“Su divisa era ésta: todo lo que merece ser hecho, merece también ser bien hecho”, André Maurois (1885-1967) Novelista y ensayista francés.
BUSCAPIES
La protesta de Guerreros Azules de Sinaloa A.C., integrada por policías retirados, volvió a irrumpir en Mazatlán con bloqueos a los accesos del Palacio Municipal.
Lo hicieron con un pliego petitorio bajo el brazo y con la narrativa de la exigencia justa, pero con un método que terminó perjudicando a ciudadanos ajenos al conflicto. Y aquí hay que poner las cosas claras: las causas pueden ser entendibles, pero las formas no siempre lo son.
Los policías retirados, tanto de Mazatlán como de otros municipios como Guasave, Rosario, San Ignacio y Concordia, reclaman mejores prestaciones y seguridad económica en su retiro.
Nadie puede negar que durante su vida activa aportaron a la seguridad pública, en un contexto siempre difícil y riesgoso. Sin embargo, de ahí a convertir el Palacio Municipal en un punto de presión, hay una distancia importante.
La protesta dejó sin acceso a personas que acudían a pagar servicios, tramitar documentos o resolver gestiones cotidianas.
Esa afectación directa al ciudadano común debilita el discurso de justicia y lo acerca más al de la imposición.
La presidenta municipal, Estrella Palacios Domínguez, respondió con la actitud que corresponde a la autoridad: ni ignorar ni ceder al chantaje, sino atender con responsabilidad.
Apenas fue informada de la protesta a temprana hora, instruyó al secretario del Ayuntamiento, Moisés Ríos Pérez, dialogar con los inconformes.
No se concretó de inmediato por la ausencia de la dirigente Yesenia Rojo Carrizoza, quien se encontraba en Culiacán, pero aun así la alcaldesa mantuvo abierta la puerta para una mesa de trabajo donde las demandas sean revisadas con seriedad.
Lo importante es que Palacios fue clara y transparente: todo acuerdo debe darse dentro del marco legal y de las posibilidades presupuestales del Ayuntamiento. Lo que Guerreros Azules está solicitando implica recursos que comprometerían una parte sustancial del dinero público, dinero que no le pertenece a un grupo en particular, sino a todos los mazatlecos.
En política, y sobre todo en la administración pública, la buena voluntad no basta; la responsabilidad obliga a priorizar el uso correcto de cada peso.
Es cierto que los policías retirados merecen un reconocimiento, pero la vía para lograrlo no puede estar basada en la presión que afecta a terceros ni en exigencias desproporcionadas.
En cambio, la presidenta municipal mostró un equilibrio que no es común: reconocer la importancia del trabajo de los policías en retiro, pero marcar al mismo tiempo los límites de lo posible.
Esa combinación de sensibilidad y firmeza es, en realidad, el único camino responsable para gobernar.
Mientras Guerreros Azules apela a tácticas de bloqueo que desgastan la paciencia ciudadana y entorpecen la vida institucional, Estrella Palacios mantiene una postura de apertura al diálogo sin abandonar el respeto a la ley ni la obligación de cuidar el presupuesto.
Esa diferencia es fundamental: la autoridad gobierna para todos, el colectivo defiende solo a los suyos.
La discusión de fondo no es si los policías retirados merecen mejores condiciones —porque sí las merecen—, sino el cómo. Y ahí está la clave de esta historia: Palacios pone sobre la mesa un mecanismo legal e institucional para revisar los planteamientos; Guerreros Azules recurre a la presión y a la toma de espacios públicos.
Esa contraposición deja claro quién busca soluciones y quién busca imponerlas.
En un escenario donde los intereses particulares suelen enfrentarse al interés general, Mazatlán necesita más que nunca un gobierno que sepa escuchar, pero que también tenga la claridad de poner límites.
Y en este episodio, lo cierto es que la presidenta municipal ha sabido sostener esa línea: diálogo sí, pero sin poner en riesgo la estabilidad financiera ni el respeto a la ley.
REESTRUCTURACIÓN
La Universidad Autónoma de Sinaloa atraviesa un momento decisivo. El rector Jesús Madueña Molina presentó el proyecto de reingeniería financiera integral, un plan que no solo busca ordenar las cuentas de la Casa Rosalina, sino también darle certidumbre a su futuro y a la prestación madre de la institución: la jubilación dinámica.
Se trata de una iniciativa compleja, que enfrenta resistencias, pero que abre un camino de responsabilidad y visión a largo plazo.
El diagnóstico no es menor: la Secretaría de Educación Pública detectó mediante un estudio actuarial que el sistema de pensiones de la UAS tiene un problema estructural. Los trabajadores no aportan al fondo, lo que genera un déficit insostenible que pone en riesgo tanto las actividades académicas como la estabilidad laboral.
Ante esta situación, Madueña Molina optó por hablar con franqueza: no hay salida sin ajustes, y esos ajustes requieren tanto de la universidad como del apoyo de los gobiernos federal y estatal.
El proyecto se sostiene sobre tres ejes: la reingeniería administrativa y financiera, la búsqueda de un incremento presupuestal irreductible del 16% y la reingeniería normativa.
En lo administrativo, se prevén ahorros de hasta 50 millones de pesos sin sacrificar la calidad académica, a través de medidas como la compactación de programas de estudio, la fusión de unidades académicas y la reorganización de la plantilla. Se incluye también un gesto político de alto valor simbólico: un descuento del 10% en los salarios de los funcionarios de más alto nivel.
En lo financiero, se plantea la necesidad de un fondo de pensiones sólido. Esto implica, sí, sacrificios: retenciones graduales al salario de los trabajadores activos y ajustes a las prestaciones de los jubilados, como la reducción de días de aguinaldo o la eliminación de la prima vacacional en algunos casos. Son decisiones que pueden parecer duras, pero que buscan garantizar que las futuras generaciones de trabajadores universitarios tengan una jubilación segura.
Madueña Molina lo ha dicho con claridad: este esquema no pretende vulnerar derechos, sino asegurar la viabilidad de un modelo que, en su estado actual, es insostenible. Aquí radica el valor de la propuesta: en lugar de esconder la crisis o trasladarla al futuro, se asume el reto de corregir el rumbo ahora.
Por supuesto, el respaldo del gobierno federal y estatal será indispensable. No se trata solo de una reingeniería interna, sino de un esfuerzo que requiere acompañamiento presupuestal y reconocimiento de las horas no cubiertas por la SEP, que ascienden a más de 90 mil. Sin ese apoyo, cualquier plan quedaría incompleto.
En medio de un contexto político adverso para la UAS, este proyecto representa más que un ajuste administrativo: es una apuesta por la transparencia, la disciplina y la responsabilidad financiera.
El rector Madueña Molina está dando un paso que muchos evitarían por su costo político, pero que la universidad necesita con urgencia.
El debate será amplio y seguramente polémico, pero la ruta está trazada: ordenar las finanzas, garantizar la jubilación dinámica y asegurar que la Universidad Autónoma de Sinaloa pueda seguir cumpliendo con su misión académica y social. Y en esa ruta, la reingeniería no es una opción; es una necesidad impostergable.
APUESTA
La firma del convenio entre el Ayuntamiento de Culiacán y Estudios Churubusco marca un hecho sin precedentes: la capital sinaloense se convierte en el primer municipio en sellar este tipo de alianza con una institución federal de la talla cinematográfica.
Más allá de la formalidad del acto, lo que se abre es una oportunidad concreta para transformar el talento local en proyectos profesionales.
El alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil ha sido enfático en que en Culiacán sobran jóvenes con creatividad y disciplina, pero faltan herramientas.
Con este convenio, la ciudad tendrá acceso a diplomados, talleres y espacios de formación que antes parecían lejanos, además de vinculación con universidades como la UAS y la UAdeO.
No es menor que instituciones como el Cenart, la Cineteca Nacional y ahora Estudios Churubusco sumen esfuerzos en esta llamada “Gran Alianza por Culiacán”.
Se trata de sentar las bases para un ecosistema cultural sólido, donde el cine, el arte y la educación se conviertan en vías reales de crecimiento.
En tiempos donde las ciudades suelen apostar a la inmediatez, Culiacán empieza a invertir en lo que trasciende: la cultura como motor de desarrollo social. Y esa es, quizá, la mejor apuesta para transformar el presente y proyectar un mejor futuro.
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