El mensaje o los mensajes se le atribuyen a la organización de los Chapitos.
Cada día es mayor la capacidad de asombro que debo tener para entender lo que sucede en México.
¿A quién hacer caso?
¿Al contenido de los códigos penales que establecen la manera de castigar a los que transgreden sus ordenamientos?
¿O a los avisos de la delincuencia organizada?
Es para pensarse mi respuesta.
Pero soy hombre de leyes y en la Universidad Autónoma de Sinaloa me inculcaron que nuestros ordenamientos deben respetarse y acatarse sin reservas.
No puedo robar impunemente y mucho menos privar de la vida a otro porque me caiga gordo.
Si alguien me daña tengo que recurrir a los tribunales.
Como ciudadano no puedo colocar mantas ordenándole a mis detractores que dejen de estar jodiendo.
Me sentiría complacido, si en las mantas informaran a la ciudadanía de las penas en que puedan incurrir los que violen la ley.
Y que la firma que apareciera en las mantas fuera la del Presidente Andrés Manuel López
Obrador.
Nada de eso.
La advertencia viene de delincuentes, para otros que se dedican a lo mismo.
Ovidio Guzmán se encuentra preso en Los Estados Unidos en espera del resultado de un juicio por varios delitos que conciernen al tráfico de drogas.
Se declaró inocente de todos los cargos.
Nunca ha reconocido que trafique con fentanilo.
Una inocente pregunta:
¿Acaso llegó a acuerdos con los Fiscales de aquellos rumbos?
¿Acaso prefieren tratar con Ovidio que con el gobierno de López Obrador?
Jamás he calibrado la dimensión del poder de los carteles sinaloenses y tampoco de los de Jalisco.
Soy un ciudadano común y corriente que prefiere alejarse de los peligros de saber mucho y querer destacar sobre los que sí saben y tratan los temas.
Por eso mi asombro de las narcomantas atribuidas a Los Chapitos, donde prohíben la elaboración del fentanilo, su comercialización y transporte rumbo a Estados Unidos.
Parece que los gringos saben con quién tratar.
Son muy prácticos.
Hasta mañana.
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