El “gesto pétreo” de insensibilidad de Claudia Sheinbaum

Sí… es cierto; hay notables diferencias entre Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum; entre sus perfiles psicológicos… entre sus métodos de desempeño profesional y laboral.

Pero sobre todo en el fondo de sus pretensiones. En los planes que cada una tiene para México y su sociedad… para México y su destino.

Cuando escuché y analicé el lenguaje corporal por primera vez, de un discurso de Claudia Sheinbaum –a quien no le había puesto la mínima atención sino hasta hace algunos meses- obligado por la necesidad, como todo aprendiz de analista de opinión que soy, detecté ante todo su mirada fría, ausente de cierto brillo… como la de los tiburones… como la de aquel parricida al que, siendo el suscrito un pasante de derecho, me tocó defender en condiciones por demás adversas, sin dinero ni para fotocopias del expediente, mucho menos para pedirle a sus familiares un dictamen de alta psiquiatría a fin de buscarle el sobreseimiento del juicio por imbecilidad o algo así… aquel era un ser francamente aterrador, sin el mínimo rastro de compasión o humanidad… eso sí, perfecto en su personificación de “hombre sin culpa”, justificado y soberbio siempre… para él “la mamá había tenido la culpa”… porque se le atravesó cuando andaba loco (intoxicado por cocaína y otras drogas más duras).

Ciertamente Sheinbaum personifica con mucha plasticidad la “eficiencia y el profesionalismo” de alguien que está bien asesorado y “que quiere ganar”… más bien. Y que “ha invertido en la ardua e incierta empresa de ganar la contienda por la Presidencia de la República”.

Sus trajes sastres impecables; su sonrisa medida, estudiada… sus mejores ángulos muy bien practicados en el espejo; sus mejores tácticas para el contraste, la réplica y la contrarréplica durante los debates; la voz tan educada como la de un gran locutor; todo absolutamente previsto. Con ella y su estrategia –claramente definida por un staff de profesionales caros- no hay tiempos perdidos ni esfuerzos desperdiciados. Es –matemáticamente- una ecuación… una igualdad que equivale a cero.

Pero esa mirada, ese rictus tan “de piedra”… tan “europeo del este” de Claudia Sheinbaum, me estuvo remitiendo por varias semanas a un personaje ligado a la época de mi infancia, al que no podía yo redescubrir plenamente o recordar siquiera.

Pero el ‘Deja Vú’ se quedaba incompleto cuando acudían a mi memoria imágenes amontonadas de la primera olimpiada que recuerdo haber seguido por televisión, aun cuando era el suscrito un pequeño de escasos cinco años (soy modelo 1971; de carburador todavía)… la memorable Olimpiada de ‘Montreal 1976’, en Canadá.

Y me acordaba básicamente de la entrada triunfal (al simpático “pasito” de los andarines mexicanos) del petiso marchista regiomontano Daniel Bautista al Estadio Olímpico de Montreal, con la narración impecable de Jorge ‘Sony’ Alarcón… y el espontáneo, justificado y hasta “apedroinfantado” grito de emoción de mi padre, por el oro olímpico para México.

Era uno de esos televisores voluminosos en blanco y negro, marca ‘Philco’ (lo recuerdo bien) que muy pocos meses después dejó de darnos servicio y fue remplazado por un aparato más compacto y a color, traído de ‘fayuca’ a México por mi abuela, vía Nogales, Sonora… cuando se empezaban a popularizar estas últimas ‘teles’… Eran tiempos de economía con modelo de “sustitución de importaciones”… De discursos que hablaban de “ventajas comparativas”, mientras los oradores se daban fuertes golpes de pecho, recitando el estribillo: “lo mexicano, lo autóctono, lo nuestro”… simplemente, modelo de economía cerrada, en la agonía del sexenio de Echeverría… ¿Le “suena familiar”?

Pero otro recuerdo más reciente, el de una melodía en piano muy bella, mientras que una muy joven gimnasta –una niña, materialmente- ejecutaba con “perfección” asombrosa sus rutinas y le daba por primera vez a su país, Rumania (o Romanía) 4 medallas de oro en una sola justa olímpica, es el que me motiva a ilustrar este artículo, no sin antes evocar el recuerdo de la voz de mi santa madre, con sus comentarios puntuales e inteligentes siempre: “¡Esta niña no sonríe para nada… qué frialdad!”… Ya mi mamá, con su puntual psicología bancaria, habría detectado que algo no estaba bien en el rictus de Nadia Comanecci, quien sería la figura indiscutible de esos Juegos Olímpicos y… ¡Vaya que no era cualquier cosa a la que se refería mi madre!”… Era la secuela de una infancia perdida, azotada inmisericordemente por la obligación temprana, en la dictadura del mismísimo Nicola Ceacescu, también conocido como “El Drácula Rumano”, quien cayó inmediatamente después de la caída del ‘Muro de Berlín’ y del desmantelamiento de la desaparecida Unión Soviética… fue ejecutado junto a su familia de la manera más espantosa y humillante, tras décadas de ejercer el poder con tiranía y a su antojo y beneficio.

El gesto implacable, inmutable de la Comanecci, me recuerda al de Claudia Sheinbaum, aunque la primera rumana y la segunda búlgara, pertenecen a la misma región de Europa del Este, influenciadas cultural y genéticamente por la civilización regional predominante en la historia, que fue la de Constantinopla (hoy Turquía), asiento del Gran Constantino, Emperador del Imperio Romano de Oriente… el “Imperio Cristiano” para más detalles.

Es la forma de proceder de todo ser que busca el poder como fín en sí mismo… y con un medio para servir.

Fría, calculadora… de hielo…. Una “máquina planificada para el dominio”. Así es Sheinbaum.

Insensible con el dolor ajeno, como lo ha expresado en numerosas ocasiones su oponente, Xóchitl Gálvez, cuando hacía alusión a que “no había siquiera recibido y escuchado a las madres buscadoras de sus hijos desaparecidos”.

Mientras que Xóchitl Gálvez, la candidata del Frente Amplio Opositor, mucho más espontánea, está hecha para “escuchar”… para “apapachar” a las víctimas de una injusticia, para irse con el pico y la pala a buscar “hijos desaparecidos” acompañando a las “heroicas madres buscadoras”, porque como bien escribió el gran Jorge Volpi en su imperdible artículo de este sábado 25 de mayo, en Reforma.

Sobre Xóchitl Gálvez, Volpi escribió:

“Vibrante. Enjundiosa. Nerviosa. Desde que decidió buscar la candidatura de la alianza opositora -una senda cuesta arriba sembrada de obstáculos-, no parece haberse detenido a respirar. Nada la define como esa imagen en la que, enfundada en su casco, la vemos pedalear sin pena: pura energía, a veces desbocada, sin que ella misma sepa a donde habrá de conducirla. Si su rival es una corredora de fondo, disciplinada y obsesiva, incapaz de mirar hacia otro lado, Xóchitl prefiere los sprints, los atajos y la invención -no siempre afortunada- de rutas alternativas.”

Aunque finalmente, viéndola bien…. los mexicanos preferimos la voluntad férrea para escuchar y no para ignorar a la gente de Xóchitl Gálvez, que la falsa impostura, por muy perfecta o profesional que sea, de Claudia Sheinbaum… que no ve, no escucha, no atiende.

Preferimos mil veces, la capacidad de Xóchitl Gálvez para corregir el rumbo, con genuina honestidad cuando se equivoque, que la implacable soberbia de apegarse a la estrategia perpetua de «tener los otros datos»…. aunque sea una falacia…. aunque esto implique mentirle a la población mexicana….

Es preferible hoy más que nunca, humanizar el servicio público; sensibilizar a las burocracias y los políticos-tal y como lo dijo el poeta guanajuatense Antonio Plaza– los oídos en las corvas … y el cerebro en la entrepierna…. y no tenga el pueblo que «agacharse permanente» para dirigirse a ellos.

Pero pues…. ¿Qué se podría esperar de Claudia Sheinbaum, si su patrón y mentor, el aún presidente Andrés López Obrador, es un ser dos o tres grados más arriba de insensible y pragmático que ella?

El capítulo más penoso de toda su historia política –quizá- de López Obrador, lo escenificó la semana que concluyó ayer, al hacer declaraciones –como es su costumbre- durante el “Despacho mañanero” de los asuntos del Poder Ejecutivo Federal, única instancia para la toma de decisiones del Presidente en esta administración, donde quedaron evidenciados sus mezquinos sentimientos acerca de la niñez de su país y sobre todo el terrible trastorno y la confusión en los que está inmerso, al pretender asumirse como dueño de la patente para calificar si “es o no tragedia” el asesinato de un menor de 11 años… y hasta para emitir el criterio de “¿quién es un niño… y quién es un adolescente?”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como criterio universalmente aceptado, que la infancia es un lapso de la vida comprendido de los 0 a los 18 años de edad, según un documento fuente de la legislación universal y suscrito por México, denominado ‘Convención Universal sobre los derechos del Niño’.

“¡No… no es cierto que el niño haya tratado de impedir el secuestro de su madre… y ya no era un niño al que mataron en Paraíso, Tabasco (ju tierra) ayer, declaró el infame gobernante en la ‘mañanera del viernes’, ante el cobarde homicidio del referido menor el pasado 22 de mayo!… ¡Está mal la OMS en su criterio; a los 11 años ya no se es un niño”! declaró.

Y luego abundó: “Aunque se enojen los fifís y los neoliberales, quienes como estamos en temporada electoral me quieren perjudicar a mí!”

Cabe destacar que de la cifra de cerca de 190 mil homicidios perpetrados a lo largo de la administración de López Obrador y su gobierno de la 4 T, se estiman en alrededor de 12 mil los correspondientes a niños y/o menores de edad.

¿Cuántos mexicanos hoy día, observamos la realidad nacional o mundial y pensamos que es así… y que no hay nada qué hacer?… ¿Qué realmente nos merecemos este Gobierno?

¿Qué nos espera en México con 6 años más, de un presidente o una presidenta insensible, ajena a los problemas y sentimientos de la colectividad?

Mil veces la espontaneidad y la falibilidad humana de Xóchitl Gálvez.

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Héctor Calderón Hallal
Héctor Calderón Hallal

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