“El Tencuachi” y el candidato

El aire que se soplaba aquella mañana en el apacible y humilde pueblito, presagiaba según los viejos de la época, la posibilidad de la primera lluvia del año.

Las ramas de los mezquites, huinolos, huizaches, cacaraguas, brasiles y nanchis, mecían sus ramas en una especie de danza dictada por la madre naturaleza.

Eran las primeras 5 horas, del día 24, del Sexto mes, correspondiente a los primeros 3 años, de la tercera Década, del Siglo 20 de nuestra era.

En palabras menos enredosas, entiéndase que, si el gallo del corral no se había desvelado, y había cantado a tiempo, los moradores del pueblo en referencia entendían con su natural sabiduría, que eran las 5 de la mañana del Día de San Juan, correspondiente al año de 1933.

Esa nublada mañana, desde la comodidad del lodo de sus chiqueros, los “Cochis” dejaban ya escuchar sus chillidos, reclamando la ración del “machihui” que les correspondería en su desayuno.

Por su parte, las aves silvestres, principalmente, los chanates, huitlacoches, palomas, carpinteros, “chontes”, “chirríos” cardenales, grajos y los atolondrados “Chicois”, le regalaban a ese pedazo de mundo sus alegres cánticos.

Y desde los corrales de las ordeñas, los mugidos de las vacas, toros y becerros, entregaban su Do de pecho a la rancherada.

En ese escenario, eran infaltables los relinchos mañaneros de los caballos, Yeguas y las mulas, sin faltar por supuesto, las rebuznadas de los jariosos burros en preclaro reclamo del consentimiento de la fémina de su raza, en busca de pactar sin patadas de por medio el acto amoroso, cosa que a decir verdad, los sufridos jumentos pocas veces lograban.

Los perros, habitantes naturales en todo el caserío del rancho, ladraban con frenesí a las carretas de los madrugadores lecheros que transitaban desde horas tempranas, hacia el mercado del líquido blanquecino segregado por las glándulas mamarias de la consorte del toro, que ofertaban y transportaban en sus ánforas de aluminio.

Y finalmente, haría alusión al concierto casi musical que los moradores del lejano y enmontado pueblito de mi relato recibían de manera gratuita mediante el cacareo madrugador de las gallinas, cuando estas hacían alarde del huevo que acababan de depositar en algún nido improvisado y construido entre los matorrales con las garras de sus propias patas.

¡!!Vieja!!!, gritó ese día Camilo, el huraño vaquero a Doña Remedios su abnegada esposa, rompiendo con su voz aguardentosa el invaluable encanto que la naturaleza prodigaba a los habitantes de aquel pequeño rancho.

“Por acá ando viejo”… ¿Que se ofrece?, quiso saber la noble Dama, al tiempo de entrar cargando en sus fuertes manos dos baldes con agua que habría extraído de la noria enclavada en el traspatio de la casa.

“No encuentro el paliacate donde envolví los centavos que me pagaron por los cochis y las gallinas que vendí la semana pasada” respondió en modo “chiva” el viejo ranchero.

El silencio que guardó su esposa Remedios, alertó y puso arisco al viejo Camilo.

“Mira mujer, si me agarraste el dinero, yo pienso que es muy conveniente que vayas pensando en ponerlo de inmediato en esta mesa” dijo en tono molesto Don Camilo, al tiempo de pegar dos golpes al viejo mueble de madera que hacía las veces de comedor en aquel domicilio.

“La verdad Camilo, yo agarré esos centavos, porque ayer me dijeron que los querías apostar a la carrera de caballos que van a jugar esta tarde en la feria del pueblo, y no quisiera que los perdieras” exclamo la humilde mujer.

“Mire señora, usted no se meta en asuntos de los hombres, ni le ande quitando autoridad, ni poniendo en duda la palabra y compromiso de su marido, así que tráigame rapidito el “Tambiachi” con los centavos, respondió Camilo.

“Pero hombre viejo, tú le apostaste todo el dinero al caballo “El Tencuachi” de tu compadre Atenógenes, y aunque el potrillo es bueno y ligero, ya sabes que siempre ha perdido porque se sale a medio taste y nunca llega al cabresto.

Tratando de convencer a su mujer, el viejo apostador, explica los motivos de su aventurada apuesta.

“Vamos a ganar esta carrera, y te aseguro que doblaremos el dinero”, aseguraba el ranchero.

Enseguida, ya doblegada la resistencia de Doña Remedios, el astuto individuo, le susurra al oído… “Vamos a ganar vieja, el caballo de mi compadre es joven brioso y corredor, y te aseguro que ya fue entrenado para que nada ni nadie lo detenga ni lo haga salirse del taste antes de llegar a la meta”.

Lo que Camilo nunca supo, fue que los apostadores del cuaco rival, ya sabían que su viejo y cansado caballo, poco o nada tenía que hacer frente al “Tencuachi”, por lo que contrataron a un sujeto para que con una pistola en mano se apostara a medio taste en espera de la pasada de los dos caballos en competencia.

Mi abuelo, narrador de esta historia, me aseguro que metros antes del medio taste, el potro de Atenógenes sacaba casi dos cuerpos de ventaja al caballo rival, cuando de manera repentina, se escucharon dos fuertes detonaciones de arma de fuego.

Los juglares de la época, aseguran que el caballo adversario, conocido como “El Parco”, llego solo a la meta, ganando así la carrera.

Del Potro “El Tencuachi” se dice que días después fue localizado a varios kilómetros del pueblo, entre el verde monte, con la cola espinada y las orejas levantadas… Es que, estaba asustado todavía, decía mi abuelo.

LA METAFORA… Ayer, un amigo y seguidor de esta columna me hizo una llamada para pedirme un consejo u opinión en materia política.

Amigo, me dice, tengo un buen camarada que al parecer va ser candidato a la alcaldía de su municipio, y me gustaría darle algunos consejos, y hacerle además, algunas sugerencias o recomendaciones respecto a lo que tiene que hacer para ganar las elecciones del próximo 2 de junio.

Perfecto, le respondí a mi amigo, creo tener una buena sugerencia, la cual, estoy seguro sería la única manera para aspirar al triunfo electoral.

“Gracias amigo…No esperaba menos de ti… Venga…Venga el consejo” me dijo entusiasmado mi consultor.

LA ASESORIA.- “Mi recomendación es, que le digas a tu amigo, que, si en efecto logra la candidatura prometida, no se baje de la contienda a medio camino”.

“Llegar al 2 de junio en calidad de candidato, es la única manera que tendría de ganar la Presidencia municipal”, fue mi consejo.

Solo me falto decirle a mi amigo… “Dile a tu candidato, que le deseo suerte, y espero que no le pase lo que al caballo “El Tencuachi”… Nos veremos enseguidita.

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Armando Ojeda
Armando Ojeda

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