Se le atribuye al filósofo de Güémez y creo que resulta muy a modo para preguntarnos hasta cuando consideramos que caminamos en subida y en que momento determinamos que vamos de bajada.
Es un proceso mental para cada individuo.
Hay quienes jamás se fatigan y otros que nacen cansados.
Algunos truenan a medio camino.
La vida es algo digno de anotarse en un cuaderno y revisarlo de cuando en cuando para no olvidar las peripecias que nos costó llegar hasta ese momento.
Nada es gratuito.
Las canas nos cuestan tiempo y esfuerzo.
Son la gloriosa bandera de la supervivencia.
A veces se hacen chascarrillos de los calvos y se afirma que no tienen un pelo de tontos.
Me pregunto:
¿A que edad me declararé en bajada?
Me respondo:
Cuando mi mente se niegue a elaborar conceptos y pierda el interés de trasmitirlos.
Mis pasos pueden ser lentos, pero firmes.
Mi visión no es telescópica, pero me ayuda la imaginación.
Parece que estoy aprendiendo a escuchar.
¿Entonces?
Si hay algo nuevo en mi vida, clarísima e inequívoca señal que sigo caminando sin que la fatiga llegue.
Eso me gusta y por eso lo escribo.
Los caminos sin curvas son tediosos y llevan al prematuro enfado.
La vida debe tener hoyancos que nos despierten al caer en ellos y darnos lecciones con el tropezón o la caída.
Rubén Rocha Moya no es un chamaco.
Jamás se dio por vencido para cumplir con su sueño de ser Gobernador y ahí lo tenemos como la primera autoridad de Sinaloa.
Es ejemplo de perseverancia y no presenta signos de querer agarrar la bajada.
Nadie se salva de tropezar con piedras.
Con la misma, es remota casualidad y sin zapatos menos.
Avanzar debe ser nuestra consigna.
Sin prisas para gozar el entorno.
Nuestra vida es única e irrepetible.
Es maravilloso escuchar el sonido del silencio.
Dejamos huella al caminar.
“Lo que de aquí para allá es subida, de allá para acá es bajada”.
Hasta mañana.
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