Es madre de los huérfanos, de los desamparados, de los que nada tienen, de los desesperados, de los enfermos, de algunos políticos y de los que creemos en Dios padre, Dios Hijo y Dios espíritu santo.
Es la que sostiene mi fe y me ilumina para encontrar el camino hacia el reino de los cielos donde moran mis padres y dos hermanos.
Espero en su bondad que interceda con el que ha de juzgarme y que pueda encontrar un refugio seguro y eterno.
Diciembre es un mes muy especial. Su brillantez comienza en este día que es tan especial para todos los mexicanos y de alguna manera se abre un espacio de amor hasta en los corazones más duros.
La virgen es acompañada desde la noche del once y es hasta muy avanzado el día doce cuando los fieles se retiran del templo de la lomita en Culiacán.
En la ciudad de México, son millones de peregrinos los que llegan a rendirle culto y su fiesta en la basílica de Guadalupe es celebración de renombre mundial.
Se convocan de lejanas tierras para cumplir con las promesas a la virgen y miles de personas avanzan lentamente postrados de hinojos y sus rodillas sangrantes por el recorrido.
Extraordinaria y milagrosa, nadie rompe la historia de su aparición al indio Juan Diego y dan su vida por conservar su fe y tradición.
Todo es amor en la virgen morena.
Cierro los ojos y me invade la paz.
Se me olvidan rencores y mis carencias se convierten en riquezas y se alejan los malos pensamientos.
Soy creyente de Dios y de la Virgen.
Soy humano y tengo mi yerros.
En la soledad de mi alma procuro que se alejen los diablos que en otro de los hombros traemos los seres pensantes.
Escucho a los que no creen en lo divino.
No trato de convencerlos y tampoco permito las intromisiones a mi manera de pensar.
En la parte final de mi existencia, mi pequeño lugar para la meditación me orienta a invocar a Dios una y otra vez y le pido que me siga protegiendo de todos los males que nos atacan sin piedad.
No soy de los que rezan lo que nos enseñan los sacerdotes en sus misas y busco palabras para comunicarme con la virgen y con el creador.
Es muy sencillo llamarlos y honrarlos.
No espero que me contesten, pero soy prueba viviente de lo que Dios y nuestra virgen pueden ayudarnos en el lecho de enfermos.
Te doy gracias virgen de Guadalupe y te ruego que no me separes de tu entorno.
Te llevo en mi corazón y pensamiento y espero no separarme de tu sendero y aprovechar la nueva oportunidad que me fue concedida.
Bendita seas, madre de los mexicanos.
Hasta mañana.
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