Ni en el infierno lo quieren.
Recuerda que Luzbel fue el ángel que se le rebeló a Dios y por eso fue expulsado y enviado bajo tierra.
En tono de festejo, Andrés Manuel López Obrador dijo que a lo mejor a su muerte le gustaría ir al infierno para ver cuántos adversarios encontraba.
Se sonreía el presidente frente a su audiencia de las mañaneras al expresarlo y la nota le llegó a satanás y envió el mensaje ipso-facto.
“Díganle que ni se le ocurra pararse por mis dominios”
“Grillos de ese calibre son un peligro para el infierno”
“Dios tampoco lo quiere y lo mandó a la chingada”
“La asociación de gusanos panteoneros no quiere comer su cuerpo y desde ahora manifiesta su rechazo al de Palacio Nacional”
El Limbo es el lugar que queda entre el cielo y el infierno y aún no emite su comunicado y estaremos muy pendientes de lo que decidan por esos rumbos.
Un presidente mexicano no puede quedar insepulto.
Debe lanzar Andrés Manuel un decreto, de esos que tanto gusta, y ordenar la manera y forma en que quiera que su cadáver sea tratado.
No importa que sus adversarios recurran a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para echar abajo otra de sus barbaridades.
Su decreto nadie debe modificarlo o borrarle una coma.
En seco y derecha la flecha.
Supongo que le gustará yacer en el interior de un ataúd juarista, y ser llevado al camposanto en la diligencia del prócer que vivió y mandó en los años del ochocientos y tantos.
En el interior del féretro y acompañando al cuerpo, deberá ir ese bastón de mando que supuestamente entregó a Claudia Sheinbaum para darle fuerza y valor entre la tropa morenista.
Suponemos que querrá que envuelvan su caja mortuoria con la bandera de México y el águila con su cola completa.
Su epitafio será escrito con letras sencillas y dirá de la manera siguiente.
“Aquí descansa el cuerpo de Andrés Manuel López Obrador, pero nosotros tenemos otros datos”
Antes de cerrar el ataúd, su hermano Pio le echará varios sobres, de aquellos que recolectó en campaña.
Sus hijos le dirán con un susurro, los últimos contratos que lograron del supremo gobierno sin las engorrosas licitaciones.
Durante su funeral, las lánguidas trompetas de la Marina y Ejército harán llorar a su familia y a la multitud que se congregue para ser testigos de que sí lo entierren.
Luzbel no lo quiere por sus territorios del más allá.
Dios nuestro señor se hace el disimulado y la directiva del Limbo brilla por su
ausencia.
Me olvidaba, quiere que lo entierren con bat y manilla y un chingamadral de pelotas de beisbol profesional.
Su anhelo es encontrarse con Babe Ruth.
Que en su momento le vaya bien en su viaje.
Es nuestro ferviente deseo.
¡Pero que se vaya!
Hasta mañana.
Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/fax-del-fax/.