Una y otra y otra y otra vez, nos avienta su rollo que al término de su mandato tendremos el mejor nivel del mundo en materia de salud.
Voy a ser generoso con el presidente y diré que todos los fondos de la nación se encuentran invertidos en las obras del tren maya, la refinería de dos bocas y el aeropuerto Felipe Ángeles.
Borraré de mi mente los negros pensamientos en torno del tabasqueño, de su familia y de sus secretarios de Estado.
No quiero gritar que son verdaderos defraudadores del tesoro nacional y que saldrán igual o más millonarios que los otros presidentes.
Me niego a pensar que se mandaron hacer trajes de honestidad con costales en lugar de bolsas y día con día son llenados con lo que se roban.
Me indigna imaginar que los secretarios de Marina y Ejército son los insaciables socios que encontró para el saqueo impune.
Nos talla en la cara la estupidez del sistema hospitalario del nivel de Dinamarca y lo repite mil veces para que nos entre al cerebro como verdad absoluta.
Por otra parte, el monstruo de la insensibilidad nos ha permeado, y vemos con pasmosa naturalidad lo horrendos hechos de sangre que elevan minuto a minuto la contabilidad de los homicidios dolosos.
Pasará sin duda los doscientos mil asesinatos.
Nuestro presidente es un cobarde.
A las afueras de Palacio Nacional, en las horas de su mañanera, se plantó una dirigente de un grupo de madres buscadoras de Sonora, que tiene en sus manos una pala de las que usan para escarbar y la quiere entregar al tabasqueño para que las releve en la labor de su búsqueda.
Se burló de ella y dijo textualmente:
“Que la deje afuera”.
Pero recibirla, jamás.
Espero que el presidente y su familia no se encuentren nunca en el caso de un cáncer terminal, para que no sufran de la manera en que padecen las familias de los niños con cáncer y mujeres con tumores malignos de mama.
Se me revuelve el estómago de pensar en Andrés Manuel.
No parece humano, más bien engendro del demonio que nos quiere llevar al reino de las tinieblas para freírnos en el fuego eterno.
Me siento rabiosamente estúpido que fue por un tiempo la figura ejemplar que deseaba para México.
En casi seis años de su gobierno, nos mostró el rostro de la perversidad y nos tiene atrapados en el pantano de su maldad y nos hundimos sin saber qué hacer para escaparnos.
Me siento impotente ante la desgracia que nos agobia.
Andrés Manuel es un ser abominable y los mexicanos no merecemos padecer la lacra que representa.
Seguiré con mi lucha y el dos de junio me presentaré a la urna que me corresponde para votar en contra de la indignidad.
Aborrezco al tabasqueño y lo que representa Claudia Sheinbaum.
Mi voto es de Xóchitl y les pido que hagan lo mismo.
Hasta mañana.
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