Sobre el Camino

Reflexiones para todas y todos mis lectores…

Apunto a que Norteamérica tiene un potencial de desarrollo y prosperidad infinito. Toca a los liderazgos de estas naciones hacerlos realidad y a los ciudadanos de la región empujar y presionar para hacerlo posible. Para lograrlo es indispensable dejar a un lado la miopía, para crear y promover una visión de largo plazo que sirva para enfrentar los retos, aprovechar las oportunidades y combatir las amenazas que tenemos en común quienes vivimos en esta región sinaloense ubicada en el noroeste del país.

Para que esto sea posible debemos ponernos la camiseta del patriotismo y no la del nacionalismo, de la manera en que Emmanuel Macron lo ha definido: Patriotismo es amar a los tuyos, nacionalismo es odiar a los otros.

Quien se ama a uno mismo está en posibilidad de amar a los demás. No es necesario dejar de amar a México y tener orgullo por nuestro país para construir una región fuerte, abierta a los intercambios y segura de lo que puede aportar a la construcción de una vida mejor para quienes vivimos en estas geografías para todo el planeta.

La visión de una Norteamérica integrada, vital, próspera, armónica, equitativa, sustentable, segura requiere identificar la enorme gama de intereses creados que prefieren el estancamiento y caos del presente, al progreso y armonía del futuro.

En México, el sentimiento “antigringo” de la población y antiimperialista entre algunas élites políticas nubla las oportunidades que podemos aprovechar por culpa del resentimiento, las afrentas y los prejuicios ideológicos (vale decir que esta sensibilidad no es gratuita, pero a la vez es poco útil).

El amor a Dios está indisolublemente ligado a la compasión por el hombre, por el hombre más necesitado de compasión. En el cristianismo, es medular la opción por los pobres y el compromiso por la justicia como lo proclama el Santo Padre Francisco en varias ocasiones en la “Carta Encíclica Laudato sí”.

La respetabilidad y la relevancia de la religión en la sociedad es subrayada actualmente por las ciencias sociales, ya que la solidaridad humana es un desafío de la religión: “siempre que un hombre es herido, todos somos dañados”. Vamos a cambiar radicalmente de tema. Hay que aprender a escuchar, no solo a la mente. También al alma. Y ésta te habla a través de las sensaciones. Para que, al momento de nuestra transmutación la decisión que hayamos tomado, nos proporcione tranquilidad y nos otorgue una sensación de paz.

La ciencia ha demostrado que somos energía. Albert Einstein, lo expresó con su famosa frase: “La energía no se crea ni se destruye, solamente se transforma”.

Elisabeth Kübler Ross ha sido otra científica que ha escrito sobre la muerte. En su magnífico libro La muerte, un amanecer, leí esta hermosa y sugerente frase: “Antes nos enseñaban que había que creer que había algo más allá de la muerte. El alma escucha y la puerta que se abre entonces, es la de la energía del amor. En otro contexto, permítanme plantearles que no hay nada, absolutamente nada de malo, en querer ser feliz y disfrutar de la vida. Pero debemos tener conciencia de que no podemos apegarnos a lo que por su propia naturaleza es imposible de “agarrar”.

Me encanta este sencillo ejemplo budista para explicarlo. Toma una moneda e imagina que es cualquier objeto, persona o situación con la que se tiene un apego.

Mantenla en tu puño, fuertemente cerrado y extiende el brazo, con la palma de la mano mirando hacia abajo. Si ahora aflojas y reabres el puño, perderás aquello a lo que tanto te has apegado. Aferrarse a algo, es elusivo. Se podrá realizar temporalmente, pero en el largo plazo, es algo sin sentido. No obstante, existe otra posibilidad. Es posible soltar. Puede uno despegarse, sin perder nada: con el brazo todavía extendido, voltea la palma de tu mano hacia el cielo. Ahora abre tu puño. Debemos de aprender a mirarla directamente a los ojos. Como diría el general Maximus Decimus Meridius en la película Gladiador. “La muerte nos sonríe a todos en algún momento. Lo único que te queda por hacer, es devolverle la sonrisa”.

 

GOTITAS DE AGUA:

 

Finalmente, Mozart comentó en alguna ocasión: “La muerte, es mi mejor amiga, mi más grande consejera”. Tenerla presente en las decisiones más trascendentes de la vida, le da al ser una visión pasmosamente lúcida y una sensación profundamente clara y serena. Toda persona llega a tener frente a sí misma decisiones importantes y difíciles que tomar, en algún momento de su existencia. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…

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Benjamín Bojórquez Olea

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