Soy uno de los que estuvieron presentes en la inauguración de uno de los mejores lugares para desayunar que tenemos en Culiacán.
Otro del que no tengo duda es el hacendado que recientemente puso en funcionamiento Javier Loaiza.
Son primos hermanos y tienen como especialidad brindar su amistad y satisfacer a la clientela con lo mejor en materia de gastronomía.
Los dos son excelentes amigos y necesito partirme en dos para estar con ellos y saborear las exquisiteces que nos ponen a la vista.
El día de hoy reservamos en La Casa de Los Loaiza.
Dos festejos de cumpleaños en donde los festejados escogemos el día, hora y lugar para el banquete.
Alfonso Zúñiga es uno de ellos y el que esto escribe el otro.
Conocemos a la perfección el menú y el día de hoy saldremos del desayuno más llenos que un bobito y con la clara intención de retornar a la brevedad posible.
Me vienen a la mente las calabazas capeadas y bañadas con salsa de la invención de la casa, que desde ayer me hace chuparme los dedos.
Omelet Paraíso es platillo de mi invención y que existe en la carta de desayunos de la casa de los Loaiza.
A menos que ya lo hayan quitado y mandado al arcón de los recuerdos.
Las tortillas recién salidas del comal son la maravilla que acompaña a los platillos y desde luego los sabrosísimos frijoles refritos que sellan el momento.
Nada mejor para cerrar la semana y escucharemos repicar las campanas del santuario que parecen anunciar la llegada de los glotones.
Llegaré temprano como es mi costumbre.
Solamente, en ocasiones, me gana en la llegada mi compañero Martín Velázquez con sus sabrosos panes de quién sabe dónde.
Quirino Ordaz Coppel y Rubén Rocha Moya han sido asiduos clientes de la casa de Los Loaiza.
En ocasiones recorrían las mesas para saludar, cosa muy bien vista por la clientela y no tengo idea si siguen asistiendo cuando sus ocupaciones se los permitan.
El pan que llevaba Martín Velázquez también llegaba a la mesa de Rocha Moya antes de ser gobernador.
Quizá Martín le siga mandando a su despacho del tercer piso de Palacio de Gobierno.
Son muy amigos y para nada me extrañaría que lo hiciera.
Vuelvo a mi burra.
Prepárate, amigo Héctor, cuando menos ocho insaciables desayunadores atacaremos tu cocina.
Un pelotón de ocho, que da la impresión de ser diez mil.
Algo me bulle en la cabeza y creo que son las natas que en la casa de los Loaiza siempre tienen y que ahora pediré de antojo.
Que quede claro: no cené para estar con la barriga sin estorbos.
El desayuno será mi desquite.
Relámpago cerebral, busqué en todas las mesas y en ninguna estaban desayunando juntos Rubén Rocha Moya y Juan Manuel Partida.
Hasta mañana.
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