La pobreza en México afecta a cerca de 55 millones de personas que tienen al menos una de las seis carencias existentes; y, la pobreza extrema, personas con tres o más carencias, alcanza a 11 millones de ciudadanos. Cerca de 22 millones están en pobreza alimentaria, es decir, los que no pueden acceder a comprar la canasta básica, según datos oficiales.
Entre los principales problemas siguen vigentes la inseguridad pública y migración crecientes, el deterioro ambiental caracterizado por la pérdida de suelos, deforestación, menor disponibilidad de agua, incendios forestales, contaminación de las principales cuencas con aguas residuales y residuos sólidos, cambio climático, falta de infraestructura social, conectividad y, más grave aún, la falta de planeación en los tres órdenes de gobierno. Todos estos son problemas que vienen de hace muchos años, pero que alguien ofreció resolverlos. Entonces, ¿dónde están? Yo sé dónde, peleándose unos a otros por el poder, cuando hay muchas cosas por resolver.
Como efectos de la pandemia COVID se han registrado aumentos en la deserción escolar. Niños y jóvenes que abandonaron la escuela para ayudar a sus padres en la economía incrementó el trabajo infantil y mayor violencia familiar.
Aunque ya no es lo mismo que antes, todo sigue siendo igual y en muchos casos es peor porque hoy vivimos una gran división entre los mexicanos promovida desde palacio nacional y hay una gran afición por descalificar a los demás, especialmente a quienes no piensan igual.
Se ha abandonado la planeación nacional, estatal y municipal y los planes de desarrollo se han convertido sólo en ejercicios de aparente cumplimiento de la ley sin mayor trascendencia. Una administración realiza algo y la siguiente la descalifica o destruye sin importar los costos económicos y sociales. Cientos de obras municipales, por ejemplo, nunca se verán concluidas porque no son proyectos del presidente en turno. México y los estados se inventan cada seis años y los municipios cada tres.
Recientemente nos hemos enterado de la propuesta del Ejecutivo Federal sobre un Nuevo Modelo Educativo Nacional para revisar los contenidos, quitar las palabras neoliberales, revisar los libros de texto gratuitos y eliminar los grados escolares para dejarlos en fases.
El sistema educativo nacional mexicano tiene cerca de 32 millones de niños y jóvenes en sus aulas, menos los que han desertado por el COVID, todos con grandes anhelos, ilusiones e incertidumbres. Muy pocos aún con una meta clara de lo que quieren lograr, pero con una gran expectativa de los padres para verlos ser alguien en la vida.
Lamentablemente ser universitario en México todavía sigue siendo solo una ilusión para millones de jóvenes porque sus padres no tienen los recursos ni el estado tiene la capacidad para atender a todos los solicitantes.
Datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), indican que de 2.9 millones de estudiantes que concluyeron estudios de nivel medio superior en 2020, sólo un millón siguió estudios universitarios.
Sólo tenemos una oportunidad de preparar a nuestros niños y jóvenes para un futuro que nadie puede predecir, dice Stephen Covey en su libro “El Líder Interior”. Y no hay mejor regalo que dar a la República que la educación de nuestros jóvenes, sentenció Marco Tulio Cicerón hace varios siglos.
En un país mega – diverso con 2 mil 400 municipios, 199 mil poblaciones, 36 regiones hidrológicas, 12 mil kilómetros de litorales, todos los climas del mundo y 750 microrregiones, resulta muy complicado pensar en un modelo educativo general, cayendo en el mismo error que las políticas públicas. Y no obstante tanto esfuerzo y recurso destinado a la educación por parte del Estado mexicano, todavía nos encontramos hablando de los mismos problemas que ya teníamos hace cincuenta años, hoy agravados.
En gran parte, esta situación tiene que ver con que muchos de esos problemas y esas necesidades sociales nunca se han integrado a los contenidos educativos, ni siquiera como una referencia. La escuela no ha atendido las necesidades de las familias más pobres y tampoco incluye formación en oficios, educación vocacional, alimentaria, ambiental, financiera y cívica.
GOTITAS DE AGUA:
Ante todo, la teoría ha dominado sobre la práctica debido a la falta de experiencia de los profesores y a la falta de inversión en laboratorios, equipamiento y espacios adecuados. Predominan las carreras que no requieren de laboratorios.
La política educativa nacional se ha olvidado de los que abandonan la escuela, muchos de quienes al no tener alternativas emigran, se subemplean, se incorporan a actividades ilícitas o se conforman con una vida de grandes carencias.
En lo que corresponde a Sinaloa, el gobernador sinaloense, Rubén Rocha Moya, anunció a principios de semana una inversión de más de 1,700 millones de pesos para rehabilitar todas las escuelas que fueron consumidas y saqueadas durante la pandemia, indicando pues, una buena noticia para Sinaloa y los niños de nuestro estado. Esperemos que ese anuncio que emitió el gobernador se canalice muy pronto.
Como mexicano considero necesario revisar la educación sin contaminarla con cargas ideológicas ni chuecas ni derechas. Necesitamos resolver los problemas, revertir el deterioro ambiental, la pobreza y la desigualdad, y crear un mejor futuro para los mexicanos. La escuela, el Estado mexicano, tiene esta tarea pendiente y podría reprobar. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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