Escucho con mucha atención a los que hacen mofa de lo que dispone en vida un ser humano sobre lo que quiere que suceda a su muerte.
La familia cambia todo, es lo que dicen, y siento rabia sorda por esos comentarios que me llegan a lo profundo del alma.
Polvo eres y en polvo te convertirás.
Así lo dicen en mi religión y al parecer es en casi todas las existentes en el mundo moderno en que vivimos.
Hay quienes creen a pie juntillas en la reencarnación.
Mis respetos para ellos y puede que me gustaría volver convertido en un ser humano más sabio y comprensivo.
Volver sin sufrimientos será muy dichoso.
No conozco alguien totalmente feliz.
Preocupaciones nos sobran en esta vida.
Pero capoteamos las tormentas y gozamos de los días soleados.
Y me pregunto:
¿Tendría sabor vivir sin problemas?
No tengo respuesta para ello.
Mi diseño personal para el viaje sin retorno que me espera es la cremación. Luego esparcir mis cenizas sobre una humedecida carretera para que se adhieran en las llantas de los vehículos que transiten de norte a sur y de sur a norte.
Quiero seguir en la vagancia.
No admito ser depositado bajo tierra y tampoco que se me guarde en urna y se me deposite en un nicho.
Que me recuerden, si quieren, con mis grandes defectos y mis pequeñas virtudes, pero que me permitan gozar de la libertad después de mi muerte.
Dios nos da la vida y también nos la quita.
Pero nada dice sobre el cuerpo que abandona el alma.
Así que:
A mis familiares les suplico en vida, que hagan caso de mi voluntad cuando llegado el momento sea requerido para ajustar cuentas con el creador.
El destino final puede ser el reino de los cielos o ser acompañantes del tenebroso lucifer y purgar nuestras faltas en su caluroso infierno.
De los amigos que ya se han ido, no tengo idea cuantos arrancaron a la gloria y cuantos para el averno.
A veces he querido realizar un estudio sobre sus probabilidades y abandono la idea para no meterme en honduras con los que ya se adelantaron.
A mi amigo, el Güero Ojeda, lo consulto sobre ese tema y cuando se menciona el nombre de alguno que ya no nos acompaña, con atención miro sus ojos y descubro en ellos si considera que anda abajo o arriba.
Son escasas veces las que mira para arriba.
Prefiero no decir el nombre de los encuestados.
Es muy severo como Juez el Güero Ojeda.
No me atrevo a preguntarle donde considera que estaré después de mi partida.
Lo repito:
Es muy desgraciado para calificar y le saco al bulto.
Hasta mañana.
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