Dejaré en el cesto de la basura las perversidades de Andrés Manuel

Este día me vinieron a la mente dos muy buenos amigos que se me adelantaron en el viaje desde hace bastantes años.

Haré referencia de los dos para narrar la anécdota.

Salimos del bar del Hotel Santa Anita de la ciudad de los Mochis pasadas las dos de la mañana. Raúl Rosas tenía espectacular voz y era el cantante que nos deleitaba a los que por muchos años fuimos clientes de todas las noches.

Nos montamos en mi cheyene 1978 y enfilamos rumbo a la carretera internacional y a la altura del desengaño, torcimos por el canal alto que da rumbo a la presa Miguel Hidalgo.

Paramos la camioneta por unos minutos. Aprovechamos para regar el camino de tierra con una buena “meada” y conectamos el faro que nos daría la luz para encandilar los venados que abundaban por esos lugares.

El venado come mucho la hierba golondrina y el terreno estaba tapizado de ella.

Llegamos a la vía del ferrocarril, que en ese tiempo trasladaba pasajeros hasta Mexicali o Nogales, y nos detuvimos para contemplar en la oscuridad la imponente pasada de las maquinas bufando y con estruendoso sonido sobre los rieles.

Realmente es cosa de otro mundo estar en esos momentos en el monte y ser testigo silencioso del infernal artefacto que es el ferrocarril.

Nos tomamos otros tragos de wiskie antes de continuar el camino y de esa manera nos quitamos el frio inclemente de las noches de invierno.

Antes de llegar a unos diques, pegados a un cerro, tratamos de manejar la camioneta sin prender las luces, para sorprender los venados que por ahí sabíamos que andaban y que queríamos tener cercanos para encandilarlos con la luz del faro.

Se pronto, varias luces cayeron sobre nosotros y un no se muevan se dejó escuchar en el silencio de la madrugada.

Casi nos “zurramos” del susto.

Mejor dicho, si manchamos la trusa con el grito.

Una partida de judiciales nos rodeó de inmediato y su grito fue de quítenles las armas y con las manos en alto esperamos quietos para no causar molestias.

Buscaron por todas partes y no encontraron rifles o pistolas.

Solamente el faro para encandilar venados.

La pregunta con muchos guevos:

¿Dónde tiraron las armas?

“Nuestra calmada respuesta fue que no traíamos y que solo venimos al monte para contemplar los animales que salen de noche”

Nos pidieron que nos identificáramos y luego por medio de su radio se comunicaron con el jefe de la partida del Carrizo.

Hasta mis oídos llegó la voz del Güero Cota que en paz descanse.

¿Dices que es el Lic. Humberto Cossío?

Si señor, aquí lo tengo enfrente.

La pregunta:

¿Qué chingados andas haciendo sin armas para tumbar venados?

“Vamos para el Fuerte y se nos ocurrió prender el faro para mirar los venados que cruzan por estos lados”

Qué cabrones tan ocurrentes. Les van a prestar un rifle para que se diviertan y me lo entregas en Mochis cuando nos veamos.

“No mi güero, no necesitamos armas; con el puro faro nos vamos divirtiendo y con los traguitos nos entonamos a toda madre”.

Los judiciales se quedaron pasmados sin poder asimilar que anduviéramos de cacería sin llevar armas.

Mis dos amigos reposan en el panteón y no podrán desmentirme.

Por eso dicen que los cazadores y pescadores somos muy embusteros.

Por mi madre santa que es verdad esta historia.

Hasta mañana.

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/fax-del-fax/.

 

J. Humberto Cossío R.

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