Una atmósfera tóxica satura el ambiente cada día y terminar por causar rechazo.
Qué difícil resulta encontrar la sensatez en el debate diario de los asuntos públicos, pues vale la pena describir desde las gradas la propia autocracia de un gobierno.
De entrada, lo común es ver expresiones muy alejadas del debate. Si debate es la discusión de ideas opuestas, lo que abunda son descalificaciones, mofa e insultos.
Ese ambiente que intoxica las mejores intenciones de quien lee un diario, escucha la radio o la televisión, muy probablemente termina por causar rechazo.
Y es que, en verdad, pocas veces en la historia reciente del país se había observado un clima de tanta multiplicidad de verborrea.
El muestrario es inagotable. Los espacios para el análisis en los diarios, están llenos de superficialidades, generalizaciones o calumnias. Y todos los días, no hay tregua.
Lo peor es que este fenómeno con frecuencia es estimuladopor la cúspide del poder, lo cual hace falta en ese nivel clave y de tanta influencia, moderación, equilibrio y un alto sentido deresponsabilidad. Respeto, por supuesto.
Y hay que aclarar: actuar así, que fuera lo deseable, no está reñido con el diálogo político entre adversarios. Pero no se da con la calidad deseable.
Y entonces, abajo, los mediosse ven como trincherasque vomitan fobia, prejuicios o bien un odio inconmensurable que se nutre en el prejuicio hondamente arraigado, el odio al que piensadistinto y la soberbia que no reconoce capacidad o crédito alguno al que está en el otro extremo y lo combate con todas las armas a su alcance.
Otro segmento amplio, enorme, lo forma ese monstruo de diez mil cabezas que son las redessociales. Ahí, desde el anonimato, abunda el estiércol que alimenta a amplias masas de coprófagos que minuto a minuto lanzan toda clase de mensajes que buscan destruir al otro, por lo común ese otro es el poder y sus ramificaciones.
Y así, voces, figuras que tiempo atrás mantenían una posición serena, inteligentemente equidistante de los extremos, de pronto se han tornado furibundos activistas que se han montado en el corcel de lainsensatez y atizan el fuego como cualquier tirapiedras de la peor ralea.
Esta atmósfera rabiosa, enrarecida, tóxica, seguramente en un principio genera desencanto en quien, pese a todo, se asoma a través de mediosy todo tipo de ventanas hacia el quehacer público. Pero en un segundo momento, termina por hartarse de ver todo el tiempo siempre lo mismo.
Así como el exceso de incienso termina por tiznar al ídolo, igual sucede con quienes de modo incesante dan lecciones de moral pública con un tridente en la mano y fuego en las entrañas. Diariamente.
Así no se va a ningún lado. Ni siquiera al objetivo de cosechar lectores, radioescuchas o televidentes.
GOTITAS DE AGUA:
El hombre en soledad, sólo, en familia o con amigos, tiene un juicio que le permite ponderar los asuntos públicos más allá de la influencia de tirios y troyanos. El hombre común no es tonto. Así lo juzgan o prejuzgan, o lo subestiman quienes se creen facultados para moldear conciencias.
La gente advierte, observa, huele la naturaleza y fines de quien o quienes buscan llevarla a su causa fabricando verdades al gusto de las víctimas.
Esto explicaría, en parte, este extendido fenómeno que vive nuestro país, en donde las élites mediáticas y sectores que les hacen coro en realidad no tienen la influencia que creen poseer.
Su poder y ritmo machacón de cada día, no logra los objetivos que pregonan, no se dan sus pronósticos funestos, fallan sus augurios o deseos.
El poder público, con todo el peso de sus yerros, no resiente la descomunal campaña que dura ya tres años de modo imperturbable. Las estadísticas y encuestas dicen una cosa y los sedicentes representantes de la “opinión pública” otra bien distinta.
¡Oh integridad, cuantas cosas se dicen a diario en tu nombre! “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…