Me acerco vertiginosamente a cumplir los ochenta. Son pocos los que pueden presumir en nuestros tiempos de tener cuatro quintas partes del siglo.
A mis 78 años, cumplo con el enunciado de Descartes.
“Si dudo, pienso, si pienso, luego existo”.
Es una maravillosa oportunidad la que me da mi Dios de poder escribir lo que pienso y razono y trasmitirlo a mis amigos y lectores.
De lunes a viernes y pocas veces dejo de hacerlo.
La mente se ejercita y las neuronas mantienen su dinámica.
Novedades no faltan y ser analítico nos permite servir a la sociedad que nos arropa.
Pretendo que me entiendan todos, no utilizo palabras y frases rebuscadas, que solo conducen a que los lectores avienten al demonio nuestros comentarios.
Chingado, cabrón, puñal y desmadre, muy seguido ilustran mi sesudo trabajo y son expresiones que hasta los niños de cinco años las usan.
La tecnología no es mi fuerte.
Por necesidad aprendí a usar mi computadora.
Los programas y formatos de escritura los instalan los nietos y sobrinos y solo soy un beneficiario de sus conocimientos computacionales.
Mi formación fue muy a la antigüita y me siento muy confortable con mi educación.
Creo en la brujería, si la entendemos como una actividad del psicoanálisis que permite a las personas lograr la tranquilidad.
Trato de estar al día con los acontecimientos que suceden en todas las regiones del planeta.
No me pierdo los noticieros de la televisión y me complementan mi formación cultural y académica.
No pierdo detalle de las expresiones paranoicas del presidente Andrés Manuel y en ocasiones me
asusta sobremanera.
El terrorismo lo considero condenable, venga de quién venga.
La paz mundial es un anhelo incumplido y lejano.
Me apasiona la política nacional y participo activamente cuando es localista o regional.
Las elecciones por la presidencia de México me provocan convulsiones de ansiedad o de felicidad, según sea el resultado.
Nada es tan bello como gozar la vida.
Y sobre todo, sacarle jugo a la juventud que nos concede la naturaleza.
Con los años viene la sabiduría y la fatiga también.
Cuatro quintas partes de un siglo no es cualquier cosa.
Me faltan dos años para llegar a esa meta.
No tengo duda de que quiero cumplir ochenta.
Con mis facultades físicas y mentales de buena calidad.
Estar lúcido, pero postrado, no es cosa que se encuentre en mi agenda de supervivencia.
Girito como gallo de pelea.
De otro modo, nones.
Hasta mañana.
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