¿Nos escucha y entiende nuestro querido Milqui?

A punto de cumplir 17 años nuestro fresh pool de pequeña raza y que es objeto de las mayores atenciones de nuestra parte.
Hemos decidido que será nuestro último compañero en casa.
Su gran edad es producto de la buena crianza y del cariño familiar que ha tenido desde que llegó a nuestro hogar.
Milqui no es un nombre que signifique leche por lo blanco de su pelaje.
Manejaba rumbo a casa y era tan pequeño y delicado, que decidí ponerlo por debajo de la camisa y que sacará su cabeza a la altura de mi cuello.
No le avisé a mi mujer de nuestro nuevo huésped y miembro de número de la familia.
Silenciosos llegamos los dos y parecía que participaba del secreto y jamás chilló o ladró para hacerse presente.
Se robó el corazón de su nueva mamá.
Por eso ha vivido tanto, a pesar de las dolencias que le produce la desviación de sus vertebras que en ocasiones lastiman su corazón.
Dormir una mascota, significa aplicar la eutanasia y eso no se encontraba en nuestras mentes hasta hace unos días, que nos despertó en la madrugada por espantosos alaridos que nos obligó a levantarnos para proporcionarle nuestra ayuda.
Fueron dos las ocasiones en la misma noche o madrugada y por la tarde noche de nuevo requirió de ayuda para incorporarse de su cobija que le sirve de nido para reposar o dormir.
Dos días y medio sin comer y sin hacer sus necesidades nos hicieron pensar que nuestro amado Milqui sufría demasiado.
De hecho, pregunté a mi veterinario el costo de poner a dormir a nuestro perrito y su incineración y regreso de sus cenizas a casa.
Mi mujer se negó a ser parte de las acciones y me dejó la responsabilidad completa para entregar al Milqui al lugar de la eutanasia.
Casi para despedirse de su querida mascota, mi esposa subió a la segunda planta donde estaba nuestro animalito.
Lo tomó en brazos y le habló con el cariño de siempre y por no dejar le sirvió su comida y lo puso frente al plato.
Para su sorpresa, nuestro Milqui comenzó a comer, y en poco tiempo terminó con su alimento especializado y luego procedió a sus necesidades fisiológicas y moviéndose alegremente le mostró a mi doña que no quería ser llevado al paredón.
Han pasado varios días y sigue comiendo muy bien y duerme sin quejido alguno que nos haga pensar que tiene dolencias.
Nos tiene asombrados.
Por eso la pregunta:
¿Acaso nos oyen y comprenden nuestras pláticas?
La verdad no sabemos qué pensar.
Pero el Milqui sigue mostrando su amor a la vida y nada de quejidos o conductas que nos hagan pensar que llegó su tiempo.
Lo tengo frente a mí, mientras escribo su historia.
Duerme plácidamente y sin molestias.
Ya no pensamos en dormirlo.
Estamos convencidos que nos escuchó y se niega a abandonar el hogar que por casi 17 años lo ha llenado de cariño y atenciones.
Se llama Milqui, porque me costó $1500.00 pesos el caón.
Hasta mañana.

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/fax-del-fax/.

 

J. Humberto Cossío R.

Comparte