El me hace falta es una constante en mi vida y automáticamente vuelvo al pasado y no puedo dejar de sentir pena por lo que dilapidé en mi desenfrenada inconciencia de la juventud.
Lo repito ante quién me quiera escuchar.
La tranquilidad futura, se logra con un presente previsor y visualizando lo que se quiera tener, con el producto del trabajo honesto o de la rapiña en los cargos públicos o privados en que nos desempeñemos.
No se necesita tirar por la borda lo que nos llegue a las manos en la primavera de la vida. Basta con ahorrar un treinta por ciento y de manera paulatina, pero firme y segura crecerán las expectativas del orden económico para aguantar los fríos de la vejez.
Es muy raro que un joven tome el consejo.
Los que son visionarios resultan ser los grandes ganadores de la humanidad y la constante que los acompaña es saberse a salvo de los grandes apuros que nos aquejan a las cigarras de la fabula de la hormiga trabajadora y ahorrativa a la fiestera muerta de hambre de la cigarra.
El día de ayer me llegaron a la mente los que salvaron el momento más difícil por el que he pasado y que consistió en luchar por salvar mi vida.
El me hace falta, me llegó en noviembre del 2020, cuando no tuve al alcance de mi mano la cantidad suficiente para comprar las medicinas que se requerían para combatir el covid que amenazaba en todo momento con arrancarme la vida.
La meditación profunda, de mi triste situación económica, llegó con el tiempo y aún me acongojan los miedos a las posibles secuelas que suelen presentarse.
El me hace falta quisiera trasmitirlo a mi hijo que comienza su vida productiva, pero en ocasiones desisto, al encontrar que es igual de inconsciente a lo que fui en mi comienzo primaveral.
Mi consejo es que tengan miedo.
Nada es más triste que ver a un ser querido caído en la desgracia y sin tener la manera de auxiliarlo para aliviarle las penas o salvarlo de la desgracia.
A mi hijo le mostré el camino de la decencia y honestidad.
Pero mi vida no fue la de una blanca paloma.
Como abogado utilicé los recursos que tuviera a mi alcance, lícitos o ilícitos, para satisfacer los requerimientos de mis clientes.
Compré a los Ministerios Públicos y Jueces para liberar a los acusados de tal o cual fechoría.
Gané bastante dinero y nunca me consideré el mejor abogado y tampoco el peor, pero clientes jamás me faltaron y tuve mucha abundancia.
Mi talón de Aquiles fueron las mujeres y en ella finqué mis inversiones que jamás dejaron riqueza y provocaron la escasez del efectivo.
Si me arrepiento de haber sido un despilfarrador.
Con la mitad de lo que gasté me hubiera divertido igual y la otra mitad formaría parte de mi seguridad en este invierno que representa la vejez.
Es mi sabio consejo.
Gasten la mitad de lo que llegue a sus bolsillos y el resto ahórrenlos y adquieran bienes que respalden el paso de los años.
Muy trabajoso seguir el consejo.
Pero hay jóvenes que en mi tiempo me escucharon y ahora son hombres sin carencias que los pongan en peligro de muerte.
Gasten todo el 50%, y el otro cincuenta, mándelo al congelador de una cuenta bancaria.
Hasta mañana.
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