Juan Diego nos entregó la ofrenda y nos convirtió en guadalupanos a morir con la hermosa historia del Tepeyac.
El santo sudario lo tienen en el Vaticano y es objeto de cuestionamientos de autenticidad.
El nueve y el 12 de diciembre de 1531 la virgen se le apareció al indito. En la primera le pidió que en el cerro del Tepeyac se levantara una iglesia y en la segunda le ordenó que subiera al cerro y cortara rosas para llevarlas al Obispo Juan Zumárraga.
Al llegar con el obispo, en su manto apareció estampada la imagen de nuestra señora de Guadalupe.
Juan Diego fue canonizado en el 2002 por el Papa Juan Pablo segundo.
Nadie nos puede quitar a la Guadalupana.
Los agnósticos pueden decir misa y los creyentes hincarnos para rezarle a la hermosa imagen.
En Culiacán, es una romería rumbo a la lomita para velar a nuestra virgen desde la noche del once, y vuelven a sus hogares hasta muy tarde del día doce de diciembre que es la fecha para venerar a la señora de Guadalupe.
La Guadalupana es muy nuestra y nos sentimos confortados por ser dueños de ella y sin que nadie nos quite la fe en sus milagros.
Mi madre era muy devota y la vi subir hincada escalón tras escalón hasta llegar al templo.
No era cosa fácil y así pagaba sus mandas a la virgen.
Muchas y muchos cantantes de renombre le cantan con su corazón en la mano a la imagen del Tepeyac para honrarla en su día.
Por la televisión nos hacen participar desde nuestros hogares siguiendo las festividades.
Millones de peregrinos caminan desde regiones lejanas para llevar ofrendas a la Guadalupana en la Iglesia del Tepeyac.
Nuestra virgen es muy milagrosa.
Yo creo en ella.
Mi madre me inculcó esa devoción.
Creer en la Guadalupana nada me ha costado y me siento reconfortado con saber que soy uno de sus creyentes seguidores.
Espero el milagro de diciembre para que las cosas se calmen y la paz de nuevo reine en Culiacán.
Con los ojos cerrados le rezo a la virgen.
Es mi esperanza para tener tranquilidad y gozar con la familia de los mejores momentos navideños.
Recuerdo a mi madre subiendo la escalinata de la lomita hincada hasta llegar a la cumbre.
Era una señora de fe.
Sus ruegos eran para su familia y cumplía sus mandas con toda puntualidad.
Amorosa mujer y ferviente Guadalupana.
Debe estar junto a ella en el reino de Dios.
Hasta mañana.
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