Sobre el Camino

(Chorro, en el lunfardo argentino es ladrón)

La palabra camarada viene de cámara, de recámara, de cama. Los soldados se dicen camaradas porque en la milicia, en el cuartel, comparten uno o varios camarotes para dormir. Eso los hace compañeros de cama.

La política hace extraños compañeros de cama. Gente que uno pensaría incapaz en la vida de mezclarse con otros de triste ralea, ahí están, ahí aparecen.

Hemos vistos en días recientes fotos y reuniones en donde aparecen y conviven individuos antípodasHonorables e impresentables, experimentados y ganapanes, probos y punibles, decentes y prófugos. Todos como los compañeros de Cortés que “venían a hacer la América”. La dignidad y la mentecatez en el mismo barco.

He visto personajes de estatura, respetables como Juan S. Millán Lizárraga Carlos Almada López, en el mismo montón o saco, con trepadores y pillos redomados, buscadores de fortuna sin mesura ni recato. Algunos incluso con las manos manchadas o las alforjas llenas de dinero mal habido y ahí, junto, codo con codo.

Me hizo recordar alguna parte de la letra del tango “Cambalache”: “Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor/ ignorante, sabio, chorro/ generoso o estafador./ Todo es igual/ Nada es mejor/ Lo mismo un burro/ que un gran profesor”(Chorro, en el lunfardo argentino es ladrón)

 

 

Uno quisiera ver una barrera entre unos y otros. Hay diferencias, hay clases. Hay categorías. O como reza el lema: hay niveles. Pero no, han tenido la mala fortuna de meterlos en el mismo morral. Qué lamentable mezcolanza.

Viendo la extraña y vergonzosa argamasa, al menos alguno hubiera protestado, usando aquel viejo refrán mexicano: “aunque todos somos del mismo barro, no es lo mismo bacín que jarro…” ¿O no cree usted?

 

 

GOTITAS DE AGUA:

 

 

Recientemente conversé larga y sabrosamente con un amigo de hace muchos ayeres. Atrás de su larguísima experiencia como encuestador -es un melómano de altos vuelos. Desde la adolescencia, un tío le incubó el saludable virus por la música clásica, aunque ya traía el contagio desde la infancia. Apenas un adolescente, viajaba con frecuencia, solo, a escuchar conciertos a la Ciudad de México. Con el tiempo, el gusto se volvió una pasión, y la pasión se hermanó con la colección de conciertos grabados hasta sumar cientos.

Es un gran conocedor de este arte y lo ha alternado gozosamente con su trabajo como catedrático. Y aunque no somos contemporáneos y nos lleva una edad considerable, lo escucho con detenimiento y silencio. Durante un cuarto de siglo impartió clases entre otras, en la Licenciatura de Comunicación de la Universidad Iberoamericana. Y fue alumno de notables maestros, entre ellos el mismísimo don Julio Scherer. En donde les comparto parte de su opinión, lo cual denominó: (México, Chorro, en el lunfardo argentino es ladrón) A quien le quede el saco, otorgue su silencio. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/sobre-el-camino/.

 

Benjamín Bojórquez Olea

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