La anécdota quedó por siempre registrada y guardada en el baúl de mis recuerdos; Se las cuento.
Era yo apenas un chiquillo, con un corazón repleto de alegría, y con mi tierno intelecto cargado de grandes inquietudes.
Mi vida era simplemente eso, Una vida; sin carga emocional que hubiere marcado mi breve pasado, y desde luego, sin la incertidumbre respecto a mi futuro existencial.
Disfrutaba aquel chiquillo el presente; Su presente; Ese gran capital repleto de emociones que la vida suele regalar a los niños.
Aquella mañana en mi Escuela rural, el maestro buscaba sembrar en los pequeños huéspedes del aula, el espíritu de la civilidad.
Nos habló el profesor, de la honestidad, de la fuerza moral de la palabra empeñada ante nuestros semejantes, y nos inculcó el respeto a las personas mayores.
Sembró el mentor, en nuestras fértiles mentes, la semilla del buen ciudadano, honesto, serio, respetuoso y trabajador.
Con la aplicación de esos elementos de la conducta humana, seríamos unos hombres y mujeres socialmente exitosos, y aún más, unos buenos mexicanos, según la teoría del elemento magisterial.
Y la anécdota de marras surge al momento en que el “Profe” trata de ilustrar su adoctrinamiento cívico, con un buen ejemplo.
“A ver, niños, quiero que respondan a una pregunta que les quiero presentar, y que debe servir de ejemplo a seguir en el transcurso de sus vidas”, nos dijo el profesor.
Vamos a suponer, arengó el catedrático, que ustedes tienen un bonito sembradío de sandías en su parcela, y una noche, el predio es invadido por un hato de vacas cuya voracidad da cuenta de las plantas y frutas por cosechar.
¿Qué harían ustedes en calidad de afectados, para reclamar por los destrozos ocasionados por el ganado?, preguntó enseguida el Maestro.
¡¡¡ Matar las vacas!!!, gritó “valentincito” el niño rijoso de la clase, logrando el inmediato regaño de educador, por tan irracional y reprobable recomendación.
¡¡¡Reclamar al dueño del ganado!!!… Y exigirle que pague por los daños que ocasionaron sus vacas en la siembra, expuso el pequeño Perfecto Morales, quien siempre fue el sobresaliente de la clase.
Esa es exactamente la mejor alternativa que se debiera tomar, respondió el profesor, al tiempo de felicitar al alumno por la atinada respuesta.
¿Oiga ”Profe”, y si el dueño de las vacas se resiste a pagar los destrozos a la siembra de sandía, que se puede hacer?, quiso saber el inquieto Atenógenes Vergara.
La respuesta de Prudencio Banderas, nombre del maestro rural, se condujo apegada a las reglas de la más absoluta legalidad.
“Bueno, respondió el profesional de la educación, si el dueño de las vacas, se resiste a pagar por los daños ocasionados al sembradío de sandías, el afectado podría presentar una demanda judicial ante las autoridades competentes.
Pero ocurrió que, en el preciso momento en que el educando respondía a la interrogante planteada por el pequeño Atenógenes, desde el fondo del salón escolar, se escucha la voz de “Chencho” el infaltable niño travieso de la clase.
“Profe” tengo una duda, gritó el infante con aquella voz clara y ladina que siempre lo distinguió.
Sí, dime, José Crescencio… ¿Qué duda tienes hijo?, respondió de manera casi paternal, Prudencio el mentor.
“Es que usted dice señor profesor, que si unas vacas se meten a una parcela y se comen la cosecha, hay que demandar al dueño de los animales para que paguen los daños.
“Claro, evidentemente así debe ser”, indicó el maestro implicado, en tono firme y sereno.
“Entonces, “Profe”; ¿Qué pasaría si el que se mete a robar al sembradío es el dueño del ganado?….Se tendría que demandar a las vacas?.
¡¡¡Noooo José Cresencio!!! Claro que NO…¿Cómo se te ocurre semejante tontería?.
“Profe” es que en la clase de matemáticas de ayer, usted dijo que el orden de los factores, no altera el producto”, increpó el niño.
Al recreoooo, gritó el profesor, dando por terminada aquella incómoda exposición, generando las risas y el júbilo de aquella inocente plebada pueblerina, que salió del salón de clases cargando en hombros a su simpático compañerito.
EL EMBLEMATICO CASO DE MAZATLAN.
Mucha similitud, encuentro entre el relato del “Profe” Prudencio, de “Chencho, y las sandías, con el escabroso y polémico tema del ex alcalde mazatleco Luis Guillermo, “El Químico” Benítez Torres.
Y es que el ex Presidente municipal del bello puerto del Pacífico, surgió de la fuerza de un Partido político cuyo lema es no robar, no mentir y no traicionar.
Sin embargo, desde el inicio de su mandato el “Químico” traicionó a sus aliados políticos, (PAS) faltando al honor de su palabra.
De la misma manera, muy pronto en el ejercicio de sus funciones, su honestidad y el descuido del honor de su palabra, le restaron fuerza moral a su personalidad política y social.
Al alcalde mazatleco se le hicieron severas, claras y contundentes acusaciones respecto a su comportamiento oficial, así como en el ejercicio poco transparente en el manejo de los recursos públicos, y siempre las negó.
Hubo diálogos tendientes a lograr una aclaración y evitar llegar a consecuencias legales más graves, pero siempre las desdeñó.
Quiso el alcalde culpar a terceras personas de las irregularidades, como es el caso de la empresa Azteca Lighting, a quienes acusó de incumplir un contrato de luminarias para instalar en las calles del puerto.
Al mandatario municipal se le ofreció la alternativa exculpatoria, a cambio de resarcir los daños económicos y tampoco lo quiso hacer.
El “Químico” Benítez se fue quedando encerrado en el círculo de su vanidad y prepotencia, incapacitando de esa manera a sus posibles defensores.
Finalmente llegaron las demandas penales y de juicio político, que le interpusieron la ASE y Ciudadanos de Mazatlán, lo que lo alarmó e hizo correr, entonces sí, a pedir clemencia.
La terrible e indeseable posibilidad de caer en prisión, lo llevaron a abandonar la indebida prepotencia política, misma que en sus fantasías le hacía pensar que podría librar las acusaciones sociales, judiciales y políticas que habían caído en sus hombros.
Ante tan graves amenazas judiciales, al Químico Benítez solo le quedaba negociar y solo tenía frente a sí, un camino; La renuncia a la Presidencia municipal.
Y así lo hizo, logrando en primer plano alcanzar el indulto político, y en segundo término, con su renuncia voluntaria evitar el desafuero.
La tercera jugada sería quedar en libertad, para poder enfrentar las demandas penales que siguen vigentes en los juzgados, y que mejor que hacerlo desde una cómoda secretaría de Estado, en tal caso la de turismo en Sinaloa que le fue otorgada.
Fueron de tal manera, muchos los factores que envolvieron éste polémico acontecimiento.
Tal y como lo expongo en la anécdota de José Cresencio, el niño de mi escuela, el orden en que se fueron presentando los factores acusatorios, no pudo alterar el resultado final del caso del alcalde acusado.
Incluso, al hoy ex alcalde mazatleco, le pasó lo mismo que al niño de mi historia, quien al pregunta al profesor sobre las vacas y la siembra de sandías lo hizo trastabillar, y optar por la salida más fácil para eludir el tema.
Finalmente diría que, ambos, Juan Cresencio y Luis Guillermo, fueron sacados prácticamente en hombros por sus amigos, como si su gracia mereciera el aplauso…
La apuesta de la gente de Mazatlán será por el buen ejercicio de gobierno que deba realizar el alcalde sustituto Edgar González Zatarain, quien será el relevo del polémico Químico Benítez Torres…
Pronto se verá de que está hecho el nuevo alcalde… Nos veremos enseguidita.
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