Qué triste es ver que además de aliado del narco y corruptísimo, Rubén Rocha Moya se convirtió en un desalmado asesino.
Dónde quedó, y desde cuándo, aquel ser humano que parecía ser un hombre decente.
Hoy vemos a un político muy hipócrita que un día sí y los otros también traiciona sin pudor a todos los sinaloenses de bien.
Tres hechos recientes nos pintan al gobernador como cómplice de asesinos, y por lo tanto como un homicida.
Porque tanto peca el que mata a la vaca como el que le agarra la pata.
Lo probaremos con referencias sobre hechos conocidos por todos.
Primero, la tragedia de ocho bebés muertos como consecuencia de las condiciones infrahumanas en que sostenían a familias de jornaleros agrícolas contratados.
No hay responsables, porque a nadie en el gobierno le importó castigarlos.
Poco después dos jóvenes fueron levantados y asesinados en Guasave, con el mensaje de uno de ellos acusando a la Marina Armada de México de habérselo llevado.
Las familias se manifestaron exigiendo castigo a los responsables, pero tampoco se actuó.
La fiscalía salió con la ocurrencia de que no fueron marinos, sino criminales con vestimenta oficial.
Más recientemente, lo mismo en Navolato, con una postura oficial secundada directamente por el propio Rocha Moya: fueron falsos marinos, clonados.
En el primer caso, la complicidad criminal del gobierno queda ahí en la grave omisión.
Vemos en los otros dos un pretexto armado a conveniencia para solapar asesinatos cometidos por el gobierno.
El decomiso o el montaje de un vehículo falso de la Marina, y uniformes hechizos.
Y listo.
Cada vez que el ejército, la marina, la guardia nacional o la policía asesine inocentes, la postura oficial es que fueron criminales disfrazados.
Cierto que no hay en esto mucha novedad, porque el gobierno siempre ha protegido los crímenes cometidos por las fuerzas armadas.
El problema es que los de ahora dijeron que iban a ser diferentes, y salieron peores.
Ahí está lo que recién se conoce sobre los 40 de Ayotzinapa, con testimonios oficiales de que todo el gobierno participó en la desaparición y el asesinato de los estudiantes.
La verdad señala al Ejército y a la Marina, y por eso Lopitos es otra vez cómplice desvergonzado.
Rocha y López son igual de asesinos.
Ponen cara de inocentes y hablan mucho de justicia, porque son muy miserables y no les importa solapar asesinos.
Si los responsables son criminales o gente del gobierno, para el caso es lo mismo.
Las familias sufren la pérdida de sus seres queridos, y enfrentan además la burla del gobernador y del presidente.
Son muy hipócritas y nada cambiará hasta que los saquemos del poder a punta de votos.
Qué pecado cometimos para tener que soportar a Rubén Rocha, narco, corrupto y desalmado asesino.
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