El tiempo no tiene frenos

Soy de buen calibre, nací en los 45 y dos siglos acompañan mi existencia.

El 16 de julio de 1945, doña Luz Ramírez de Cossío trajo al mundo en compañía de su comadrona, a un niño bastante inquieto al que se le bautizó con el nombre de Jesús Humberto.

Más o menos a la hora de su alumbramiento, en el desierto de Nuevo México, se hacía estallar la primera bomba atómica por un grupo de científicos contratados por el gobierno de Los Estados Unidos de Norte América.

Voy que vuelo para cumplir 79 julios de vida.

Por eso digo que el tiempo no tiene frenos.

Mis espejos los encuentro por donde quiera que camine, personas de por esas fechas, con la cara marcada por los surcos que produce el viento a través de los años y los tiempos.

Unos caminan mejor que otros y algunos se apoyan en bastones para soportar el equilibrio de su cuerpo.

Algunos muy canosos y otros perfectamente pintado su cabello.

Los que tienen bastante dinero, cantan cuando se emborrachan, el estribillo aquel de “y voy a sacar juventud.. de mi cartera”

“El tiempo no tiene frenos”

Siempre echado pa’ delante y destrozando el físico.

Las que antes se detenían al verme, ahora tratan de ayudarme para que no me caiga.

Cuestión de tiempo y no puedo frenarlo.

Con frecuencia me dicen que lo bailado nadie me lo quita.

Son gente comprensiva y quieren darme ánimos para que no caiga en depresiones por añoranzas de aquellos años de juventud.

Los que nacimos en aquellos tiempos de la segunda guerra mundial en su fase terminal y que aún nos movemos con relativa facilidad, versamos nuestras platicas en los marcapasos que nos han colocado, o lo bien que nos quedó la operación de rodillas y hasta presumimos de los dientes y muelas que nos quedan.

Los más que caminamos por estas calles de Dios y maría Santísima y ahora también de la delincuencia organizada, nos conformamos con ver pasar las horas, los días y meses de los años que se acumulan en la joroba.

Voy manejando, y de pronto, me detengo en cualquier lugar y trato de determinar si voy saliendo de mi casa o ya voy de regreso.

“El tiempo no tiene frenos”

Soy muy afortunado, todavía mastico bien.

Mi estomago pocas veces me juega bromas pesadas.

No uso pañal para salir a la calle.

No necesito espejos para ver como ando de mi rostro.

Con observar a mis compañeros comprendo que nos corrieron sin aceite.

Todas las mañanas me doy los buenos días y me pellizco un brazo para saber si estoy vivo.

De regreso al hogar, ya desayunado, me voy “ipso facto” sobre las bolsas de las medicinas para tomar las primeras siete pastillas y por la noche otra cantidad igual.

Es mi vida a los 78 años.

Vida nada te debo.

“El tiempo no tiene frenos”

Hasta mañana.

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/fax-del-fax/.

 

J. Humberto Cossío R.

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