Un símil entre las reformas del actual presidente con las acciones del Jefe Máximo.
Sobre la deriva autoritaria del presidente López Obrador se ha escrito mucho. Lo han hecho personalidades con sobrada solvencia moral y eficiencia técnica en sus respectivos campos. Entre ellos, y de manera connotada, el ministro en retiro don José Ramón Cossío, por cuya razón se ha hecho merecedor de una diatriba de acusaciones infundadas.
El Presidente está empeñado en retornar el país a un periodo que solo existe en su cabeza. Pero más que el retorno, es la amenaza del control absoluto de la República que subyace en cada una de sus acciones. Lo ha dicho muchas veces: el Presidente no cree en la ley, cree en su conciencia. Lo más comprometido, y motivo de sospecha y rechazo es que sus reformas constitucionales no son reformas que tengan un asidero social. No es demanda de partidos políticos, de la sociedad civil organizada, de la opinión pública de los expertos, ni siquiera están en el ánimo de la gente de la calle como ocurrió con los cambios a la Constitución que desembocaron en la transición de 1997-2000. Lo que sí está en el ánimo de los especialistas es su impugnación, por ser violatorias (en particular el llamado Plan B que busca “destazar” al INE, pero en general todas las reformas insignia de este gobierno están impugnadas en la Suprema Corte de justicia de la Nación) de la ley suprema.
Se trata de un rechazo generalizado. La base social que suele presumir el Presidente no es una base social legítima; es comprada, de artificio. Sus acciones entre la población “pobre” no tienen que ver con políticas sociales, como quiere hacer creer. La dispersión de recursos en efectivo entre 20 millones de hogares es un deliberado instrumento de cooptación electoral. Pero, además este gobierno tiene componentes cada vez más preocupantes. No hay otra manera de juzgarlo cuando persigue a la ciencia y a la comunidad científica; que persigue a la cultura y a los intelectuales; que precariza con recortes presupuestales la educación superior de calidad y a las universidades; y lo más lamentable y doloroso: la indiferencia ante la muerte de personas de los sectores más vulnerables. Pues a eso y no a otra cosa se enfrentan los enfermos que no tienen atención médica y medicamentos.
GOTITAS DE AGUA:
“¿Nueva dictadura perfecta?”, un texto publicado en El Universal, a mediados de noviembre del año pasado, Francisco Valdés Ugalde, uno de los académicos más respetados, que enseña en las principales universidades de los Estados Unidos y México, encuentra en las reformas del actual presidente un símil con las acciones de Plutarco Elías Calles, el Jefe Máximo, el fundador de la dictadura del PRI.
Como habría escrito el mismísimo Marx, en referencia a Hegel, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, la historia ocurre dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el Lunes”…
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