Me siguen llegando recuerdos.
Un lunes seis del mes de agosto del año 2001, por la tarde-noche, compré mi dotación de cigarros para acompañar mi vaso de whisquie etiqueta negra que era mi preferido de entonces.
De pronto, le digo a mi mujer, desde el día de mañana dejaré de fumar y Doña Isela me miró con cierta incredulidad, sabedora de lo arraigado del placer del tabaco, pero guardó respetuoso silencio.
Ya no existe la marca y creo que mi incompleta cajetilla pudiera ser el último vestigio de los Raleigh con boquilla.
Cuidadosamente fumigué con H24 una bolsa de plástico y luego introduje la cajetilla de cigarros y la cerré lo mejor que pude.
Tomé otra bolsa también de plástico y repetí la operación de rociarla con el mismo mata bichos e introduje el primer paquetito que contenía los Raleigh.
Eso sucedió al día siguiente.
De cuando en cuando, me tomo la molestia de revisar mi tesoro y cambio las bolsas previamente fumigadas y las guardo con el profundo cariño que siempre me inspiraron al dar las sabrosas bocanadas del cigarrillo.
Una sabia decisión, cambié los placeres mundanos por un poco o mucho de salud con todo y que me alcanzó lo que los médicos llaman el tabaquismo.
Voy a cumplir 22 años sin fumar.
Les aclaro que no me costó trabajo sostenerme. Soy de los pocos que tuvimos la suficiente dotación de “guevos” para retirar de nuestra existencia las grandes satisfacciones que producen los cigarros.
Ya no existe mi marca y los fumadores de nuevo cuño jamás han oído hablar de los Raleigh con o sin boquilla.
No conozco las nuevas marcas y tampoco el precio en
el mercado.
Es un gasto menos, de la bolsa y de los pulmones.
Con todo y mi tabaquismo, soporté el embate del covid 19 en el mes noviembre del 2020, aunque estuve a punto de convertirme en estadística de la desgraciada pandemia.
El día de ayer revisé mi caja de cigarros y constaté que sigue sin sufrir daños de ninguna especie.
No soy mal agradecido y le haré su fiesta al cumplir sus 22 años de convertirse en parte de mi historia.
Doña Isela también dejó de fumar y me lleva ventaja de algunos meses sin fumar y ella tampoco batalló para dejar el vicio.
Que cosas de la vida.
Son recuerdos que se tienen y son de mucha importancia.
El humo le pega duro al sistema respiratorio.
Son acelerados avances para la enfisema y nos acercan con asombrosa velocidad a los seis pies abajo que dice la letra de una canción, que con mucho fervor ejecutan los chirrines que encontramos en las cantinas.
Hasta la fecha solo he sido fumador pasivo desde aquél entonces.
Mi cajetilla de cigarros, Raleigh con boquilla incompleta, es mi tesoro que guardo desde el seis de agosto del año del 2001.
Espero no reincidir.
Sería absurdo después de 22 años.
Del whisquie no quiero apartarme y ahora es Old Par de los años que usted guste y
mande.
Hasta mañana.
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