Y a estas alturas de mi vida, tampoco me interesa saber como ando de mis neuronas y si de alguna manera funcionan bien en su caparazón.
Me preguntan, y a mi porqué, si Andrés Manuel López Obrador es un pendejo y solo me queda mostrarles que en los varios siglos que tenemos como el México independiente solo hemos tenido 58 presidentes.
De 1824 a la fecha es la contabilidad que tenemos y claro está que hay personajes que lo fueron varias veces.
De los mandatarios de seis años la lista comienza comienza con Lázaro Cárdenas del Río hasta López Obrador.
Son 16 sexenios y todos han terminado.
Concluyo, que nuestro “amado Peje” de todo lo podemos acusar menos de ser un pendejo.
Perverso, sin duda alguna y lo presume.
De los 16 de sexenio hay tres presidentes López.
Adolfo López Mateos, José López Portillo y Andrés Manuel.
Mi estimado Andrés Manuel quiere identificarse con Benito Juárez y yo lo veo más cercano a la figura de Antonio López de Santa Ana.
Este último vendió bastante terreno a nuestros vecinos del norte y Andrés Manuel les ha regalado bastante territorio a los narcos delincuentes.
Don Guadalupe Victoria fue el primer presidente de México y esperemos que Andrés Manuel no sea el último.
Un lambiscón de los que nunca faltan comparó el coeficiente intelectual del peje muy cercano al de Einstein.
De lengua me como un plato y las sobras para el perro.
Doy gracias a dios que todavía coordino un poco, y puedo escribir, con algunas dificultades lo que les mando diariamente de lunes a viernes por el Whats app o como se llame este medio electrónico.
Si el coeficiente intelectual de nuestro presidente es de los de a deveras y se compara con los grandes de la historia, debemos ser muy cuidadosos y a la muerte de nuestro amado rey de calabazas, se le extraiga y conserve para para los estudios universales que se estilan cuando surge un caso.
Mi grillín de los grillines es un pinochazo que no tiene parangón con algún personaje de la historia o de la mitología.
Así hay que dejar su historia y no meternos en honduras que nos pueden ahogar sin remedio.
Su legado, si es que pudiéramos llamar legado a lo que nos deje este jijo de su rejija progenitora, pudiéramos encostalarlo y con muchas piedras que lo acompañen arrojarlo a las profundidades de las aleutianas.
Es un bárbaro nuestro mandatario, pero pendejo jamás.
He tratado de estudiarlo a la lejanía.
Pero mi inteligencia no me permite descifrar el contenido de su personalidad y renuncio a esa agotadora tarea.
Hasta mañana.
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