Kramer contra Kramer fue una película estadounidense filmada en 1979 dirigida por Robert Benton, y protagonizada por el reconocido actor Dustin Hoffman y la no menos destacada actriz Meryl Streep.
En aquella época la película logró una millonaria recaudación económica y arrasó con todos los premios Oscar.
La película narra la dramática historia de un famoso publicista al que de un día para otro, sin grandes motivos y menos preámbulos su esposa abandona, dejándole además el cuidado de su pequeño y único hijo.
Lo intenso y dramático de la trama, había hecho que varias actrices hubieran rechazado la oferta de Robert Brenton para protagonizar a la mala y cruel mujer que habría decidido abandonar su hogar, su marido exitoso, y peor aún, a su pequeño hijo.
El inesperado abandono de un marido, y un niño de escasos 9 años de edad por parte de la esposa y madre, origina la trama en que el maltrecho matrimonio de apellido Kramer se ven involucrados.
Ambos personajes se ven enfrascados en una intensa y dramática y emotiva batalla de angustia, violencia y lágrimas.
El actor se mimetiza tanto en su papel de marido abandonado, que en el rodaje de la cinta, le propina severa cachetada a la actriz, agresión que por cierto, no estaba en el libreto, pero que fue estoicamente asimilado por la actriz, y asumido incluso por los directores de la película.
Todos, actores, camarógrafos y directores, consideraron la agresión como un maltrato disfrazado de arte, sin embargo, el realismo de la escena era imperdible, de ahí que se dio por bueno.
Y es que, tanto Dustin Hoffman como Meryl Streep, no solo fueron actores protagónicos y antagónicos centrales del rodaje, sino también lo fueron en la vida real.
Historiadores y expertos en los temas del mundo del espectáculo, han escrito que en la vida real, entre ambos había prevalecido una intensa animadversión y una falta de empatía, desde antes de ser llamados para el protagónico del filme.
Ante esa realidad, quienes analizaron las destacadas actuaciones que tanto el actor como la actriz mostraron en el rodaje, llegaron a la conclusión que ello obedeció en gran medida a situaciones de carácter personal que en esos momentos experimentaban en el rol de sus propias existencias.
Es decir, que el papel de coraje, odio, frustración, decepción y dolor que el guion de la película exigía a los protagonistas del matrimonio Kramer, se les facilitó, ya que en la vida real, más allá de la antipatía que sentían entre sí, ambos en su calidad de simples mortales, estaban encarando en esos momentos problemas de índole personal y familiar.
INTERESANTE similitud podría encontrarse entre la trama de aquel filme exhibido en las salas de cine de todo el mundo, a finales de los años 70s del siglo pasado, y lo que ocurre en éstos momentos en la vida política y social de México.
La gran disputa por el tema de la reforma constitucional en materia electoral ha polarizado a toda la sociedad mexicana.
Estamos siendo testigos de un evento donde también de observa una especie de abandono.
Aunque en éste caso, desde luego no se trata de un abandono cinematográfico, como el de la familia Kramer, sino más bien, mi referencia es al abandono de la prudencia, la tolerancia, inteligencia y el necesario entendimiento para dialogar y llegar a un buen acuerdo entre las partes en conflicto.
Estamos siendo testigos de un enfrentamiento entre un México partido en dos partes, lo que a todas luces nos indica el riesgo que corremos de generar una grave crisis social, política y económica, por citar solo tres factores.
Es escenario que se dibuja en nuestro cielo nacional me resulta muy poco halagador.
Y es que estamos hablando de una especie de Kramer contra Kramer…Es decir, sangre contra sangre, familia contra familia, y mexicano frente a mexicano.
Es fácil entender que entre las ponencias de una y otra parte respecto al proyecto de reforma de la ley electoral, existe algo de razón.
Ni los proponentes e impulsores de la Reforma, ni los llamados defensores del Instituto Nacional Electoral-El INE-, son dueños de la absoluta razón.
Insisto, impulsores y opositores, tienen excelentes elementos jurídicos, políticos, sociales y humanos para defender su causa, lo que hace obligado el dialogo maduro, sensato y responsable, para llegar a la mejor de los acuerdos.
Y es que, la confrontación de ideas y posturas radicales, apunta hacia un conflicto muy grave, que de seguirse alimentando por los odios y rencores de las partes, podrían generar una violencia social que a nadie…. A nadie conviene.
Entendamos entonces, que, si ésta lucha de obsesiones, orgullos, cerrazones y vanidades, nos lleva a incendiar a nuestro País, nos podemos quemar todos…Es cuestión de pensar bien las cosas…Nos veremos enseguidita.
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