La abultada dosis de civismo y prudencia que necesitan los políticos que aspiran a convertirse en autoridades en el 2023 en el Estado de México, es equiparable a la que ocupan consumir los que pretendan en 2024, tomar las riendas de la Nación.
Es el Estado de México, ese gran laboratorio en que se ha constituido ya la entidad que fue cuna de Juana de Asbaje, la mujer que nos representó a los novohispanos en el ‘Siglo de Oro’ de las letras.
Sí… una mujer… muy significativo.
Hoy día cuando en México es necesario empezar a pagar la deuda que tenemos por tanta agresión y violencia de todos los tipos, infringidas a la mujer en los últimos tiempos y a lo largo de eso que llamamos ‘civilización’.
Por derecho propio y de por sí, le corresponde a una mujer ya asumir por vez primera la gubernatura del Estado de México; esa otra gran mitad, más numerosa incluso que la que siempre ha gobernado, que merece la oportunidad -al igual que en el plano nacional- de demostrar el temple y la capacidad humana de la que también está congénitamente dotada, igual que los varones, que siempre hemos tenido representantes de género en los cargos máximos que nos ocupan: la gubernatura del Estado de México y la Presidencia de los Estados Unidos Mexicanos, para decirlo en el orden de aparición que dicta la temporalidad.
Hace tiempo que no tenemos autoridades forjadas en el civismo y en la prudencia.
Del actual presidente de la República, poco se puede decir de estos dos atributos, si no es que absolutamente nada.
Del anterior presidente, quizá algunos destellos de civismo gracias a una abultada nómina de buenos asesores que le confeccionaban ideas y estrategias… pero de la prudencia, ni hablar. Era la frivolidad, el dispendio y la fantochería andando.
Y así consecutivamente en un análisis regresivo, ni el anterior, ni el que le antecedió, ni el que estaba antes… siempre y a cada uno, por lo regular, el poder “los engulló”.
Hemos ido tristemente deambulando de un poder a otro, detentado por sujetos brutalmente opuestos, sin un equilibrio… personajes producto de la mercadotecnia electoral o de las miserias que despierta la ambición por un poder sin límites… así por ejemplo, del ranchero parlanchín, terco y errático, al tecnócrata emboscado tras una seriedad implacablemente peligrosa, por enigmática, hierática y oficiosa.
Que hemos ido del ‘carismático’ figurín de traje sastre dotado de pura frivolidad y que no ha leído un libro completo en su vida… al gran filósofo y docente universitario, cuya vida fue un rosario de actos públicos y privados también… de pura frivolidad.
Hoy, en los albores de ese proceso de renovación de poderes gubernamentales tanto en la entidad mexiquense como en el país, se asoma venturosamente una época de esperanza, de posibilidad abierta para encontrar, impulsar con nuestro voto y defender con la ley en la mano, a un hombre o una mujer que nos represente plenamente y que tenga el equilibrio emocional necesario esos dos ingredientes del estadista comprometido con la democracia que se necesita en nuestros días: el civismo y la prudencia.
He de comentarle a mis apreciados lectores, que el suscrito ha encontrado afortunadamente que no todo está perdido aún en este proceso que aun comienza. Que habrá buenos exponentes de la política y el servicio público, por lo que se alcanza a ver. Particularmente en el Estado de México.
Coincido incluso -como muy pocas veces- con el senador morenista Higinio Martínez Miranda, quien reconoció el escenario que priva en este momento en el candelero político del Estado de México, específicamente de su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Higinio reconoció enfático que la edil de Tecamac, Mariela Gutiérrez Escalante y la titular de la Secretaría de Educación Pública, Delfina Gómez, son las únicas mujeres que pueden aspirar para abanderar la propuesta de Morena en el Estado de México.
Está consciente de hecho que hay más candidatos más allá del grupo Texcoco que él encabeza, pero que este y las dos damas anteriormente señaladas son quienes tienen más posibilidades de abanderar al partido del Presidente de México.
En un mitin de unidad, al cual asistieron miles de morenistas en el centro de Toluca, el también líder del Grupo de Acción Política (GAP) reconoció que la presidenta municipal de Tecámac, Mariela Gutiérrez Escalante, es una seria aspirante a la candidatura de Morena.
Y coincidimos.
Durante su discurso en aquel acto, el senador Martínez Miranda, quien es de por sí un serio aspirante a la nominación, destacó que todos pueden participar, independiente del grupo político, pero aseguró que Gutiérrez Escalante en reiteradas ocasiones ha manifestado que será respetuosa de los tiempos y lineamientos del proceso interno del partido, ya que lo más importante es la unidad de Morena.
Aquí hay de entrada, prudencia y cierta humildad en su manejo.
Pero, aparte de este destello de la personalidad de Mariela Gutiérrez, hay un ingrediente que pudiera catalizar esa definición, en el caso de que se disponga en Morena -vía consulta o encuesta- que la candidata por el Estado de México, sea una mujer: Aunado al tema de que la actual secretaria de Educación Pública federal, Delfina Gómez, cargue con el lastre en su reputación, del no aclarado tema del descuento del 10 por ciento de la nómina a empleados del Ayuntamiento de Texcoco, para formar un fondo de apoyos a las campañas de su partido, durante su gestión como edil texcocana, a lo que se suma el penoso rumor -que esperamos no se confirme- de que la profesora Delfina está resintiendo por segunda ocasión la presencia de un tumor canceroso en un seno, lo que le dificultará hacer planes de campaña. Rogamos al Creador porque no se confirme este triste rumor.
Lo que hace que tenga mucho sentido la previsión de que la candidata a la gubernatura por Morena, en caso de que recaiga en una fémina, ocurra en la persona de Mariela Gutiérrez Escalante, alcaldesa de Tecámac, Estado de México, municipio que alberga -ni más ni menos- que el Aeropuerto Internacional ‘Felipe Ángeles’; cuya situación representa más que un reto o problema, una gran oportunidad para atraer inversión para su municipio y elevar el nivel de vida de la población de su demarcación, como lo ha dicho la propia alcaldesa, Mariela Gutiérrez.
Esta mujer, de escasos 50 años de edad y trato afable, tiene sobre sus hombres el peso de encontrar el consenso, con el equilibrio y la firmeza necesarios, de cerca de 600 mil habitantes en una ciudad que está ya materialmente conectada con el área metropolitana de la Ciudad de México.
Que vela, con todos los recursos a su alcance (y más allá de eso, con su fé de madre de familia también que es) porque todos los trabajadores mexiquenses que radican en Tecámac, padres de familia, personas de carne y hueso, vuelvan con vida íntegros del trabajo por la tarde o por la noche a sus respectivas casas, a través de un transporte que sea seguro, económico y puntual. Que puedan circular por vialidades descongestionadas y conservadas en buen estado. Protegidas por una corporación policial que esté desvinculada totalmente de la delincuencia organizada. Porque contra todo esta mujer de aprente de frágil silueta… pero de de gran corazón y espíritu.
La mala fama que tuvo en el pasado el municipio de Tecámac en materia de inseguridad pública, se ha venido desterrando gracias a una depuración del 30% de su plantilla policial emprendida por la alcaldesa Gutiérrez Escalante, que le ha valido entre otras cosas que, por ejemplo, el nivel de la confianza ciudadana en su policía preventiva, se sitúe en 6.5 de cada 10 ciudadanos de Tecámac, que significa que han vuelto a confiar en la corporación, cuando en los días de su toma de posesión de su primer período como alcaldesa (está repitiendo gracias en gran medida a la aceptación popular), por allá en el año 2018, cuando recién tomó la estafeta del cacique Aarón Urbina Bedolla, quien gobernó hasta cuatro veces el municipio, disfrazado de una militancia distinta cada vez y, cuando recibió la Policía Municipal con un nivel de confianza calculado en 0.5 de cada 10 ciudadanos confiaban en la institución de seguridad.
Lo que le ha valido hoy por hoy, ser reconocida como la alcaldesa mejor calificada de todo el Estado de México…
Fueron días aciagos aquellos de 2018 y 2019, para Mariela Gutiérrez, pero logró remontar con ese, su principal atributo… su carácter.
Pero Mariela Gutiérrez, por ejemplo, rara vez ha utilizado un lenguaje polarizador o dramático.
Solo muy ocasionalmente se ha mostrado agresiva. En algún discurso donde ha mostrado indignación por la injusticia de los vacíos legales que aun tenemos o por las actos deplorables de la delincuencia que se ensaña contra la gente más humilde. Ahí ha mostrado su coraje como reflejo de impotencia circunstancial, que logra corregir con aciones inmediatas.
Mientras los populistas, por lo regular hombres ‘fuertes’ de su partido (incluso y de la oposición) han tratado de irritarla, de agitarla para que se enfade o se impaciente… han fracasado en su intento.
Es un ser humano sensible, que llora cuando recuerda los momentos más difíciles de su existencia, como cuando la delincuencia organizada casi le arranca un hijo, que fue agredido a balazos para asaltarlo y cuando como empresaria del autotransporte de carga, recuerda cómo la delincuencia organizada le despojó alguna vez de su patrimonio que con tanto sacrificio, como mujer divorciada que es, consolidó.
Pero al final una mujer servicial, humilde, educada, que atiende personalmente a sus invitados, despojada de cualquier actitud oficiosa o acartonada; que les sirve personalmente el café a sus invitados en su mesa y que no tiene ‘gente del servicio’, no obstante es una mujer muy exitosa en el plano empresarial.
Que no conoce ni gusta de la soberbia ni de la revancha.
Ni siquiera en el plano político. No concibe los términos ‘reivindicación de clase’, si va aparejada de violencia o de un ‘discurso rabioso’ e intolerante.
Cree en el diálogo… y en que siempre se puede construir un ‘punto de acuerdo.
Mariela Gutiérrez, alcaldesa morenista de Tecámac y aspirante a la nominación morenista para la gubernatura en el 2024, cree y practica esos dos atributos, tan necesarios y tan añorados por la ciudadanía en México en estos días tan aciagos de intolerancia y de soberbia, tanto del gobierno como de la ciudadanía.
No cree en la teoría de la agresividad con la que algunas corrientes políticas sostienen -con tesis académicas de por medio- que un Gobierno que llega debe ‘barrer’ al que derroca o al que vence democráticamente en las urnas. Cree que todos los estratos sociales y que todos los individuos son necesarios, con sus propios matices, para dar esa sincronía necesaria de la diversidad a las naciones o a los estados. No cree en esa supuesta teoría confeccionada por los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, ideólogos de gobiernos populistas (de derecha y de izquierda, como el de Donald Trump), en su libro de 2018 (‘Cómo mueren las democracias’), que clasifica a la política como ‘Un deporte de sangre’ y que la sintetizan con la desafortunada frase aquella de que ‘para hacer un pastel se tienen que romper varios huevos’.
La agresividad en la política es propia del populismo. Nació en Inglaterra y se perfeccionó en el bipartidismo americano, dotado de la agresiva tradición anglosajona, donde el que gana ‘arrasa con todo’… y el que pierde, lo pierde todo.
Por esos los palacios legislativos alineados a la King Court, son básicamente inmuebles dotados de dos complejos de gradas o tribunas enfrentadas entre sí; el Parlamento de Reino Unido en Westminster, así está diseñado: con dos partes claramente definidas y enfrentadas entre sí… sin minorías divergentes, sin matices, sin puntos medios, sin excepciones… lo blanco contra lo negro… los buenos contra los malos… los ‘fifís’ contra los ‘chairos’…
Vamos, una dualidad como las “tepocatas, alimañas y víboras prietas”… contra “el pueblo bueno y sabio”, podrían ser polvos del mismo lodo.
Las democracias más estables, exitosas y modernas del mundo (Suecia, Dinamarca, la propia Francia), tienen parlamentos semicirculares, fraccionados o ‘parcelizados’ por las diferentes corrientes ideológicas o de expresión electoral que las componen y el trabajo más fino siempre consiste en integrar la ecuación con todos los términos o componentes de ese Congreso o Parlamento, para que indefectiblemente la sumatoria de ambos lados de la ecuación, sea una igualdad.
Nada del que gana, lo gana todo y el que pierde… lo pierde todo.
En este último modelo, cuando se gana , no se arrasa, no se extermina al oponente… Y el que pierde, no lo pierde todo; queda con aliento necesario para seguir luchando.
Mariela Gutiérrez, alcaldesa de Tecámac, comparte con ciudadanos de otras militancias e ideologías, la idea de que los mejores presidentes de México, como Lázaro Cárdenas o Adolfo López Mateos fueron, a pesar de sus estilos personales de gobernar y de sus vidas privadas (que no nos pertenecen a los ciudadanos), funcionarios incluyentes, que gobernaron para todos los estratos y sectores de la población y que sobre todo, para consolidar la armonía y la pacificación nacional, nunca tuvieron (ni alentaron en sus colaboradores) discursos rabiosos contra opositores ni detractores.
Esta política morenista, cree firmemente en que en su partido, caben todas las corientes de expresión política que hay en el país, sin excepción.
Cree firmemente en una clase política que tenga el civismo, la prudencia… y hasta la humildad necesaria para encontrar el consenso y la pacificación nacional.
¡Cómo anhelamos los mexicanos autoridades así!….
Enhorabuena para Morena y para los Tecamaquenses, por tener una alcaldesa con esa claridad y ese espíritu de fortaleza para decir las cosas por su nombre.
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