Mario López Valdez, hombre que concentra cualidades y virtud, algo nada común en la política sinaloense.
Como gobernador dejó huellas imborrables de su aptitud y personalidad para debatir, juicios claros, retórica convincente, firme y claridosa.
Se enfrentó micrófono en mano a sus detractores, y en más de una vez los dejó planchaos a todos. Ya en el gobierno quizá su calidad y calibre no fue debidamente valorado. Y probablemente a él también le faltó una sana ambición de poder. Escogió el camino de la modestia, y acaso la comodidad justa y explicable de la cercanía con su familia.
Todo esto es explicable y respetable. Pero eso no le resta el brillo de un ser humano con un elevado sentido y conocimiento de la vida pública.
Fue disidente en algunos momentos respecto de la política presidencial, y lo expresó sin estridencia ni soberbia, tampoco con mordacidad. Menos con la deslealtad que ha caracterizado a otros que se fueron.
En un escenario de discreción acompañó a sus aliados y adversarios un buen trecho de su sexenio. Su trascendente figura debe ser, sin duda, una lección para muchos, empezando por sus antecesores.
Un elemento con las cualidades y virtudes de Malova merece otro sitio en un equipo de trabajo. Merece, ante todo y por encima de todo, ser valorado. Una figura con la calidad de este personaje no se encuentra en cualquier sitio.
Por su familia, el ejemplo tesonero de su padre y madre, su entrega a una causa, su origen mismo en las capas de alto nivel de Sinaloa, es todo un símbolo. A eso hay que agregar su prudencia.
La disciplina, la honestidad, el trabajo sin reflectores, el verbo mesurado, el peso moral primero en campaña y luego como gobernante, todo esto y mucho más, lo sitúan como todo un modelo de la política sinaloense.
Es esa clase de personajes que en un conjunto de colaboradores debe recibir un trato de altísima consideración; una especie de conciencia de quien encabeza Sinaloa en la actualidad.
Por sus ideas, Mario López Valdez no es imaginable como hombre de ocurrencias, de aplauso fácil, de lisonjas u obediencia ciega, tampoco de epidermis delgada ni de arranques caprichosos o ególatras. Malova fue un gobernante sencillo y práctico.
GOTITAS DE AGUA:
Malova, emblema del gobernante eficiente y sin aspavientos, quedará seguramente como una lección tácita para el arte de gobernar Sinaloa.
Significa fuerza, vigor o valor; integridad de ánimo y bondad de vida. Pero también: disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad, la justicia y la estridencia.
Malova, me parece, es esa clase de personajes casi imprescindibles. Un futuro gobierno de Morena en Sinaloa estaría con la ineludible obligación de tomarlo en cuenta, tenerlo cerca, dentro y escucharlo. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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