Hay que decirle y evidenciar a Claudia Sheinbaum: no te hagas, presirvienta; es corrupción, no malentendido.
De nuevo, la presidenta de la república solapa a un corrupto más, con enorme descaro y con el mayor de los cinismos.
Como el acusado de rata es morenista, entonces se niega que exista robo.
Nomás le faltó sacar el pañuelito blanco, como su titiritero Andrés Manuel.
Pero, lástima Margarito, lo único que la presirvienta hace es exhibir sus escandalosas hipocresías.
Casi no hay día en que proclame que su gobierno está empeñado en luchar contra las corrupciones y los abusos de poder, pero lleva dos derrapadas al hilo.
Primero lo de la boda gay en la que a pesar de las evidencias exculpó a su secretaria del medio ambiente, Alicia Bárcena.
Quién va a creerles el absurdo de que cuando Secretaria de Relaciones Exteriores la señora acudió “engañada” a una boda y que no se dio cuenta de las ilegalidades.
Ridícula ella, y ridícula doña Claudia.
El tema más reciente es el de la acusación pública del senador Adán Augusto López en contra del diputado Ricardo Monreal Ávila.
Contratos en el Senado de la República por el mantenimiento de elevadores y revisión digital de archivos, en los que encontraron irregularidades.
Además de otros tres o cuatro contratos pendientes de revisar, se advirtió.
Vino como respuesta de Monreal no solamente el desmentido sino además una amenaza de que este pleito puede provocar fuertes fisuras en la putrefacción de cuarta.
Y entonces, doña presirvienta -que nadie reclame que no la trato con respeto-, salió con la mafufada de que “el malentendido debe resolverse”.
O sea que cuando las corrupciones morenistas sean denunciadas por la oposición se acusa que son puros inventos, y cuando son fuego amigo entran en la denominación de malentendidos.
Dijo varias veces López Obrador, siendo presidente, que lo malo no era cómo estaban las cosas sino lo peor que se iban a poner, y en eso tuvo mucha razón.
Claudia Sheinbaum salió más cínica.
Parecía imposible, pero lo estamos viendo.
Recicla algunos atoles y engaños de su titiritero, corregidos y aumentados.
Ya tiene por lo menos dos estigmas muy duros, cada vez más odiada por el pueblo engañado.
El de narco presidenta, por sus complicidades con el crimen organizado y con políticos que sirven a los delincuentes, y la descarada protección a morenistas rateros.
Sinaloa es muestra clara de más abrazos para los narcos y más balazos para el pueblo bueno.
Seguimos viviendo en el terror, porque hay cogobierno con los criminales.
Rubén Rocha Moya sigue como gobernador, porque es mucho lo que sabe y no se han atrevido a obligarlo a renunciar al cargo.
Tremendamente corrupto y asesino, con la presirvienta hipócrita fingiendo que no hay pruebas, a pesar de que son públicas y conocidas por millones de mexicanos.
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