Chispazo

El presupuesto del deterioro

El presupuesto federal de 2026 no esta proyectado para desarrollar al país, sino para pagar la factura de un sexenio de caprichos. Andrés Manuel López Obrador dejó tras de sí una deuda monstruosa que, en apenas seis años, casi duplicó hasta los 17 mil billones de pesos. Y todo porque se empeñó en sus obras faraónicas: Dos Bocas, un misterio que nadie sabe cuánto produce; el Tren Maya, que quizá hasta el 2050 pueda sostenerse solo; y el Felipe Ángeles, aeropuerto fantasma donde ni las moscas aterrizan. Obras triplicadas en presupuesto, inconclusas en resultados, y hoy subsidiadas con dinero que debería estar en hospitales, escuelas, calles y carreteras.

El 2026, pues, será el año de pagar los platos rotos del “obradorato”. A sostener programas sociales de dinero en efectivo sin auditoría ni evaluación. Y a recortar donde más duele: salud, educación, infraestructura. Carreteras y calles destrozadas, con baches como heridas abiertas, drenajes colapsados, colonias enteras sin agua ni luz. Escuelas cuyas aulas son hornos o por su deterioro un peligro para la integridad de los niños . Hospitales hechos pedazos, sin medicamentos, con quirófanos donde es más fácil morir de infección que salvarse en una operación. Esa es la herencia que ahora se repite en cada municipio.

Basta recordar la frase cínica de María Luisa Alcalde, líder nacional de Morena, asegurando que donde gobiernan “no hay baches, ni lámparas apagadas, ni fugas de agua”. La respuesta fue un alud de imágenes: ciudades hechas trizas, barrios inundados de baches, colonias oscuras y fugas por todos lados. En Sinaloa, en sus principales ciudades, el deterioro de la infraestructura pública es evidente y la ausencia de obra es un monumento al abandono. A los municipios serranos ni siquiera los visita el gobernador Rubén Rocha: no hay proyectos, no hay obra, no hay agenda. Apenas alcanza para la nómina, y en muchos lugares los alcaldes son sombras de un poder que ya no ejercen. Mandan otros, los grupos de facto que se reparten el control, los socios consentidos del régimen.

Ese es el sello del régimen morenista: un país materialmente destrozado y endeudado, donde el pueblo paga las consecuencias de los caprichos de un mesías.

Y aún así, el presupuesto de 2026 engorda a las fuerzas armadas. Ejército y Marina, convertidos en administradores de puertos, aduanas, trenes y aeropuertos, reciben más dinero, con la garantía de que sus chequeras estarán blindadas durante los próximos 15 años. Cero rendición de cuentas. Cero transparencia. Así, el gobierno que prometió honestidad y democracia se mueve con lógica de dictadura: militarizar para sostener el poder y vaciar la caja para todo lo demás.

La pregunta es central: ¿qué sigue después de los fideicomisos, del ahorro de los trabajadores, de los recortes a lo esencial? Los expertos ya lo advierten: lo próximo será el Banco de México, las reservas del país. Y cuando se gasten también eso, ¿qué nos quedará? Solo la certeza de que seis años bastaron para arruinar lo construido en décadas. Todo bajo la consigna de destruir, con misiles de odio, el andamiaje del sistema opresor edificado por los neoliberales.

Es cierto, los programas sociales han sido importantes en el apoyo a los más necesitados, pero requieren evaluación, transparencia y aplicación a quienes realmente los ocupen. Y sobre todo que el régimen no los utilice, como hasta ahora, con fines electoreros.
No hay duda, un sexenio ha bastado para que millones de mexicanos desconfíen de la 4T, esa que ahora muestra su verdadero milagro: Haber convertido la esperanza de muchos en decepción.

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/chispazo/.

 

Felipe Guerrero Bojórquez

Comparte