Hace poco se consignó en este espacio que derivado de su concepción central, los gobernantes de la llamada Cuarta Transformación desconocían las expresiones de la sociedad civil, y veían en sus representantes “adversarios” con los que no se debe dialogar para no legitimarlos, sino todo lo contrario.
Eso explica la conducta de la presidente Claudia Sheinbaum, no solo de no recibir a la delegación de Sinaloa conformada por representantes de organismos empresariales y civiles, sino de descalificar su lucha por la paz, afirmando que en Sinaloa el desempleo tiene que ver “con la sequía”, y no con la violencia incontrolable que padece particularmente Culiacán.
Y en lugar de recibir al menos una respuesta sensata, la burla presidencial, envuelta en una expresión que puede considerarse absurda o de la más elemental ignorancia, mide el tamaño de la insensibilidad, el valemadrismo y lo peligroso que resulta estar frente a un poder intolerante y sectario.
La “sequía presidencial”, es una bofetada a los cientos de sinaloenses que han padecido el drama de la violencia y la infamia de la impunidad de un gobierno inservible y, por lo tanto, cómplice por comisión o por omisión. Un insulto al dolor de cientos de familias y una patada al estómago de la exigencia de paz y de justicia. Un desprecio absoluto a la manifestación pública, a la multitudinaria marcha ciudadana y al clamor para que ya pare esta pesadilla.
La “sequía” presidencial es el eco que proviene del dolo absolutista, cuando cree que sus intereses se verán dañados por “adversarios” que, por decantación, pertenecen a la “derecha” o son “neoliberales”. El estás conmigo o estás contra mí, es la reja ideológica de la 4T que se abre o se cierra dependiendo de la circunstancia. Lo que ocurre es que a los regímenes cerrados les incomoda, o en su caso no admiten, las movilizaciones, marchas, exigencias, protestas; es que ellos quieren hacer creer que son la representación más digna de la justicia; la integridad plena de la honestidad y lo más prístino de la transparencia. Por eso sus dirigentes se ofenden tanto que, en vez de ofrecer soluciones, amenazan; y no se tientan el corazón para buscar explicaciones, aún las más descabelladas, si se trata de descalificar a los que se consideran “enemigos del movimiento”.
Si, el terrible desempleo y las grandes pérdidas económicas en Sinaloa, se debe “a la sequía”. ¿Qué respondería el gobernador Rubén Rocha, a la pregunta de que si está de acuerdo con esta explicación ofrecida por la Señora Sheimbaum? Al menos que ella lo haya consultado y él le haya ofrecido estos datos. En todo caso, el Dr. Rocha está obligado a ofrecer una postura clara al respecto, porque lo que dijo la mandataria es, desde luego, muy serio, por no decir atroz.
Pero más allá de la postura del gobernador, ¿qué sentimientos atraviesan el alma de los cientos de pequeños y medianos empresarios que se vieron obligados a bajar las cortinas de sus negocios, a emigrar y a despedir a sus empleados? ¿Qué pensarán de la expresión presidencial que achaca toda esta desgracia a “la sequía”? cuando ellos vieron truncado su futuro por el secuestro, el robo, la extorsión, por la falta de compradores ante el miedo de salir a las calles violentas; cuando por toda esta maldición muchos se quedaron sin ingresos y sin esperanzas, en una ciudad cercada no solo por el miedo, sino ahora por el aferramiento del gobierno por hacer creer que no pasa nada, aunque al menos ayer, el gobernador Rubén Rocha tácitamente reconoció que no había condiciones para realizar el festejo del día del grito, por lo que suspendió el evento masivo programado en la explanada de gobierno en Culiacán.
La realidad es tan terca, tan invasiva, que a veces impone su dramatismo sobre el discurso y la ventolera gubernamental. Lo sucedido en Altata, fue un mensaje terrible de lo que podría haber ocurrido este día. Una maestra asesinada en fuego cruzado frente a sus hijas y esposo; la fachada de las oficinas de la Sindicatura rafagueada y un hotel incendiado. En la víspera, la jornada violenta había alcanzados los diez muertos. Todo ello, saldo terrible de “La sequía” y los “factores externos” de la presidente Sheinbaum, que ni a algunos de sus fanáticos en Sinaloa convence.
Es tan absurdo o de “La sequía”, que evidencia claramente el espíritu de un régimen intolerante, capaz de llevar al país a la bancarrota por tal de demostrar que después de ellos no hay nadie, ni Dios, y que todo aquél que se atreva a desafiarlos, será irremediablemente declarado traidor a los intereses del pueblo y de la patria, como ya sucede.
Las dictaduras así emergen: Empiezan por el control de las instituciones centrales del Estado; y luego arremeten contra aquellos que expresan desacuerdos. En su biblia hay un precepto fundamental: Ser dueños de la verdad absoluta. Y quienes la refuten merecen la pena capital. A la desgracia de Culiacán la señora Sheimbaum ya le encontró culpable: la sequía. Y a su sociedad la sentenció a morir de sed… de justicia.
¿Lo permitirán sus ciudadanos?
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