En enero de 2020, en el sur de Veracruz, apareció una mini refinería clandestina instalada con un costo de aproximadamente 5 millones de dólares. No era una bodega escondida ni un taller improvisado: era una planta industrial que operaba a plena luz, refinando combustible robado a Pemex y distribuyéndolo a empresas de Acayucan, Minatitlán y Coatzacoalcos. Todo Veracruz lo sabía, menos —qué curioso— el gobierno.
Cuando “descubrieron” la planta, de inmediato se dijo que tenía etiqueta de La Barredora, que al fin y al cabo Hernán Bermúdez ya andaba huyendo. Sin duda, hasta hoy esa organización criminal, es un saco sin fondo a la que se le acusa en abstracto para encubrir lo concreto.
Y es que detrás de la operación, sin duda, hay nombres, puertos, rutas y funcionarios. En junio de 2025 incluso se aseguraron más de 500 mil litros de hidrocarburo, prueba de que aquello no era un rumor ni un montaje; pero además, si había ahí esa cantidad de combustible en el momento del decomiso ¿cuántos millones de litros se habrían extraído de PEMEX desde el 2020 a la fecha? ¿Quiénes, verdaderamente, estaban detrás de esta mini refinería que operaba a ojos de todo mundo con la evidente complicidad del gobierno? En Veracruz no pocos apuntan la vista hacia el que todo lo sabía, los juniors y sus presuntos cómplices.
¿Quiénes aparecen en la parte más inmediata de la sombra? Exfuncionarios de seguridad de Tabasco, con nexos directos al entonces gobernador Adán Augusto López, luego secretario de Gobernación y hoy líder de Morena en el Senado. Entre ellos, el secretario de Seguridad tabasqueño Hernán Bermúdez, bajo cuyo amparo, según la investigación, se habrían tejido las conexiones que dieron cobertura al negocio criminal.
Y ahí surge, en la concatenación más elemental, aunque no se quiera y por el escándalo huachicolero que sacude al país, la figura del almirante Rafael Ojeda, ex Secretario de Marina con López Obrador. Y es que no se puede hablar de Coatzacoalcos y Minatitlán como simples puntos en el mapa: son puertos neurálgicos del petróleo y los derivados, con ferro-buques, buques-tanque y embarcaciones de carga entrando y saliendo cada día. ¿De verdad nunca se enteró? ¿No vio las pipas, ni los embarques, ni los cargamentos que circulaban con descaro de esa planta clandestina hacia esos lugares? ¿O todos se hicieron de la vista gorda?
La investigación señala a un supuesto inversionista conocido como “El Texano” y a un operador apodado “Taca”. Qué casualidad: se saben los motes, pero nunca los nombres. Otra vacilada más para un país que ya conoce de memoria el libreto de la impunidad.
Porque aquí la pregunta es tajante: ¿sabían o no sabían? Si no sabían, ¿a qué diablos se dedicaban los gobernantes del régimen original del no mentir, no robar y no traicionar, al que ahora le brota la pus por todos lados?
Y sí sabían, como es presumible: ¿de qué tamaño ha sido y es su complicidad? Esto apenas empieza.
Lo único claro es que hasta hoy nadie de los verdaderos responsables está tras las rejas. Y el régimen todavía pretende que la gente se trague el cuento de que todo fue obra de La Barredora, como haciendo responsable único al Bermúdez que supuestamente anda huyendo para, evidentemente, encubrir a los verdaderos responsables.
¿De verdad creen que un pueblo, que huele el tufo del huachicol día tras día, se va a tragar esa cuento de pipas invisibles, refinerías fantasma y del cinismo de gobernantes que enarbolan la bandera de la honestidad y la transparencia? López Obrador no se cansaba de repetir que los Presidentes lo saben todo y que participan de las transas y los grandes negocios. ¿Sabía o no sabía de todo el cochinero que brota hoy cada día? ¿Sabía o no sabía de la denuncia de su propio Secretario de Marina? ¿Sabía o no sabía de los hoy sobrinos incómodos y de los crímenes de oficiales en esta trama? Nadie lo inventó. Ahí están sus palabras y, en esa lógica, dicho por él mismo, queda muy claro que no lo ignoraba. A menos que ahora acepte que lo hicieron tonto.
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