Ráfagas lejanas y otras que no lo son tanto, que me llenan de temor, o me producen espanto.
Me levanto muy temprano, para salir a las siete, ya no tengo obligaciones, que llamamos laborales, acudo a tomar café, en compañía de mis pares.
Somos los observadores y con tiempo suficiente, testigos de calidad, de lo que sufre la gente.
Hace ya, varias semanas, que tenemos la ciudad, con calles semi desiertas, y no hay duda de la causa, el tronar de metralletas, que al más pintado lo inhibe, de caminar por banquetas.
Debo advertirles señores, Culiacán tiene su horario, pueden salir a la calle, sin calambres o desmayos, en los tiempos que han fijado, los Chapitos o los Mayos.
Silencio en la noche, ya todo está en calma, el musculo duerme, la pasión descansa.
Bellísima estrofa, que en Culiacán no aplica, y por el contrario, de sangre salpica.
Mi queridísima ciudad, en lo que te han convertido, los que tienen el poder y luchan por el dominio.
En la ciudad capital, de este México tan nuestro, hasta hoy residirá, en Palacio Nacional, el responsable directo, del desmadre en Culiacán.
Hasta mañana.
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