Pareciera paradójico, difícil de creer y hasta absurdo, pero la realidad así nos lo hace entender.
Los periodos de tranquilidad y paz social que por ciertos lapsos de tiempo suelen manifestarse en nuestros pueblos y ciudades, dependen mayormente del estado anímico que guarden entre sí, las relaciones entre los grupos criminales dependientes del narcotráfico.
No podemos negarlo…Las acciones y programas que implementan los cuerpos de seguridad de todos los niveles de gobierno para imponer el orden público, sin duda aportan algo importante para la seguridad de las personas.
Sin embargo, la realidad nos indica que el impacto mayor para conquistar la tranquilidad anhelada, por desgracia depende en gran medida de los acuerdos o pactos de cese al fuego que logren concertar los grupos criminales en conflicto.
Ante esta hipótesis, debemos pensar entonces, que cuando observamos que los levantones, asesinatos, ejecuciones a sol abierto, o en medio de la noche, así como los enfrentamientos entre grupos de hombres armados resurgen con fuerza y fiereza, es porque los “Narco Pactos” acordados entre sus líderes se han roto.
La experiencia, a lo largo de muchas décadas así nos lo ha expuesto con hechos reales y evidentes, y en momentos inesperados nos lo remarca con una crudeza que se manifiesta con toda claridad y contundencia.
Necesario también es destacar, que este fenómeno social no es privativo de Sinaloa, ya que se manifiesta en todas las regiones de los Estados de la República en los que la crueldad de los grupos criminales se ha hecho sentir con esa macabra fuerza que les dan el dinero y sus armas de fuego.
Es grave reconocer que son los “Narco Pactos” los que en buena medida nos ofrecen una aparente y a todas luces falsa paz social, pero la realidad por cruel y dramática que nos resulte, está ahí ante los ojos de propios y extraños.
Ha sido, y es innegable que, cuando las balaceras entre grupos rivales se hacen presentes, solo significa el anuncio de la ruptura de un presunto “Narco Pacto” y el consiguiente presagio del desorden social.
Y claro, la presencia de las fuerzas armadas de la nación y las de seguridad de los Estados se harán presentes en la zona de guerra, aunque solo para persuadir momentáneamente los enfrentamientos entre las gavillas, pero nunca para darlos por terminados.
Los casos más emblemáticos son los hechos que están ocurriendo en los Estados de Guerrero y Michoacán, donde el control de los liderazgos se perdió, ocasionando la escisión de los carteles, para dar vida a diversas células delictivas, quienes están generando una especie de guerra sin aparente control por parte del Estado mexicano.
Aquí en nuestro Estado, durante los hechos recientes registrados por los rumbos de la sierra de Sinaloa municipio, la crónica periodística destaca grandes y fuertes enfrentamientos entre dos grupos criminales
Se dice que es una guerra a muerte declarada entre dos bandas antagónicas que habían pactado la paz y el respeto de sus límites establecidos, pero que algo vino a generar el rompimiento del acuerdo.
Y eso, seguramente lo saben mejor que nadie los habitantes de todas las comunidades enclavadas en la zona del conflicto, razón por la que han decidido bajar a los valles y costas de nuestro Estado para buscar asilo del gobierno y de esa manera ponerse a salvo de las balas que ya tronaron y seguirán tronando en lo que había sido su apacible y acogedor entorno social.
Y es que, se podría pensar que a ninguna persona que se sienta ajena a los grupos criminales, debería importarle si los “Narco Pactos” se rompen o transitan amigablemente, sin embargo, por desgracia las guerras Narcas no tienen horarios, ni zona geográfica definida para sus enfrentamientos.
Es decir, que el gran riesgo para la sociedad es precisamente el hecho de que las balaceras suelen darse en zonas pobladas de cualquier comunidad o ciudad, en un antro, un restaurante, una calle o carretera, o cualquier zona turística, poniendo al alcance de las balas a las llamadas víctimas colaterales que nada deben, pero que en estos casos, mucho temen.
La realidad es triste, y aceptarla duele, pero por desgracia es la historia de siempre, muchas veces escrita y hablada…… Nos veremos enseguidita.
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