Es divertido atrincherarnos y lanzar bombas ideológicas a los adversarios, que a su vez, nos avientan sus tesis con la sana intención de apabullarnos.
Es lo correcto y nos mantiene despiertos.
Las ideas nos dan vida y forma.
Las nubes que eran escasas y blanquizcas, de pronto se hacen gruesas y oscurecidas y comienzan a cubrir la totalidad de nuestro entorno.
En la lejanía, luces intermitentes de descargas eléctricas comienzan a llegar a nuestros ojos, y poco a poco nuestros oídos perciben los preludios de tormenta.
Ante la sequía de emociones, eso nos alegra.
Queremos mojarnos con esas sensaciones que nos motivan el alma y nos hacen lanzar relinchos y levantar las patas antes de salir al galope.
Casi cinco años caminando despacio y con la testa agachada.
Hay una esperanza y se divisa el taste.
Somos inquietos por naturaleza. Parece que las amarras se han soltado y el bullicio de los finos corceles y las yeguas pura sangre, comienzan a llenar todos los rincones de este País tan nuestro.
Al paso de la nueva caballada, no deja de ladrar un enojado perro, desde la seguridad de un hermoso y resguardado Palacio.
Desde ahí lanza feroces dentelladas.
Los corceles y las yeguas que pastan en la libertad ya no le temen.
Le patean el portón y nadie abre.
El que ahí vive, se calla para que nadie sepa de su miedo.
Que los truenos invadan las nubes y que la refrescante agua moje nuestros cuerpos y nos devuelva la vigorosa energía.
Queremos debatir en urnas.
No queremos ser esclavos de odiosa dictadura.
Estamos acostumbrados a vivir sin ataduras.
Pensar me da libertad.
No hay cadenas para mis ideales.
México es nuestra pradera.
Quiero galopar sin que nadie me estorbe y me lo Impida.
La política es apasionante.
Debemos vivirla a plenitud y ejercer los derechos que la constitución nos otorga.
La yegua de mis amores se llama Xóchitl Gálvez.
Sin reservas le entregaré mi sufragio.
Bien ajustadas sus naguas y no le tiene miedo a los que ladran en Palacio Nacional.
Hasta mañana.
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