Los fanáticos de MORENA alegan que “el PRIAN quiere volver a sus privilegios”, y alguien en redes les recordó lo obvio: “¿No son los corruptos del pasado los que hoy gobiernan y encabezan MORENA?” Saquen cuentas. Solo se cambiaron de siglas y de chaleco.

Incluso una Servidora de la Nación admite que la gente ya no cree. “No sé de dónde sacan la popularidad de Sheinbaum”, dice. Luego se corrige: “Bueno, sí sé. Pagan millones a medios y a encuestadoras”.

En siete años, MORENA tiró a la basura su bono democrático. Eligió autoritarismo, propaganda y corrupción y que el hombre que corrompió el proyecto, López Obrador, siga mandando desde Palenque. Y toda vía sin rubor, y algunos con cinismo, lo admiten. Y Claudia lo sabe: se le nota en el gesto, en la irritación constante, en la incapacidad absoluta de tolerar la crítica. Circula un video en redes donde en Oaxaca el abucheo fue terrible. Aún así siguen soberbios y agresivos. Y es que, según ellos, no es la 4T la que hace mal la cosas, sino la oposición la que trata de desprestigiar a Sheinbaum. El clamor ya es generalizado. Pero se mienten solos y apelan aún al mismo rollo desgastado, ese que ya perdió credibilidad porque abajo la realidad es otra.

Queda clara una cosa: un gobierno que no se reconoce en sus fallas y que no tolera la crítica, es un gobierno que ya empezó a caer.

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Felipe Guerrero Bojórquez

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