“Grasa bolero”

Así se callaba a los que soltaban una expresión vulgar delante de adultos o de mujeres que pudieran escuchar al hocicón.

El efecto era inmediato. Se acataba la orden de callarse y la vergüenza era notable en el rostro del infractor a las buenas costumbres.

Recordé la frase y no era conocida por los que tomábamos café en la mesa de siempre del Palomar de los Pobres.

Seguimos con esa platica e hice comparaciones con lo que ahora se escucha con harta frecuencia en los lugares públicos.

Jovencitas que utilizan su boca como almacenes de Vergas que escupen sin rubor alguno, sin importar ser escuchadas, o más bien luciéndose con su vocabulario entre los que quieran escucharlas.

Hablo de las criaturas femeninas que compiten con los varones para mostrar lo sucio de sus palabras que utilizan sin apenarse en lo más mínimo.

¿Educación casera?

Prefiero pensar que no las escuchan dentro del seno del hogar y que son malas influencias las que permean su manera de conducirse.

¿Acaso es en el aula donde las aprenden?

Tampoco puedo admitirlo.

El Maestro es un referente del conocimiento y ayuda a fortificar los cimientos de las buenas costumbres.

¿Entonces?

Prefiero pensar que es la calle donde tropiezan con la caterva de malandrines y ahí forjan la mente con tantas barbajanadas.

La televisión es fuente maravillosa del conocimiento y es también causa de la causa del pobre y soez vocabulario que nos marca en los tiempos modernos.

Las palabras fuertes que antes eran prohibidas en ciertos horarios ahora tienen la total libertad para pronunciarse en el momento que les venga en gana a los que nos trasmiten sus mensajes.

China libre para todos los personales televisivos.

Les importa un comino la niñez y adolescencia.

Esto es parte importante de la degeneración de la conducta de nuestra juventud y no hay reglas oficiales que puedan detenerlos.

El grasa bolero ya no aplica.

Jóvenes de cualquier sexo compiten por ser más sucios con el lenguaje que sueltan en los lugares públicos.

Mencionar verga a cada momento, es cosa cotidiana y muy socorrida.

En mi casa no hay tolerancia.

Hijos o nietos se cuidan frente a mi persona.

No respondo en la calle por ellos, sin embargo, creo que llevan buena formación y que no pertenecen a los grupos que practican las barbajanadas.

No he tenido que pararlos con el clásico de mis tiempos.

El “GRASA BOLERO” no tiene razón de ser en mi entorno familiar.

Con certeza les digo, que mis amigos nunca escuchan que pronuncie la palabra verga en mi manera de expresarme.

Hasta mañana.

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/fax-del-fax/.

 

J. Humberto Cossío R.

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