La pobreza es la peor enfermedad de nuestro tiempo. Sin embargo, por muchos años ha sido romantizada por la élite de nuestro país a través de sus poderosos medios de comunicación. ¿Quién no recuerda las películas protagonizadas por Pedro Infante como Nosotros los pobres, o los melodramas Los ricos también lloran y María Mercedes?
Historias que manipulan las conciencias, y para que los más humildes olviden las contradicciones de clase. Por sí mismo, nuestro pueblo está influido de la creencia religiosa porque “de los pobres es el reino de los cielos”. En la masa popular, permea la idea de que la verdadera pobreza corresponde a “la pobreza del espíritu”; y que, por tanto, es mejor ser pobre porque los pobres son más felices, los ricos están vacíos y se la pasan triste sufriendo por tanta riqueza.
Seguro, apreciable lector, que se le viene a la mente una escena de película que los miembros de una familia humilde y sencilla se sientan a la mesa a compartir felices sus alimentos mientras el rico está solo en su mansión, quien, al no soportar más, acude al lugar pobre donde es bien recibido y se queda con sus anfitriones para compartir su felicidad y comprender “el significado de la riqueza”.
¡Pamplinas! ¡Cuentos y más cuentos! Las cosas se deben decir como son: en México, la desigualdad ha llegado a niveles insoportables porque un puñado basto de magnates y sus familias se han quedado con la riqueza nacional; los pobres deben comprender que su pobreza es resultado de esta desigualdad y que los ricos son ricos, porque explotan a los trabajadores, como vampiros que chupan la sangre hasta dejarlos secos, embrutecidos e inservibles.
Los ricos disfrutan de los manjares que caen de sus mesas.
¿Los ricos también lloran? ¡A quién le importa! Para las masas populares, no queda más camino que educarse con urgencia para discernir mejor y no confundir las trinquiñuelas de sus enemigos de clase.
En México urgen acciones que detengan la cruel desigualdad en que vivimos y que se manifiesta en todas las privaciones de nuestra vida diaria, ser pobre no tiene nada de bueno; pero la pobreza no es un estado natural. En efecto, contra lo que cotidianamente se repite, los hombres no son iguales.
Unos son dueños de medios de producción, que son muchos y muy grandes; tierras, aguas, minas, edificios y naves, transportes, máquinas, herramientas, materias primas, etc. Otros hombres no son dueños de nada de eso, solamente de su fuerza de trabajo, de su energía transformadora, y, para sobrevivir, obligadamente, tienen que venderla a los dueños de los medios de producción.
Estos la compran y pagan por ella su valor, es decir, lo que el empleado, obrero, o la obrera necesita para sobrevivir, obligadamente, tienen que venderla a los dueños. Es una cadena perpetua.
Cerca de un millón de hogares en México tuvo que hacer algo que “hubiera referido no hacer” para poder comer, esto de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, del Inegi.
GOTITAS DE AGUA:
De las más de 15.4 millones de familias en el país tuvieron dificultades para satisfacer sus necesidades alimentarias el año pasado, 959 mil 608 pidieron limosna, mandaron a trabajar a los niños o recurrieron a “prácticas socialmente no aceptadas” con tal de alimentarse. La pobreza sigue siendo uno de los principales problemas del país. A querer o no, estamos pagando esa deformación profesional: practicamos la crítica de la pobreza y, en respuesta se nos aplica la pobreza de la crítica. El problema básico del país, la matriz, de donde nacen y se alimentan casi todos los graves problemas, aparentemente independientes entre sí, nos aquejan, era y es la pobreza. Lo más común es que los ricos de hoy hayan nacido en un hogar rico también. No es una opinión, es una verdad hasta medida. Es decir, lo más común es que un rico nace y no se hace. La otra cara de la moneda es que 75% de los mexicanos que nace en los hogares más pobres permanecerá en la pobreza durante toda su vida, nunca saldrá de ahí. Es decir, la pobreza en México se explica, sobre todo, por el origen de las personas, por la cuna en la que nacen. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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