Destruir la credibilidad de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es su objetivo principal y siembra el odio en su contra desde la tribuna de sus mañaneras.
Andrés Manuel no quiere frenos a sus propósitos.
Mantiene sitiado el acceso principal al órgano supremo del poder judicial con mujeres y hombres pagados desde Palacio Nacional.
El Presidente de México es peleador de callejón.
No hay reglas en sus combates.
¿Resistirán los Ministros?
No creo que puedan.
Jubilación anticipada para que lleguen los de la cuarta transformación.
No pasará mucho tiempo.
Me gustaría equivocarme.
Pero Andrés Manuel tiene otros datos.
Nuestro presidente es dueño y señor de los derechos humanos. El decide a quién tratar de esa manera y a quienes como mascotas que también tienen derechos protegidos en nuestra legislación.
Somos sus mascotas y así debemos actuar.
México dejó de tener una institución protectora de los derechos humanos cuando se nombró a María del Rosario Piedra Ibarra.
La señora fue premiada por la trayectoria de su señora madre Rosario Ibarra de Piedra y su labor se enmarca a los caprichos de Andrés Manuel.
Frente a la Suprema Corte de Justicia, fueron mandadas mascotas para que ladren sin parar en contra de tales y cuales magistrados, y por supuesto que reciben espléndida paga, para que sus pronunciamientos sean del corte de su “chingada madre” y diversos adjetivos que se lanzan bajo el guion de Palacio Nacional.
En el entorno de Andrés Manuel, hay quienes mostraron en principio respeto a la legalidad y es el caso del Senador Ricardo Monreal, pero fue tableado y se convirtió, o ya lo era, en una sumisa mascota más.
Para Andrés Manuel los Magistrados pueden ser lobas y lobos, dingos australianos, hienas hambrientas y corruptas o serpientes a las que hay que trozarles su cabeza.
Así considera a los integrantes de uno de los poderes establecidos para ser contrapeso de los abusos de los otros que integran nuestro sistema de gobierno.
A los ciudadanos que no pensamos en su misma forma, nos reduce a la categoría de mascotas rabiosas y corruptas que muestran actitudes contrarias a las decisiones de único humano que dice ser el presidente.
Puede que nos considere animalitos de calle a los que hay que exterminar para que no causen desorden entre en resto de las mascotas mexicanas.
Compadezco y a la vez admiro a esos profesionales del derecho que forman el más alto cuerpo colegiado del poder judicial.
Se resisten a ser mascotas.
Pero Andrés Manuel tiene la fuerza necesaria para reducirlas a la nada y no vacilará en mostrarnos su capacidad de destrucción.
Tenemos un dictador envuelto en materiales de la democracia y apoyado sin reserva alguna por las fuerzas armadas.
Somos insignificantes mascotas.
Hasta mañana.
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