Amanecía aquel lejano día del mes de octubre de los nacientes años Sesenteros.
Las calles de mi querido rancho de Capomos levantaban polvo por el aire mañanero que anunciaba la llegada de una tormenta.
Y en el contexto del nublado amanecer, ladraban con inusual furia los perros del caserío que daba vida al rancho de marras.
Mi abuela atizaba apenas la hornilla de la cocina, para el ritual de la preparación del indispensable café.
Mi abuelo por su parte, asomaba a la calle por entre las claraboyas de la rustica cocina, en busca de encontrar la razón de tan inusual ladrido perruno.
Desde la óptica del abuelo, y por conocer el entorno, era entendible que algo extraño se movía por las callejas empedradas y polvorientas del pueblito.
Y es que para los “capomeños” era evidente que la alerta canina de ese amanecer, no era provocada por el paso de vacas sueltas, burros vagabundos o alguna mula sin dueño.
Algo anda mal afuera, dijo mi abuelo en tono ya preocupado, al escuchar que la revolución canina empezó a manifestarse con mayor fuerza y fiereza en las casas vecinas a la nuestra.
Salió mi “Tata” apresurado de la cocina, en busca del viejo revolver calibre 44 que mantenía guardado en uno de los cajones del ropero.
“Mi Nana” la abnegada esposa ocupo mientras tanto el espacio de las claraboyas para atisbar hacia la calle y detectar el motivo de la algarabía de los perros.
Y fue ella quien descubrió la razón de la gran manifestación de alerta lanzada por la perrada del rancho en aquel fresco amanecer.
“Es un cabrón vagabundo con cara de hambre, dijo en su reconocido tono irreverente a mi Tata, quien la escuchaba mientras trataba de acomodarse el largo cañón del viejo revolver en la bolsa trasera de su pantalón.
Y en efecto, tal y como lo dijo Mi “Nana” ahí estaba un extraño y andrajoso sujeto, parado frente a la ventanita de madera de la cocina de nuestra humilde vivienda.
Mi abuelo, envalentonado por la pistola que portaba, salió al patio y se le plantó cara a cara y chocando frente con frente, tal y como solía hacerlo su ídolo, el legendario Porfirio Cadena “el ojo de vidrio”.
En mi caso, personal, siendo apenas un niño, lo observe y llegué a la conclusión de que, aquel sujeto venido del monte, ni era grande, ni era chico.
Algo así como, nos pintan al alazán y el rosillo, los famosos caballos que en 1923 corrieron en el taste de San Benito Mocorito.
El sujeto era en realidad de estatura mediana, aunque a ojo de buen cubero, tiraba a chapo.
Su imagen desde luego no era la mejor para quien teme a las personas extrañas.
Portaba un sombrero mugroso, camisa de fuera, pantalón chamagoso, huaraches con suela de llanta, y de cuatro correas, pelo percudido, la barba crecida y bigote tupido.
Algo parecido a “Pancho Rivera” el personaje que cobro vida en una canción del popular cantautor sinaloense “Ferrusquilla”.
Lo cierto de las cosas, es que el personaje de esta historia, no generaba confianza, ya que su aspecto era practicamente el de un bandido.
Mi propia Abuela, dada su experiencia, solo con verlo dijo en tono discreto; “A mi este MONICACO no me lo den por bueno”.
Sin embargo, a la vieja usanza de la gente de los ranchos, mi abuelo lo invito a pasar a la casa a tomar una taza de café.
¿No será mucha molestia? , pregunto el invitado tratando de mostrar modales de respeto a los caseros.
Cómo te llamas, y de dónde vienes, quiso saber la jefa de la cocina, tratando sin duda de tantear el terreno.
“Me llamo Nicasio Callejas…Vengo del Pueblo de Ameca Jalisco…Y llevo tres días sin comer”, respondió el aludido.
“Tres días sin comer, debes traer mucha hambre encima”, refirió mi abuela en tono de incredulidad.
Pero, hábil como era, el vagabundo busco una nueva disculpa por su inesperada visita en aquella casa construida de adobe puro.
“Si señora, traigo mucha hambre, pero no se preocupe, yo traigo aquí en la bolsa del pantalón algo para calentar y comer… Solo le agradecería una taza de café”, expuso.
Las miradas entre “Nana” y “Tata” chocaron sorprendidos, por lo que, alzando los hombros, apuntó con su dedo hacia el fogón, en preclara autorización para que el sujeto lo utilizara en su guisado.
Tras la anuencia para usar el también llamado Pollate, solicitó el individuo una cazuela, la cual de inmediato le fue entregada.
Y ante los ojos azorados de los caseros, el trotamundos metió su mano a la bolsa de su desteñido y mugroso pantalón, de donde sacó un puñado de redondas piedritas.
“A botanear se ha dicho señores”, dijo al tipo al tiempo de echar las piedras a la ya caliente cacerola.
Voltea enseguida el errante hacia mi abuela y le dice en tono meloso.
¿“Tendrá acaso una poquita de manteca, para aderezar mis piedritas?… Es que comerlas así secas, me caen pesaditas al estómago.
¿Una poquita de sal, doñita?, fue la siguiente petición.
Y así, ante la mirada de asombro y las ansias de ver como aquel sujeto se comía las piedritas, los dos viejos, seguían el curso del preparado del extraño menú.
Sin embargo, mientras, llegaba el momento de la degustación, el andrajoso, lanzó otra petición.
“Estas piedritas, dijo, las he saboreado bastante con unas sopitas de tortilla… Ojala tuviera por ahí unas dos o tres.
Y ahí te va mi Nana entregándole los ingredientes que el tipo requería para la preparación de las suculentas piedritas.
Lo cierto es que, ya con manteca, sal y tortillas, las piedras empezaban a despedir el aroma de un rico desayuno.
Pero, el platillo requería de otros agregados, por lo que el sujeto lanzo sus restantes ingredientes de un solo tiro.
“Oiga mi viejita, si me ayudara con algún tomatito, una cebollita, un chilito, y un par de huevitos, mis piedritas quedarían de rechupete”… Pero, si no tiene no se preocupe, así me las como, les dijo el habilidoso personaje.
Era tan grande el afán de mis abuelos por ver la manera en que el percudido, con tres días sin comer, devoraría aquellas piedras, que no dudaron en entregarle los nuevos requerimientos.
Fue así, como aquellas piedritas que, según la propia versión del caminante, había recolectado de un caudaloso rio jalisciense, quedaron listas para la degustación.
Finalmente, un plato de peltre, rebosante y humeante recibió el manjar elaborado a base de piedras, tortillas, verduras, y huevos.
Un platillo que, sobra decir, fue discreta y ávidamente devorado por el extraño personaje, mientras el par de anfitriones, miraban asombrados como en cada bocado, el tipo rechupaba piedra por piedra, sacándola de su boca y colocándolas de nuevo en el mismo plato.
Al final, con la panza llena, y tras un pequeño erupto, el hombre, recogió las piedras y las guardo en la misma bolsa de su pantalón.
Enseguida, con una inclinación de cabeza el intrépido viajero dio las gracias a mis Abuelos.
Pero, no sin antes decirles que; “Estaba muy rico el guisado, y como ven me sobraron las piedritas, y pensé en guardarlas para la cena”…Claro, dijo, si no tienen ustedes ningún inconveniente.
LA INTERESANTE MORALEJA.
La legendaria historia de mis abuelos con el extraño y astuto hombre de las piedritas, no deja de parecerme muy similar con la reciente audiencia de Ismael “El Mayo “Zambada ante una Corte de Estados Unidos y los planes políticos de Donald Trump.
1.- Ismael Zambada García llegó de manera extraña e inesperada a suelo americano, igual que lo hiciera el vagabundo al rancho de Capomos desde el pueblo de Ameca.
2.- Tras el arresto de Ismael Zambada, muchos consideraron que el platillo estaba servido para que el estofado a base de cabezas políticas relevantes fuera el banquete neoliberal fuerte del momento.
3.- Los ladridos de la perrada (enemigos de la Cuarta Transformación) anunciaba en México, como ocurrió en mi rancho, un suceso especial.
Y es que, innegable es, que los enemigos de la 4T esperaban que tras la declaración de “El Mayo” Zambada ante los tribunales gringos, saltarían a la luz pública los nombres de connotados políticos mexicanos, lo cual ante su desencanto, no ocurrió, o al menos de manera oficial no se han dado a conocer.
4.- El engaño del vagabundo de Ameca a mis abuelos al decirles que guisaría un puño de piedritas, tiene una alta similitud con la aparente estrategia que parece haber puesto en práctica el Presidente de Estados Unidos Donald Trump.
5.- Se trataría de regatearle al gobierno de México todos los posibles datos que la Fiscalía Estadounidense ha logrado recabar con los hoy Narco colaboradores en su poder.
6.- Y es que el propio gobierno de México, ha dicho que del caso Zambada, solo sabe lo que han publicado los medios de información.
Incluso la propia Claudia Sheinbaum ha mostrado sus reservas sobre el tema.
7.- Me quedaría claro entonces, el parecido que le encuentro a Donald Trump con el hombre de las piedritas, toda vez que el Presidente de EEUU, solo ha ofrecido datos a su conveniencia, dejando los más duros como reserva para su posterior consumo político.
Es decir, para amenazar y chantajear a su gusto al gobierno mexicano.
8.- Donald Trump podría estar diciendo a Claudia Sheinbaum; Aquí tengo otros datos, y seguirán guardados, mientras no me andes con desobediencias y rebeldías.
9.- Mientras tanto, tal y como ocurrió en mi rancho de Capomos, luego de la comilona que se sirvió, el vagabundo, retomó su camino, desatando de nuevo el ladrido de la inquieta perrada, situación que en México se vio al observar que la audiencia de Zambada García no fue lo catastrófico que los adversarios de MORENA esperaban.
10.- Mientras, tanto ya en el contexto actual, en Estados Unidos, el Presidente Donald Trump, seguramente trae en la bolsa de su pantalón, “las piedritas” del amenazante menú que le servirá como reserva para satisfacer su voraz apetito de imponer su voluntad en las grandes decisiones que involucren a su País y el nuestro… Nos veremos enseguidita.
Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/punta%20de%20lanza/.