¿Acaso la derecha fue corrupta en su participación política en los tres órdenes de gobierno? Así lo afirman legisladores locales, en su máxima expresión, y así mismo, en su mayoría, utilizan su poder para usar a su antojo a la Auditoría Superior del Estado (ASE) al puro estilo del viejo PRI, sobre todo, al Poder Judicial del Estado.
Estos legisladores como el morenista, Pedro Lobo y el pasista, Gene René Bojórquez, son el claro ejemplo de un congreso vulgar y lastimoso, en donde con carreta de burritos y tortillas el diputado morenista confronta al legislador pasista a manera de burla haciendo referencia al pago de 18 millones de pesos por tortillas que realizara la UAS en el año 2021, lo que generó que los ánimos se calentaran en la sesión ordinaria del pasado martes. Por donde la vean, son una deshonra para el congreso y para la población sinaloense, pues es así como legislan en la máxima tribuna del estado. La verdad no encuentro calificativos y términos para criticar no solo a estos dos legisladores, sino en su mayoría. Me explico.
Esta pregunta, formulada en su día por Demóstenes, cuya lectura recomendamos. La respuesta que da el orador griego puede parecer sorprendente, pero no lo es. Ese poder no está en quienes las formulan o quienes han de velar por su cumplimiento, sino en el convencimiento de sus destinatarios -que en una sociedad democrática serán todos los ciudadanos por igual- de que son justas, son adecuadas, y de que han de ser apoyadas en beneficio de todos.
Pero para que esto sea así, obviamente, es necesario que la sociedad perciba que las leyes que se promulgan tienen siempre esa finalidad. El que con demasiada frecuencia suele tener una pésima calidad técnica legislativa, como se ha denunciado en varias ocasiones, no ayuda desde luego a ello. ¿A qué se debe esa manera muchas veces tan pobre, imprecisa y oportunista de legislar, característica reiterada de estos últimos tiempos tanto en el Estado como en las diferentes Comunidades Autónomas? Puede ser en muchas ocasiones un fallo o defecto del legislador, acuciado por las necesidades inmediatas y las prisas de los políticos, más preocupados siempre por vender un titular de prensa que por garantizar una mínima seguridad jurídica a sus ciudadanos. La cuestión es si siempre se podría explicar por esta causa.
En los últimos tiempos, nuestra sospecha acerca de que la inseguridad y la imprecisión técnica que emana de la inmensa mayoría de las normas recientes quizá no siempre sea algo fortuito o producto de las prisas o de la falta de pericia técnica. La continuada, persistente e incluso creciente imprecisión de nuestros diferentes legisladores -todos ellos arropados en su labor creadora de leyes por múltiples funcionarios, asesores, consejos consultivos y demás parafernalia administrativa- ha superado por mucho el límite de lo que podría admitirse como torpe o casual. Por ello nos tememos que esa peculiar forma de legislar, en algunas ocasiones, especialmente en determinadas materias muy sensibles para los ciudadanos en general y para los empresarios y profesionales en particular, presenta indicios de ser como mínimo tolerada, pero quizá algo más: premeditada, querida, buscada.
¿Por qué? No estamos, obviamente, insinuando la existencia de una especie de conspiración organizada por la clase política. Nada de confabulaciones misteriosas. La respuesta, como suele ocurrir en tantas ocasiones, es prosaica y hasta vulgar. Es simplemente porque así los legisladores y gobernantes pueden hacer con más libertad lo que les parezca sin que el ciudadano les dé mucha lata. Si lo hacen mal para su propia comodidad y nadie protesta, ¿qué razón les impulsaría a cambiar de actitud?
La verdad es indignante observar el comportamiento político de los legisladores locales de Sinaloa. La crisis política desde el aparato legislativo y la calle restan estabilidad, incluso las acciones, formas y omisiones para fiscalizar a cualquier ente público que no obedece órdenes de las autoridades, desencadena entre sus planes, la incapacidad de privilegiar sus intereses particulares.
Observar el comportamiento del Recinto Legislativo en Sinaloa es una verdadera vergüenza, gritarse, ofenderse sin prueba alguna es un claro ejemplo de falta de tolerancia, de respeto, afirmarse y otorgarse lo dicho también es una clara prueba de mantener su reputación, en donde, a mi juicio, no la hay.
GOTITAS DE AGUA:
La desafección continua agudizando mientras los hilos que sostienen a nuestra débil democracia resiste a duras penas. Da tristeza ver como el congreso del estado de Sinaloa expone a legisladores de todos los partidos como una legislatura más rapaz, ineficaz e intolerante que actualmente tenemos los sinaloenses.
Hoy, el equilibrio perverso se debate con quienes buscan impulsar alguna de las propuestas para salir de esta crisis. Sin embargo, en la difícil tarea de proponer soluciones, no debemos perder de vista que los legisladores locales, en consecuencia –y no causa– de la situación en la que estamos, y que en el corto plazo nuestra actual oferta política tiene nulos incentivos para mejorar las cosas. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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