(Primera Parte)
Redacción MX Político.- Pues como a juicio de los defensores de este deplorable Gobierno Federal mexicano, autoproclamado como la ‘cresta de la ola’ de un movimiento que se autonombra la ‘Cuarta Transformación’, no hemos arribado todavía a un ‘Estado fallido’ en los ámbitos de la seguridad y/o la estabilidad, invocaremos al siempre socorrido género de la política ficción, para tratar de explicar a nuestros lectores y a la gente del Gobierno también, para que aprenda un poco, en qué punto de ese proceso estamos y, qué debemos hacer (o dejar de hacer) para salir del problema.
Toda vez que, personalmente, el suscrito no cree ni por asomo, que haya gente conforme con lo que está haciendo este Gobierno en materias de seguridad pública y seguridad interior.
Esa sola ‘falla’, tan sólo esa -se insiste- sería motivo suficiente en otras latitudes del planeta, en otras sociedades o en otros países… en otros tiempos de nuestro país quizá también, al relevo inmediato, con o sin el consentimiento del gobernante, de la autoridad en turno.
Ni qué decir si en un país que aspira o aspiró, a ser Estado-Nación, está fallando todo, absolutamente… no sólo la seguridad pública.
Pero, ¿quiénes son los que se atrevería a negar el estado de deterioro del país y su administración?. Pues los 30-40 millones de habitantes que reciben un ‘apoyito’ y que están seleccionados quirúrgicamente de entre la Población Económicamente Activa (PEA).
Gente que… o no se ha dado cuenta o no quiere hacerlo, por complejo o por un ‘odio sembrado’ producto de los complejos que centenariamente carga de su ‘formación familiar’ y ya después desde el medio formativo informal que da ‘el barrio’ o el ‘rancho’, igualmente provistos de cargas ideológicas nocivas para la formación de un individuo constructivo y solidario con su entorno.
Es gente que ya no puede darse el lujo de transitar libremente por las calles y poblados de su país, después de las nueve o las diez de la noche, así sea en la CDMX y las principales metrópolis del país o en el más intrincado de los pueblos de la sierra o los valles del territorio nacional.
En esta capital, la violencia hizo estragos la vida en ciertos horarios. Una ciudad que materialmente no dormía, con farmacias, restaurantes, centros nocturnos, súpermercados abiertos, dando servicio… de un tiempo a la fecha y gracias a la violencia e inseguridad pública sistemáticas en las calles durante las primeras dos década del siglo, sin una fuerza pública capaz de contener el delito, en cualquier Sanborn´s o Vip´s, las meseras te empiezan a correr desde las 9 de la noche “porque van a cerrar”, como en cualquier poblado pequeño, perdido en el mapa nacional.
Si te enfermas o tienes una emergencia por la noche, ya no hay farmacias abiertas de guardia en cualquier barrio como antes; ir a un cajero de emergencia es la diligencia más riesgosa que se pueda pensar; taxis en la calle ya no circulan con la frecuencia deseada, como en la época del ‘dorado autoritarismo’ en los 60-70-80´s (en esta última década conocí yo la ciudad y me estrené como adulto).
Encontrar en un sitio donde comer-cenar, con precios ‘democráticos’ o accesibles a partir de las 10 de la noche y tras una larga jornada de trabajo es materialmente imposible, si se está ‘hasta el copete’ de las quecas y las gorditas del vecindario.
Mucho menos pensar en centros nocturnos de todos los niveles socioeconómicos… Como antes. Esta ciudad ya no tiene vida nocturna. La gente vive asustada, reprimida; corre temprano para su casa y si acaso, se distrae -muy a su manera- echándose sus ‘cheves’ y sus ‘cubetas’ como alcohólico de ‘buró’… encerrado y a escondidas, alegando con la mujer o con el vecino.
La pandemia de por sí modificó la vida de toda la población, no nomás la capitalina: ya casi no hay espectáculos de multitudes; ni cines, ni teatros, ni centros de stand-up. Titubeantemente tratan de volver los grandes espectáculos, sin el éxito esperado y en el marco de nuevas como ´reales´ oleadas provocadas por las nuevas variantes.
A lo que habría que sumar que la industria de la televisión, por crisis económica o por pandemia o por la acción nociva que ha tenido también la famosa ‘Cuarta Transformación’ sobre este sector de los contenidos televisivos, ha restringido y hasta cerrado la actividad productiva y cada vez produce menos… sobre todo menos cosas de calidad para poder ver como novedad y no como refrito, en la televisión abierta.
Pero la tragedia de un relato de política ficción -que fue verídico- en un afán de redondear esa amarga tarde-noche vivida por el suscrito en céntricas calles de la Ciudad de México, hoy Ciudad de la Esperanza ‘Tetramorfósica’, sucedió una de estas tardes cuando, sin haber comido aún se me juntó la hora de la cena, gracias a la ‘chamba acumulada’ y a los muchos distractores del ‘home office’.
Salí decidido a devorar dos paquetes combo de hamburguesas de una conocida franquicia californiana, pero en lo que llegué a la zona rosa desde mi domicilio, me dieron las 9 de la noche, hora en la que implacablemente el sujeto que cuida la puerta del establecimiento determina que solo hay servicio para llevar y no hay Juicio de Amparo o Desafuero ni vídeo comprometedor que lo haga cambiar de parecer, por lo que el suscrito se conformó con trasladarse a una fría pero señorial banca del antiguo Paseo del Imperio, muy cerca de los leones de la entrada al Bosque de Chapultepec, sobre la avenida Reforma pues, custodiado por el escrutinio de los dos gigantes, BBVA y Banorte, mis dos acreedores por cierto.
La fría y tétrica noche no registraba un sólo turista o paseante por el rumbo, si acaso un par de vagabundos ‘pedigüeños’ que ya habían detectado mi disposición a engullir el par de hamburguesas. Por lo que tomé providencias, preparé mis eventuales respuestas, al modo y en lo que batallé para abrir un minipaquete de salsa catsup, con la boca , dada la pequeñez y lo disfuncional del sobrecito, dos cosas más me pasaron en cuestión de segundos: un par de ardillas se llevaron mi Carl´s Burger doble y mientras asimilba el robo y hacía el control de daños, empecé a sentir calientita una pierna… ¡Increíble!…. Lo que nunca creí que me pasara: Un perro callejero, con una vejiga descomunal el ‘hijo de la ch… ‘, como de panzón cervecero norteño (¡pior que uno, como dirían en mi rancho!), habría descargado en segundos como unos 18 litros de orina sobre mi pierna izquierda, lo que empapó el pantalón de mi trajecito sastre nuevo, mi calcetín, mi zapato y por si fuera poco, todavía me fui ‘chacualeando‘ al caminar, como medio litro de orina dentro del zapato izquierdo…
¡Fuaaaa!…. Qué coraje. Afortunadamente mantuve la cordura cuando el primero de los pedigüeños se acercó sin rubor alguno y materialmente me asaltó… “Oiga, ¿no se va comer las papas?”… ¡Lléveselas a la chingada y llévese la otra hamburguesa también!… “Al cabo que ni quería”, le repuse en mi cabal lenguaje ‘norteño’ y sinaloco.
Pero faltaba el epílogo más sublime que pude haber pedido para una historia tan singular. Metros adelante, me llama con los estrobos un patrullero y desciende de la patrulla su compañero: “¡Buenas noches, caballero!… Nos están reportando desde el centro de Vídeovigilancia que está Usted dejando la basurita de sus alimentos aquí en la vía pública, eso es una falta al Bando y en todo caso tendremos que remitirlo al Juez Cívico!”.
Pensé rápido y tuve que confeccionar una respuesta o una defensa acorde a un Estado Post-Fallido como el que vivimos. Retrocedí algunos metros y recogí las dos bolsas que los dos vagabundos dejaron tiradas en la banqueta… “¿Se refiere a estas dos bolsas?, les dije….”Así es Señor, pero ya no es necesario que las traiga consigo; …eso ya es basura ¿verdad pareja?… mejor que se suba a la unidad para llevarlo a Buenavista con el Juez Cívico”… ´´Andale , perfecto, le respondí yo; viéndola bien me acercan a mi barrio; pero de mi evidencia yo no me despego; ultimadamente, son mis pertenencias, sólo las había olvidado: Agradezco su traslado al Juzgado, pero he de decirles que esta es una falta mínima al Bando, que en todo caso, por no ser una reincidencia acreditada y por no poner en riesgo la paz pública, soy acreedor a la sanción mínima, que consiste en una amonestación verbal, la cual asumo desde el primer momento en la inteligencia de no volver a cometer la falta… y consecuentemente reparo el daño que es levantar mi basura. Pero quieren que vayamos ante el Juez Cívico, yo encantado”.
En ese momento frenó intempestivamente el conductor y me soltó a bocajarro…¿”Qué?… ¡la va a hacer de jamón o qué?….¿Si se pone pendejo sabemos qué hacer y no dejar huella?…..”no…ya déjalo ir, es licenciado”… “que se vaya”…. “Póngase pa’l café aunque sea, me dijo el otro más indignado!…. “¡Traigo para darles, pero olvídense de eso!” les contesté… “Uuuuyy….chale!…”lástima de trajecito”….”¡Viejo codoooo!” Me alcanzó a gritar uno de ellos, ya en un plan desesperado… (CONTINUARÁ)
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