De las torres aldeanas más altas se han caído. Me explico. No solamente la irreverencia y la traición, también se le suman la falta de capacidad política por parte del alcalde de “Tierra Santa”, Salvador Alvarado, Armando Camacho Aguilar, pues está muy mal asesorado por Gonzalo Camacho Angulo, el secretario del ayuntamiento, Roberto Valenzuela ¿Leal? y el ´propio secretario particular del gobernador, Alejandro “El Diablo” Higuera. Ninguno de origen morenista.
Como se explica querido lector que hayan estirado tanto la liga respecto a la huelga interna que enfrentó la autoridad local, con un sindicato que reclama un justo incremento a su salario, ya que dejaron correr el tiempo hasta que la olla de presión explotó, indicando una debilidad y falta de sentido común, en donde no puede ser considerado un buen alcalde aquel que dirige –sin reacción- los destinos de una ciudad que acelera su caída.
Conste para “trolls” y para los lectores de bien que no hablo de la persona, sino del ejercicio del cargo del alcalde de Salvador Alvarado. Aclaración previa porque es la primera vez en la historia de la democracia local en nuestra ciudad de origen en que cualquier crítica a la gestión política de la alcaldía genera automáticamente el insulto de algunos entregados seguidores que se olvidan del argumento, en pro de la aniquilación del argumentante al que, indefectiblemente mueve la envidia, la frustración o el rencor.
No solamente la falta de desarrollo económico de la localidad, sino también se le agrega la falta en el servicio público, peor aún, cuando se enfocan únicamente en una reelección y no gobiernan con criterio, con concatenancia, no por falta de voluntad, sino porque lo consideramos ahorcado en sus finanzas públicas.
Un panista de hueso colorado intenta gobernar en una dictadura a través de las siglas de Morena, cuando son muchos otros de origen de izquierda que deberían tener la oportunidad de gobernar para la Cuarta Transformación.
No es buen alcalde quien deja que la ciudad esté más sucia de lo que lo ha estado en años, los contenedores en las colonias dan pena, porque en casi dos años de gobierno aldeano ha sido incapaz de renovar ninguno de los contratos de los servicios públicos esenciales, todos caducados. No lo es quien no tiene equipo pero tampoco se encarga de crearlo. No lo es quien persigue a los funcionarios que no se pliegan a sus deseos y se empeñan en defender la legalidad frente a la arbitrariedad. No es buen alcalde quien desprecia y niega, amparándose en el silencio otorgado de antemano por algunos funcionarios. Sí, Guamúchil, a mi juicio, tiene un mal alcalde.
En vez de gobernar, Armando Camacho Aguilar se ha dedicado a dividir con amigos y enemigos, aunque las apariencias engañen, su trabajo externo e interno ha sido considerado nefasto tanto operativamente, así como también en lo político. ¿Por qué llega un alcalde malo a dirigir una ciudad? Por dos cosas: la clase dirigente empresarial es indolente y se distancia del manejo de la ciudad. La segunda, aparece un candidato político y promesero que negocia económicamente el apoyo con los partidos y sale a llenar el pueblo de promesas e ilusiones todas vanas e impracticables.
GOTITAS DE AGUA:
Ante todo lo sucedido, la incongruencia de la misma autoridad Alvaradense saca a relucir su postura, pues mientras el recién ingresado y yerno del Doctor. Gonzalo Camacho Angulo, un cargo de reciente creación, con un sueldo base de $17 ,200 .00 pesos y registrado ante el IMSS con $667 .06 pesos, y por otra parte, su líder sindical del H. Ayuntamiento con más de 24 años de antigüedad está registrada en el Seguro Social con $488.71 pesos. A mi criterio, se verán cosas peores. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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